“Mi malestar era porque estaba embarazada y yo no lo tomé de la mejor manera (…) ¡No!, porque a las dos las planeamos”. Isabel, con 32 primaveras bien vividas, ya había decidido que solo quería dos hijos, así que el futuro con sus dos pequeñas de 1 y 6 años se congeló.
“Yo me puse a llorar y le dije a mi esposo, él me consoló”. “Si Dios lo quisó así, tenemos que ser fuertes (…) tenemos que seguir adelante” fueron las palabras de consuelo de él, en medio del llanto devastador de Isabel durante meses. Él fue solidario, le daba ánimo y sufría con ella.
“No hubo tiempo de reaccionar” menciona Isabel. “Dijeron que había que tener cuidado, si era para salvarse, se salvaba, sino en cualquier momento se podía venir” narra Gabriel, con la mirada clavada en la mesa. Evocar esos momentos duele. Las sensaciones recorren sus cuerpos.
“Yo pegué un grito del dolor y ya cuando me bajaron (…) empecé a sangrar harto, era abundante”. “Sentía malestar pero no había dicho nada, hasta que nos fuimos a dormir y ya no me pude acostar, me siguieron las contracciones”. Dejó a sus niñas durmiendo. “Ya llegando a la clínica, había un hueco y el taxista iba tan rápido, (…) tan asustado, que cogió ese hueco.”
Pingback: Una guerrera por los sueños de las mujeres | Concéntrika Medios