Realizado por Camilo Andrés Pérez Izquierdo
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La periferia siempre ha estado presente en las sociedades y en Bogotá un ejemplo de ella son los mal llamados: “barrios de invasión” resultado del desplazamiento forzado y la violencia del país, en donde las personas tienen que dejar su vida atrás para buscar un nuevo lugar donde empezar y, en la gran mayoría de los casos, tiende a ser por medio de la ilegalidad.
Por la complejidad en la que están inmersos estos barrios periféricos, muchas veces los derechos son negados, no hay institucionalidad ni justicia, pero persiste la pobreza y un estigma general por parte de la población, las alternativas de vida son pocas.
Sin embargo, siempre hay resistencia, y en el barrio Potosí, Ciudad Bolívar en Bogotá, hay un soñador audiovisual que repensó al cine desde los barrios.
¿Cómo se llama? una presentación general
Mi nombre es Daniel Bejarano, soy comunicador social, estudié psicología comunitaria, cine, y soy fundador del festival internacional de cine y de arte comunitario y la escuela de cine Ojo al Sancocho, de la sala de cine: Potocine .
Soy cofundador de estos procesos que están ubicados en el barrio Potosí en Ciudad Bolívar en Bogotá, Colombia y también soy gestor de la red de cine comunitario de América Latina
¿Por qué el interés en este barrio en especial?
Cuando pregunté cuánto valía hacer una película y todas estas cosas pues digamos que los altos costos, sentí que no era posible hacer cine, había una pregunta que surgió a unos compañeros y a mí ¿era posible hacer cine sin tanto dinero, hacer cine con las comunidades del común?.
Yo no conocía Ciudad Bolívar y unos amigos me invitaron, allí propusimos hacer un proyecto de cine participativo, cine comunitario para resolver esta pregunta que era ¿es posible hacer cine con la gente del común, que dirijan sus propias películas?
Encontramos en Ciudad Bolívar un lugar maravilloso por su historia de construcción colectiva comunitaria, allí hemos podido responder la pregunta: si es posible hacer cine sin tantos recursos, cine participativo, cine con la comunidad.
¿Cuál es el acceso al cine o cómo democratizamos el audiovisual en Colombia? Eso es lo que hemos hecho, promover la democratización del audiovisual y Ciudad Bolívar es un símbolo a nivel distrital y nacional de la construcción de paz y la lucha comunitaria allí encontramos que el cine comunitario podía tener un espacio para acompañar estas luchas.
La producción de conocimiento a lo largo del tiempo se fue privatizando en espacios meramente académicos y luego reduciendo metodológicamente a un proceso científico rígido.
Sin embargo, desde los procesos comunitarios la producción de conocimiento no es lineal, ya que lo importante es establecer pasos lógicos y comprensivos que den continuidad a un recorrido de apropiación y transformación de la comunidad, democratizando a su vez el audiovisual en donde se ve reflejado ese fortalecimiento del tejido social.
¿Qué es Potocine y qué es cine comunitario?
“Potocine es una sala de cine comunitaria, es la primera sala de cine comunitario de Ciudad Bolívar, está ubicada en la frontera entre Ciudad Bolívar y Soacha en una de las montañas y es un espacio para ver cine comunitario.
El cine comunitario es un encuentro entre diferentes que se hace con bajos recursos y que busca más que un producto, una película o un producto audiovisual; se busca una construcción colectiva a través del audiovisual, eso es el cine comunitario, una construcción colectiva y comunitaria desde lo audiovisual.”
La autoconstrucción del Potocine tiene un gran valor simbólico: el intercambio de conocimientos entre distintos actores de la comunidad para lograr su planeación, ejecución y elaboración es una muestra de ese trabajo colectivo que no tiene como finalidad un lugar donde ver películas, sino esa resistencia y construcción de lo colectivo.
Potocine no solo es un cine aislado sino que tiene diferentes significaciones históricas, ser el primer cine comunitario de Ciudad Bolívar, resiste al abandono estatal, y así mismo sirve de referente para impulsar nuevos proyectos comunitarios similares, incluso a nivel mundial.
¿Qué diferencia hay entre el contexto en el que empezaron, en el que surgió el proyecto y en el que se encuentran ahora? ¿Qué tanto han cambiado el barrio, la localidad o Bogotá?
“Cuando llegamos a ciudad bolívar, que fue como a finales del 99’ o 2000, todavía tenía unas confrontaciones y unos escenarios muy complicados, Ciudad Bolívar tiene tres territorios claves, un primer territorio en la parte plana que es en Candelaria la nueva y está la parte media y la parte alta que ya son los límites con Soacha.
Los primeros cinco años no podíamos subir a la parte media ni alta porque había bastantes conflictos, guerrillas, paramilitares, otros grupos armados ilegales o legales y comenzamos a trabajar con diferentes jóvenes de diferentes comunidades todo este tema del cine comunitario buscando construir desde las diferencias.
Poco a poco fuimos subiendo, compartiendo esta experiencia con otros colectivos, otras comunidades locales, y eso ha logrado este trabajo no solo desde el cine comunitario sino desde otra área con otros colectivos para poder disminuir la violencia, generando un espacio de diálogo con diferentes actores.
Eso es lo que hemos hecho, tanto con el estado, grupos armados y la comunidad en general y esto nos ha llevado a que el festival juegue un rol importante en esa construcción de paz a nivel local . Hoy el escenario es otro, es un escenario más pacífico, tranquilo, menos estigmatizado con grandes movimientos que siguen apostándole a la paz.
Hay momentos difíciles como el que estamos de nuevo viviendo con los dos atentados del último mes aquí en Ciudad Bolívar, eso de alguna manera achanta a la comunidad y le baja los ánimos, pero siempre hemos buscado avanzar a pesar de toda la violencia que hay alrededor, ser muy resilientes.
Entonces, ¿Qué ha cambiado?, es un territorio mucho más pacífico, más resiliente, más comprometido con la no violencia”
El cine comunitario es el proceso integral que hace valioso al proyecto, aquel que es la materialización de ese pasado que justifica la resiliencia del presente, de la memoria, de los sueños de quienes no se sentían con el derecho a soñar, pero ahora saben que es el principio para transformar el mundo empezando por el barrio.