Mucho se ha discutido en el mundo acerca del neuromarketing y su utilidad en la publicidad, discutiendo abiertamente el hecho de que esta nueva forma de hacer mercadeo, permita a estudiar a los consumidores evaluando sus respuestas físicas ante anuncios y/o productos; esto a través de resonancias magnéticas y otras sofisticadas técnicas de investigación cerebral, que permiten en esta época de recesión un gasto en mercadeo eficiente, y permite evaluar el impacto que podría tener en los consumidores.
Fabio Babilone, investigador de la Universidad de Roma, explica que “cuando vemos anuncios que dejan huella en nuestra memoria los resultados demuestran que mayores zonas de nuestro cerebro se comunican con mayor intensidad. Esta cita extraída de un artículo publicado el 10 de febrero de este año en la sitio web de marketing directo, sirve como un inicio para lo que se vive actualmente, esta es la apreciación de un investigador que para el momento e incluso aun, hace parte de una de una ciencia que según los opositores es “una ciencia de la suposición o una ciencia basura”, y es que incluso sus miembros afirman que estas herramientas no sea a demostrado que sean eficaces para conocer cómo se siente la gente ante el marketing.
El neuromarketing estudia al consumidor de fondo, a profundidad y de manera más eficiente que un cuestionario, ya que en este ultimo las posibilidades de que el consumidor mienta están latentes e influenciadas por el contexto; por el contrario, el neuromarketing permite evaluar al ser humano en niveles profundos, conocer sus respuestas cerebrales y sus, para de este modo poder determinar cómo se estimula el deseo de comprar al tiempo que determinan que es lo que los consumidores quieren.
Desde mi punto de vista hago parte del grupo de personas que desconocen esto, que ven un estudio cerebral como algo que solo ocurre en las películas y desde el punto de vista del consumidor tendría miedo de esto si leo algo como “Manipulando los sentidos de los consumidores para vender más”. La verdad es que somos seres humanos y nos guiamos por nuestros sentidos, amamos lo que olemos, observamos y oímos; de este modo los consumidores son como los niños, aman explorar lo que les rodea y tener nuevas experiencias, y dejan que su subconsciente los guie a la hora de escoger incluso que comer.
Aunque parezca de otra disciplina, la mezcla entre ciencia y mercadeo parece ser fructífera y en aras de mejores productos, esta escena digan de una película de ciencia ficción, podría significar para los consumidores una satisfacción plena de sus deseos (y una acción de compra para las marcas); aun así, dar por hecho que esta es la única verdad simplemente ahora es un gran riesgo que quienes lo asuman, lo hacen teniendo en cuenta que incluso sus propios estudiosos consideran que aun es una herramienta 100% demostrada, y un ejemplo de eso puede ser la reciente estrategia a 10 años que se desea realizar en tiendas por medio de cámaras de video, para de este modo grabar las reacciones de los consumidores, gestos y movimientos a la hora de escoger un producto entre muchos. El hecho de que un estudio de este tipo se plantee a 10 años, ya de entrada habla de la dificultad y la rigurosidad del mismo, un estudio que solo hasta dentro de ese tiempo y con estudios de apoyo, podrá desmentir lo que muchos consideran como la ciencia basura. Pero el otro lado del amoneda, nos deja en evidencia el hecho de que aunque no sean consideradas como la respuesta final ante el consumidor, si pueden apoyarse en investigaciones más tradicionales como lo afirma Richard Thorogood, director de estrategia y análisis en Colgate, al decir: las herramientas de neuromarketing pueden ser complementarias a otros métodos más reconocidos. Además, las firmas de neuromarketing tienen que asociarse con compañías de investigación más tradicionales.
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