La fuerza de la equidad traspasa la convicción del patriarcado



Los episodios de violencia que la mujer padece se visualizan en el sufrimiento físico, sexual, psicológico, económico, patrimonial, académico y laboral por su condición de mujer, degradándola y disminuyendo su autoestima a lo largo de la historia, ubicándola en la sociedad como el género inferior frente al masculino.

Por : Violeta  López Camargo

 Cd. de México, 18 jun. 20. AmecoPress/SemMéxico

Si se construyera una iconografía del patriarcado, la imagen sería una pirámide que se superpone hilera a hilera, armada por personas que apenas se sostienen pies sobre cabeza y de la base estructural yacería un cuerpo de una mujer que hace posible esta acrobacia, pero toda la admiración se centraría en la punta y en las figuras de los cuerpos; de esta manera se puede explicar como la mujer adquiría la posición de subordinación.

El sistema de estado depende de que la mujer no salga de la función de destrucción constante para así ejercer diferentes formas de poder, lo cual no solo se ve con esta problemática, sino también con las violencias de raza y clase. En el momento en el que las mujeres sobresalen ante este régimen de sometimiento, son amenazadas, asesinadas, desaparecidas y desplazadas, por este tipo de torturas se expresan las luchas de género en la sociedad.

Por medio de un progreso significativo en el desarrollo de leyes para promover la equidad de género y garantizar los derechos humanos de las mujeres, está el plan integral que les confirma una vida libre de violencia, aprobada en el 2012, la ley 1257 del 2008, la cual dicta normas de sensibilización, prevención y sanción para formas de violencia y discriminación contra las mujeres; y la ley 1719 adopta medidas para asegurar la justicia a las víctimas de violencia sexual. De esta manera, nuestro país ha avanzado en la mitigación de la desigualdad de género, aunque aún existen desafíos para lograr la imparcialidad real.

Por otro lado, adentrándonos en el tema de género, hay que reconocer que, desde antes de la intervención colonial, se asignaron características a cada sexo y de esta forma fuimos educados; este contexto histórico tradicional se considera como ideologías que se han venido destruyendo (no es cierto que lo que nos pasa como mujeres está determinado previamente y que esta determinación es de orden ideológico). Este es el sentido de los mitos que tenemos en nuestra cultura; otra doctrina de género es la modificación de este frente a la relación con fenómenos psicológicos, económicos, sociales y muchos más, el aspecto biológico si tiene peso, pero no tiene un papel determinante, sino que es parte de una organización histórica y compleja.

Las asignaciones de género internas y externas, conducen a que tratemos de cumplir con los deberes atribuidos a partir de prohibiciones, lo que decreta quién es mujer y quién es hombre; vivimos con muy pocas opciones ya que la sociedad está establecida por la relación entre deber y prohibición y esto tiene un expediente político enorme que se ha considerado como los conocidos tabúes

Gracias a los movimientos sociales como el movimiento feminista, que ha dado la lucha en pro de construir sociedades más libres, hoy en día cada quien se forja como género a su modo y lo revela de la mejor manera.

La fuerza de rebelión de género ha logrado que no nacemos X sino que nos hacemos, que las mujeres no quedaron en los intramuros y al cuidado de la infancia, a la vez que eran invisibles en el contexto histórico, redujo la esclavitud femenina para la reproducción, permitió que el androcentrismo desapareciera como modelo ejemplar de ser persona y, de esta manera, se han venido conquistando los derechos y la igualdad; las mujeres son un ejército de educadoras voluntarias, agradecidas con el cambio y el progreso que se ha logrado, fieles aniquiladoras de los lineamientos dominantes, y se han encargado de vigilar y castigar a quienes cometan faltas de género y de reconvenir de manera directa e inmediata a quien transgreda la norma.

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