Crónica de un acoso en las calles



Por: Juan Sebastián Hernandez Herrán @juanse_hh

Me levanté sin muchas fuerzas la mañana del miércoles 6 de abril , como todas las demás, esperando que fuera un día como cualquier otro, simplemente un día de estudios, trabajos, en donde llegaría a mi casa al final del día y descansaría, tome una ducha y me puse un overol corto color Vinotinto con unas medias de malla, y ya lista para irme.

De camino hacia la puerta, me encontré con mi tío, y pensé que iba a molestarme o a contarme algún chiste malo, pero en vez de eso me dio un billete para que comiera algo, esto me alegró un poco la mañana con lo que me dije “puede que hoy sea un buen día”.

 

 Una vez en el paradero, no tuve que esperar mucho, y me subí rápidamente en el bus, con la suerte de que logre conseguir asiento, pues no había mucha gente y de esta manera, me puse mis audífonos, escuchando justamente 5 canciones que me hacían muy feliz, las cuales repetí todo el camino.

 

Cuando llegué a mi destino, todo estaba muy normal, a excepción de que casi me atropellaba una moto, pero eso no iba a arruinar mi día, así que ignoré lo ocurrido y subí la montaña en camino a mi Universidad.

 

Al llegar allá, saludé a unas amigas y al igual que mi abuela me dijeron que me veía muy linda, me alegro bastante el saber que hoy irradiaba más que otros días y con toda la actitud entré a clase.

 

Finalizó la clase, salí con mis amigas y decidimos no ir a pie, sino que tomamos un carro para bajar más fácil a la avenida principal, una vez todas llegamos a un punto central, caminé nuevamente hasta la parada más cercana y esperé el bus para ir camino a mi casa.

 

Aún así, el bus no pasaba, y ya iba mucho tiempo esperando, además, no tenía intención de llegar tarde, decidí tomar otro bus, que me dejaba un poco más lejos, pero igual me servía.

 

El bus iba un poco lleno, así que no pude irme sentada, y casi todo el camino me tocó viajar de esta manera, no me incomodó, pues era muy consciente de cómo funciona el sistema de transporte en la ciudad, así que igualmente no le presté mayor importancia.

 

Llegué a la parada, y con el cuerpo un poco cansado por el día que había pasado y la mente distraída por los trabajos que tenía que hacer, a eso de las 3 p.m. tomé rumbo a mi casa que realmente no quedaba muy lejos, más o menos a unas 5 o 6 cuadras.

 

Acá todo empezó a empeorar, mientras caminaba, y a pesar de llevar mis audífonos puestos, empecé a escuchar a varios hombres hablándome, y sin necesidad de mencionar algo ofensivo, pero sí de mal gusto, me sentí muy incómoda, así que camine más rápido, pero ya a un cuadra de mi casa, un hombre que seguramente trabajaba en la zona empezó a gritarme.

 

Mi cuerpo sintió escalofríos y me paralice un poco, pues este gritaba sin pena alguna –mamita, venga para acá- y mencionaba cosas en relación a mi cuerpo que me hicieron sentir más incómoda aún, casi al punto de querer llorar, y habían otros trabajadores igual que él, que no hacían nada e ignoraban el hecho de sus palabras, sentí mucha impotencia.

 

Estaba muy cerca mi casa y aun así me sentía muy vulnerable, pero mientras yo solo sentía ira e impotencia, vi como el hombre que me gritaba se acercaba más a mi y me decía –venga le muestro algo que le va a gustar- ahí supe que tenía que moverme, no quería que él me tocará.

 

Caminé con prisa, pero sin demostrar temor y él empezó a caminar también con un poco de mayor velocidad, sintiéndolo muy cerca de mí, giré por otra calle diferente a la de mi casa, pues tenía miedo de que él supiera dónde vivía yo, cuando no lo vi cerca, corrí muy rápido y por otra calle llegué a mi casa.

 

Entré a mi casa, tenía mucho enojo y quería explotar, sabía que no podía hacer nada, pues esto ya me había ocurrido antes y jamás alguien se detuvo a entender mi situación, le comenté a mi mamá lo sucedido y simplemente se disculpó con la situación, ahí supe que mi día enserio no fue como cualquier otro, se convirtió en uno de los peores días de mi vida.

 

Después de todo esto, me costó salir a la calle con la misma normalidad de siempre, y pensaba -¿si este hombre me hizo sentir tan mal, tan solo con sus palabras, cómo será la situación de muchas otras mujeres que han sido tocadas y hasta más, por otros hombres?- .

Todo esto pasaba por mi mente una mañana camino a la universidad, ya pasada casi una semana de lo que me había ocurrido a mi, me bañé y vestí nuevamente, viendo mis medias de malla y overol corto que tanto me gustaban, pero esta vez pensé si realmente me lo tenia que poner, o si quería ponérmelo, pero simplemente decidí, ese día, no hacerlo.

 

Más información en la infografía: Las caras del acoso