Por Laura Polanco
Mis primeros acercamientos a la docencia comenzaron como monitora en la universidad donde realicé mi maestría. En aquel entonces, mi formación se basaba en la memorización como método principal de aprendizaje. Fue precisamente en mis clases de maestría, al tener que exponer frente a mis compañeros, donde choqué con la realidad y comprendí que para crear, transmitir y compartir mi conocimiento, debía encontrar mi propia voz.
Ser docente no ha sido un camino fácil. Cada año ha sido un aprendizaje constante: nuevas generaciones, nuevos temas, nuevas asignaturas, nuevas universidades y nuevos programas. Cada día es un vacío constante, una montaña rusa y una necesidad constante de crecimiento personal. Es un reto adquirir nuevos conocimientos que me permitan responder a las necesidades de mis estudiantes y a los desafíos que enfrentan mis colegas.
A veces, siento que el mundo avanza a pasos agigantados y que cuando creo dominar un tema, este ya se encuentra desactualizado. Créanme, no es fácil pararse frente a un auditorio, hablar sobre temas que tal vez también son nuevos para ti, leer el gesto de tus estudiantes, saber si están de acuerdo o no, si lo que dices es relevante o no. Los profesores también tenemos nuestras propias luchas.
Sin embargo, aquí sigo, creyendo en la posibilidad de creación que ese vacío me permite. Hoy, mi reto personal desde la academia es aprender más sobre publicidad, herramientas de posproducción, inteligencia artificial y post-imagen. Sigo buscando comprender las prácticas de consumo de mis estudiantes, sus sensibilidades y su realidad actual. Tal vez sea un desafío por la brecha generacional, pero no imposible.
Ser docente me ha enseñado que el conocimiento se construye de manera colectiva. Día a día aprendo más de mis estudiantes que lo que ellos pueden aprender de mí. No hay nada más gratificante que ver cómo algo que considerabas complejo, de pronto, alguno de tus estudiantes lo explica de manera ejemplar, tanto que adoptas sus palabras y le agradeces por permitirte verlo desde una perspectiva diferente que jamás imaginaste.
Ser docente es enfrentar el fracaso de ejercicios que no funcionan, plantear actividades que tal vez te hubieran gustado a ti, lidiar con diversas opiniones, compartir tus pasiones y reformularte constantemente frente a tus argumentos, palabras y acciones. Es forjar tu carácter frente a realidades diferentes a la tuya.
Hoy, en este día, solo tengo palabras de agradecimiento para mis estudiantes y colegas. Ha sido gracias a cada uno de ustedes que he podido continuar en esta difícil pero hermosa labor. A mis estudiantes les pido disculpas si no he podido llenar todas sus expectativas. A aquellos con los que sí he logrado conectar, espero que lo poco que sé del mundo se lo haya podido transmitir de la mejor manera y que cada uno de esos conocimientos les haya permitido ser mejores personas y que sus miradas transformen el mundo.
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