En las redes sociales, la fotografía que me identifica es una bandera de Colombia al revés. Todavía. Es que no han cesado los crímenes contra líderes y lideresas sociales, ambientalistas, exguerrilleros, jóvenes que protestan por las injusticias y por el mal gobierno, campesinos, indígenas, sindicalistas. Y la bandera al revés es un grito de auxilio y un símbolo de protesta contra todo lo anterior.
Por: Javier Correa Correa
Se generalizó en Colombia durante el llamado “estallido social” que duró más de un año, con formas de resistencia simbólica y física. Siguiendo el ejemplo de Chile, en casi todas las ciudades del país se constituyeron grupos de protección que adoptaron el nombre de “Primera línea”, que soportaron de manera directa la represión de la policía vestida de verde y vestida de Esmad.
No hay una cifra exacta, pero el número de protestantes muertos bordea los 100 (la Fiscalía dice que “apenas” 40); de desaparecidos, torturados y violadas tampoco se sabe, y dos sucesivos ministros de Defensa avalaron el accionar violento de la Policía, dos de cuyas más emblemáticas víctimas fueron Dilan Cruz, asesinado por un oficial del Esmad en Bogotá, en noviembre de 2019, y Lucas Villa, en Pereira, en mayo de 2021.
La persona que ocupa el solio de Bolívar se negó a dialogar “bajo presión”, y ordenó que con más fuerza fueran reprimidas las protestas, amparado en el “derecho a la movilidad” y el “derecho al trabajo”. Esto, aunque las organizaciones sociales habían planteado desde antes la urgente necesidad de dialogar.
Tuvo que aceptar el encuentro con los voceros de dichas organizaciones, prometió con la misma desfachatez con que lo había hecho en campaña, y trató así de desmovilizar la protesta, y luego incumplió. Retiró del Congreso la reforma tributaria y presentó otra con maquillaje.
Ganó el cansancio, quedaron los símbolos, como un monumental monumento en Puerto Resistencia, en Cali, y como las banderas al revés.
Pero no todo quedó allí. La protesta, vencida por la represión, se manifestó también en las urnas en mayo y junio de este año, y se derrotó al régimen dictatorial. Explico: una dictadura es cuando una de las tres ramas del poder público invade otra o las otras. Y en Colombia tanto el Ejecutivo como el Legislativo y el Jurisdiccional están bajo la batuta de un doble ex que quisiera seguir fungiendo desde la comodidad de sus fincas.
Pero los casos de Chile y de Colombia no son los únicos. El turno, ahora, es para Ecuador, donde indígenas y campesinos y sindicalistas y estudiantes y amas de casa llevan más de una semana protestando contra las medidas de Guillermo Alberto Lazzo Mendoza, definido por Wikipedia como un “banquero y político ecuatoriano”. La respuesta de Lazzo fue la misma de Sebastián Piñera en el país austral y de Duque en Colombia.
Envía las fuerzas de Policía a reprimir la protesta y se niega a dialogar “bajo presión”. Van varios muertos y privados de la libertad al momento de escribir esta columna, y espero que el número no crezca en los próximos días.
Lazzo volverá a salir en televisión con su vestido a cuadros, gesticulando como un ventrílocuo, alzando las cejas y exhibiendo su prominente dentadura. Dirá lo mismo que Piñera y Duque, pero más caricaturesco. Es que es el colmo ese tipo: se empeñó en dejar sin trabajo a los caricaturistas, pues su sola imagen es exagerada, es un chiste. El problema es que los muertos y los heridos no son un chiste.
Chile se levantó y eligió como Presidente a Gabriel Boric, Colombia eligió a Gustavo Petro y a Francia Márquez, quienes tomarán posesión el próximo 7 de agosto. Ese día, cuando un nuevo sol alumbre en nuestro país, arriaré la bandera roja, azul y amarilla e izaré la bandera amarilla, azul y roja. Con la misma dignidad de Chile y la misma que muestran los hermanos bolivarianos de Ecuador, cuya bandera también es tricolor.