Quijotadas: Una alameda en Santiago



El 11 de septiembre se conmemoró el aniversario número cincuenta del golpe militar contra el gobierno civil de Salvador Allende en Chile. Con dificultades, claro, el gobierno joven de Gabriel Boric trata de alcanzar el cambio que su país clama, y para rendirle un tributo a Allende y respaldar a Boric, se dieron cita en Santiago de Chile representantes de la democracia continental.

Por Javier Correa Correa
jcorreac@ucentral.edu.co

Marcha del pueblo chileno

Fue la que podría llamarse mi primera rabia política, que me marcó el resto de la vida. Recuerdo el día: martes 11 de septiembre de 1973, aunque no sé la hora. Tengo la certeza de que era el primer experimento de hacer la revolución a las buenas, sin balas, como se dice que son las democracias.

O la democracia, vaya uno a saber si es una sola, como me dijeron después en el colegio y la universidad.

Aunque esa supuesta democracia fue fruto, precisamente, de un alzamiento armado al frente de la cárcel de la Bastilla. Pero eso es historia más remota y su final no se puede decir que haya sido muy positivo, si piensa uno en ese espantoso aparato de la muerte llamado guillotina o en la autoproclamación como emperador por parte de un tipejo que escondía su mano en la casaca.
Mi padre había vivido en Santiago y siempre hablaba de la belleza de ese Chile, de los Andes, de la facultad de Medicina que abandonó para regresar a Colombia y casarse con mi mamá.

Así que sus anécdotas, contadas con alegría y un brillo especial en los ojos, me habían convertido, de alguna manera, en chileno.
A mis catorce años, poco había yo escuchado del presidente Salvador Allende y de su compromiso con la revolución. Vine a saber después, cuando los traidores bombardearon el Palacio de la Moneda y lo mataron. Así él haya disparado la bala postrera, lo mataron.

Yo llegué del colegio a la casa y encontré a mi hermano Fernando, Menandus, llorando frente a la radiola, un hermoso mueble del que salían terribles noticias.
–Están bombardeando –decía, y tuve que preguntar qué.
–El palacio presidencial en Chile. ¡Oigan!
La transmisión radial era, sin duda alguna, terrible. Los aviones de guerra dejaban una estela de sonidos aterradores, tanto en el aire como en la tierra, donde caían las bombas destinadas a matar chilenos. Los pilotos eran chilenos, también.
Se oía como en las películas en las que los gringos eran los buenos, aunque ahora habían elegido títeres para disparar ráfagas de mortíferos proyectiles de verdad. Y no se trataba de una película, aunque sí era de terror.
Menandus seguía angustiado y su angustia crecía cada vez que una bomba explotaba en los parlantes de la radiola. Él se levantaba, caminaba, manoteaba y le narraba a mi mamá lo que sucedía en la cercana Santiago de Chile.
La voz ahogada de un hombre hablaba de una alameda, poco antes de morir. Poco antes de morir él y de morir las alamedas en Santiago. El experimento de la revolución pacífica había muerto, el martes 11 de septiembre de 1973. Murió también Víctor Jara. Y murieron miles y miles de personas que creían que sí era posible un mundo mejor. Un mundo en paz. Un mundo sin hambre. Un mundo como el que merecemos.
No sé qué dijo mi padre cuando llegó a casa. Sé que mi hermano mayor, Menandus, había llorado. Tal vez fue ese día cuando decidí que un mundo mejor, en paz, sin hambre, como el que merecemos, había que conquistarlo. Con la fuerza de las armas, si era necesario.

Presidentes en conmemoración del golpe chileno

Epílogo


Cincuenta años después, Salvador Allende es recordado con gratitud, igual a como son recordados tantos chilenos, tantas chilenas que dieron sus vidas no solo en ese septiembre, sino durante todos los nefastos años de la dictadura, que se prolongó camuflada de civil y fue enfrentada con valor y decisión en la última década, cuando en las calles fueron sembradas las semillas de nuevos cambios en América Latina, como en Colombia.
Diez años después del golpe patrocinado por Estados Unidos, surgió en Chile el Frente Patriótico Manuel Rodríguez, que con las armas y bajo el lema “Aún hay patria, ciudadanos”, pretendía derrocar el régimen dictatorial. Luchó con heroísmo, pero se fue diluyendo y finalizó definitivamente su accionar cuando en las urnas el pueblo chileno le dijo NO a la dictadura. En Colombia hubo –todavía hay– unas pocas organizaciones político-militares, pero por fortuna la mayoría ha hecho dejación de las armas para, con la fuerza de las ideas y el compromiso total, conquistar un mundo mejor, en paz, sin hambre, como el que merecemos.

Este texto forma parte del libro Anecdotario de mis guerras, libro que publiqué en 2019. El epílogo lo escribí para sumarme al agradecido homenaje a todas las personas que en Chile creyeron y siguen creyendo en la democracia.

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