Imágenes Ocultas: Dibujos, Grabados y Acuarelas en las Colecciones de la Biblioteca Nacional de Colombia



La exposición consta de una colección de piezas recuperadas que por si mismas cuentan una historia propia y al ser organizadas con un orden narrativo logran adquirir un sentido colectivo sobre las representaciones más sinceras y sublimes de nuestra cultura.

Por: Valentina Guerrero Rojas

Para la construcción de toda una narrativa completa, la exposición “Imágenes ocultas: dibujos, grabados y acuarelas en las colecciones de la Biblioteca Nacional de Colombia” nos introduce desde un inicio en un ambiente sobrio, callado, intelectual y frio. Abre con el boceto de una mujer campesina dirigiéndosele a un niño por José María Espinosa. La obra está rayada y manchada de diferentes tintas, por lo que la atmósfera de la pintura se convierte en estos pequeños accidentes que se acompañan de la frase de Bill Viola (1951) para recordarnos que “las imágenes viven en nosotros”.


Ya adentrados en la experiencia que está dispuesta a brindarnos la Biblioteca, nos encontramos con una división tanto espacial como argumental del salón en cuatro secciones:

La primera, titulada Érase una vez una librería, donde las paredes son quienes exponen parte de la historia de la Biblioteca y la recopilación de los elementos que vemos en la colección. En esta -como en todas de aquí en adelante- la sala del Fondo Antiguo (donde se realiza la exposición) es el narrador que susurra sigilosamente la historia detrás de cada una de las obras que presenciamos. Como algunas de sus obras más destacables están una colección de xilografías de Nancy Fiederman Sánchez que ilustran la novela Un acordeón tras la reja, que usa fondos negros y trazos blancos en contraste para contar parte de la historia afro en Colombia y la representación de Procesión Muiska, una danza cultural.

La segunda, titulada Clásicos de ayer y de hoy: los dibujos y acuarelas de José María Espinosa, la Comisión Corográfica y Alberto Urdaneta, una colección de caricaturas y pinturas con tintes políticos y humorísticos que descansan sobre lisas mesas de madera con esencia a limpiavidrios e historia. Este apartado nos da una mirada más cercana a los ideales primarios de los autores que, mediante líneas exageradas y colores vibrantes cuentan un chiste del que -se supone- solo ellos se reirían.

La tercera, Imágenes escondidas entre vetustos folios, un vistazo a la Colombia del siglo XIX contrastando la automatización en la producción de libros gracias a la imprenta con las ideas fugaces que terminaron por plasmarse en hojas escondidas entre las páginas de dichos libros. En esta sección encontramos desde litografía, bocetos a un trazo, dibujos a lápiz y pinturas muy bien conservadas, hasta periódicos y libros de editorial, como El duende y La Gaceta, que reposan en vitrinas con un significativo desgaste en las páginas por la cantidad de veces que han sido exprimidos de información.

La última es El ojo que colecciona: obra gráfica del siglo XX y XXI, compuesta por donaciones de algunas de las obras de personajes como Germán Arciniegas y Eduardo Carranza, que retratan un sentimiento más profundo, más cotidiano y se compone de ilustraciones caracterizadas por líneas finas y simples con sombras que agregan protagonismo y drama a la figura principal que solían acompañar sus poemas y artículos de divulgación cultural.

Sin duda alguna, esta visita es todo un viaje por la cotidianidad, las preocupaciones, la estética e incluso el sentido del humor del colombiano del siglo XIX y XXI. Toda una mirada más artística de su rol en la sociedad que hoy nos permite construir nuestra propia identidad nacional a partir de las narrativas creadas por estos maestros -más por su mensaje e inspiración que por su técnica- del arte.

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