Por Javier Correa Correa
“Independencia grita el mundo americano”, dicen por ahí con entonado acento, desde cuando Bolívar y su ejército vencieron a los españoles en Boyacá, el 7 de agosto de 1819.
Faltan apenas tres días para poder celebrar que termine uno de los regímenes más antidemocráticos de la historia de Colombia, donde han sido muchas las ocasiones en las que se han aliado la corrupción con la dictadura para hacer y deshacer, y más para deshacer que para hacer, y de ello podrían dar fe los miles de muertos en los campos, en las comunidades indígenas, en los grupos ambientalistas, en los desmovilizados que creyeron en la paz, en los integrantes de la primera línea que salieron a las calles a ejercer el derecho a la protesta y fueron asesinados o encarcelados.
Sinceramente me da pereza mencionar su nombre o siquiera su apellido, pero hasta una integrante de su partido se refirió a él como “gordo hijue…”, y no es por mentecato ni por respeto hacia él sino por respeto a quienes leen estas líneas que no digo completo el epíteto utilizado.
No se podría afirmar que quien ocupó el solio de Bolívar pasó raspando. O sí, pasó raspando la olla, dejando contratos amañados que comprometen el presupuesto nacional por décadas, por el mezquino prurito de dejar al nuevo gobierno sin recursos.
Nuevo gobierno, sí, en contraposición al actual régimen, que de gobierno nada tuvo, sino que se limitó a improvisar para satisfacer los intereses de la plutocracia, esto es, de los dueños del mercado, del sector financiero, de quienes se lucran con las pensiones de los trabajadores y con la salud de las personas, de quienes usurpan tierras a los campesinos e indígenas, de quienes secan los ríos para dedicar los territorios a la minería, de quienes prefirieron volver trizas la paz porque la guerra es buen negocio.
Ay, país, cómo dueles.
Siquiera quedan apenas tres días de lo que fueron cuarenta y ocho meses de ignominia.
Lo que viene no es fácil. Porque, ya fue dicho, rasparon la olla y hasta se la llevaron. Y porque están urdiendo todas las triquiñuelas para dificultar que gobierne el gobierno de Gustavo Petro y Francia Márquez. No es redundancia: es reiteración.
A ellos sí no me da pereza mencionarlos con nombre propio. Y eso que su gobierno no será el gobierno de ellos, sino el gobierno de la gente, como ya ha sido visto desde cuando aquel 19 se ganó en franca lid en las urnas. Y desde entonces se ha aplicado el principio básico de la Constitución de 1991 según el cual la democracia, más que representativa, es participativa.
Se han hecho no sé cuántas mesas de trabajo en todo el territorio nacional para analizar los aspectos que le tocan a la gente, en salud, educación, medioambiente, recursos naturales, agricultura, economía, impuestos, pensiones, deportes, cultura, justicia, soberanía nacional y la lista sigue.
Ya quien será presidente dentro de tres días dijo que las conclusiones y propuestas que salgan de esas mesas de trabajo serán incorporadas al Plan de Desarrollo que regirá nuestro destino no solamente los próximos cuatro años, sino que esperamos que sean muchos más.
El próximo domingo se cumplen 203 años desde cuando el ejército libertador derrotó a los españoles y ha pasado mucha agua por el río Teatinos bajo el Puente de Boyacá para que los colombianos tengamos un gobierno que en verdad nos represente. El reto, repito que sabemos, no es fácil. ¿Pero qué lo es cuando se trata de dejar atrás todo ese tiempo para proyectar el futuro?