El pasado viernes en la localidad de la Candelaria, estábamos en el centro de la ciudad, un grupo de jóvenes universitarios reunidos en el famoso Chorro de Quevedo con el objetivo de distraernos y “matar el tiempo” para luego irnos a nuestras casas a descansar, aunque nunca nos llegamos a imaginar que esa noche se convertiría en una consulta inolvidable.
Eran las 5:30 de la tarde y nos dirigimos al Chorro para encontrarnos con otros amigos, en total éramos ocho que únicamente nos veíamos para pasar el rato después de una semana larga, sin embargo, quedamos en vernos y encontrarnos para hablar pero solo nos reunimos para seguir en línea, ese mismo que indica el disponible en nuestros celulares.
Con el frío de la ciudad de Bogotá y faltando diez minutos para que fueran las 6:00 de la noche llegamos al punto de encuentro, en el lugar estaban cinco amigos y con nosotros ya éramos ocho, ocho personas que se abrazaron, se dijeron un simple “hola” y luego se mandaron un emoji por medio de sus dispositivos móviles.
Somos un grupo de jóvenes caminando sin ningún rumbo fijo con sus celulares en la mano mientras pasábamos por las pequeñas calles del Chorro de Quevedo, rodeados de todos los comercios que se encontraban abiertos mucho antes de llegar a la cima y solo para qué, únicamente querer despejar un poco la mente de lo habitual.
Aunque yo tenía un saco gris de algodón posiblemente estábamos congelándonos, el frío que estaba recibiendo por parte de mis amigos era mayor que el de las estrechas calles de Quevedo y con el pasar del tiempo, parecía que nos habíamos reunido absolutamente para nada, hasta que comenzó a llover y esto le dio el giro que necesitaba la noche.
Con nuestra ropa mojada y las caras lavadas por la lluvia, logramos encontrar un bar (pero… parecía más un café) cerca de donde estábamos solamente para “escampar”, nunca pensamos que nos íbamos a quedar atrapades tantas horas en ese lugar y mucho menos con las personas con las que nos sentamos.
Resulta que al llegar al lugar y con el cielo cayéndose, el bar en donde queríamos escampar estaba con el aforo al máximo, exceptuando una mesa, una única mesa de diez puestos que estaba ocupada por una pareja que nos invitaron a sentarnos con ellos para secarnos y pasar el rato, aunque no fue la mejor elección, era la única que teníamos.
Todo iba con pequeñas trampas, o así le llamo yo, trampas, al entrar perdimos señal por completo de nuestros celulares, solamente teníamos una amiga que tenia señal, sin embargo, ella tenía 12% de batería y, adicionalmente, nos tocó consumir dentro del establecimiento por estar en el lugar, pero lo más curioso estaba por venir.
Sentades juntes, La pareja y nosotres, la chica llamada Natalia nos empieza a hacer conversación para eliminar el silencio incómodo que la misma lluvia había provocado, Natalia al inicio era muy inofensiva con sus preguntas “random”, pero así como fueron pasando los minutos, ella y su novio incomodaron la noche e hicieron que fuera eterna.
Con tan solo 20 minutos de estar en la mesa, Natalia y Richard (su novio) empezaron con preguntas un poco personales, al inicio pensamos que eran preguntas casuales y era solo para conocernos, algo super normal entre nuevos amigos hasta que Natalia comenzó a afirmar información que ninguno de nosotres le habíamos contado.
A todes nos pareció muy extraño que anotara esa información y, adicional a eso, la afirmara y que concordaba con todo lo dicho, pensamos que era cosa del destino y la suerte hasta que de su maleta saca unas cartas, las cartas de la felicidad las llamaba Natalia, unas cartas de cartón plastificado que tenía algunas ilustraciones que nos generaban algún recelo.
Las cartas no eran feas, solo era la explicación, esa explicación que le daba Natalia y Richard y que concordaba con las personas que estábamos en el lugar. Para empezar, Natalia inició con las personas del bar, en la mesa de al lado estaban sentadas dos chicas en una velada romántica, su noche iba perfecta hasta que Felipe intervino entre ellas dos.
Richard les ofreció un “dulce” de cannabis a la pareja y una de ellas aceptó a lo que, Natalia sólo dijo “con eso es suficiente”, ningune de nosotres entendía, Natalia se ría con Richard y nos decía “tranquilos esto es solo para que ustedes aprendan”, minutos después de que la pareja se habían comido el dulce, ella empezó a revolver las carta y comenzó lo inexplicable.
Natalia sacó tres cartas de la baraja en dirección a las chicas y nos dijo “yo no voy a cambiar el futuro solo lo adelantaré”, todes nos miramos las caras y con un poco de temor, uno de nuestros amigos le dijo “bueno, y qué se supone que vas adela…”. él no terminó de decir la frase y una de ellas le pegó una cachetada a la otra y se marchó del lugar.
Pareció coincidencia, ya que todes pensamos y dijimos las parejas pelean, es normal, pero Natalia nos muestra las cartas, en la primera carta estaban dos personas agarradas de las manos, en la segunda estaban en una clase de discusión, y en la tercera solamente está una persona sentada llorando.
En lo personal, tenía bastante miedo y mientras que Natalia hablaba y nos comentaba sobre sus cartas de la felicidad, tembloroso, con miedo y con las manos sudadas, yo solo me levanté del lugar y me fuí pensando en lo que había escuchado en Caracol Radio sobre “la brujería escondida por la ciudad y la magia antigua sigue entre nosotros”.
Aunque según El Tiempo “la santería es un culto que practican desde hace siglos atrás”, el verlo, escucharlo y sentirlo tan cerca, me hizo reflexionar sobre lo místico y lo que puede aparentar como inofensivo, pero que puede ser la puerta a mundos oscuros que nos convocan en una atmósfera conectada por distintas energías.