Fast fashion: La cara no tan amable de la industria de la moda



¿Sabe usted en realidad de dónde proviene esa chaqueta, blusa o pantalón que está usando en este momento para estar a la “moda”?. Cada año se generan aproximadamente 92 millones de toneladas de residuos textiles en el mundo y 39.000 toneladas de ropa llegan al desierto de Atacama al norte de Chile anualmente.

Por: Valentina Rueda

El fast fashion o moda rápida es mucho más que tiendas de renombre como Shein, H&M y Zara sacando nuevas colecciones cada temporada. La industria textil ocupa el segundo lugar de los sectores más contaminantes después del petróleo generando cerca del 10% de las emisiones globales de carbono. El negocio de la moda está valorado en 2,4 billones de dólares aproximadamente y emplea a más de 75 millones de personas en su mayoría del sudeste asiático.

La premisa del fast fashion es sencilla, nuevas colecciones cada 15 días con un precio asequible, costo de producción muy bajo y por ende mala calidad de las prendas lo que aviva la problemática de no poder reutilizar la ropa. Debido a la tendencia del fast fashion el consumidor promedio ahora está comprando un 60% más de ropa en comparación con el 2000, pero el uso de las prendas ha disminuido a la mitad y el 40% de la ropa nunca llega a usarse (UNECE, 2018).

La ropa que se arroja a la basura aún con vida útil se traduce a la escandalosa cifra de 460 mil millones de dólares perdidos; la mayoría de estas prendas solo se usa de 7 a 10 veces y luego se tira. Lastimosamente esta problemática solo es la punta del iceberg y abarca mucho más que millones de dólares.

Para confeccionar un solo jeans son necesarios 7 mil litros de agua (lo que bebería una persona en 10 años). Esta industria es la responsable del 35% de micro plásticos presentes en el océano, además las sustancias químicas utilizadas en todo el proceso de convertir la materia prima en textil son sumamente tóxicos para la salud humana.

Por otro lado, está la realidad de miles de personas, en su mayoría de países asiáticos como China y Bangladesh más conocidos como “esclavos textiles» quienes son explotados laboralmente. Dado que la industria de la moda necesita mano de obra poco cualificada en sus etapas iniciales, se estima que más de 1 millón de niños trabajan en campos de cultivo de algodón. Uno de los rostros más representativos de la explotación es Shima, una joven que entró a trabajar en la industria con solo 12 años por 10 dólares al mes.

Y como si fuera poco algunos trabajadores cubren jornadas de 10-14 horas al día en situaciones precarias exponiendo su integridad. La mayoría de fábricas son edificios en mal estado, sin ventilación. En las temporadas de más actividad, pueden llegar a trabajar hasta las 2 o 3 de la mañana para cumplir con los pedidos establecidos por las marcas. 

Mujeres explotadas laboralmente en Bangladesh. Tomada por: Adriana Romero Sánchez Ferrer

El 80% de quienes trabajan en esta industria son mujeres; En India, 1 de cada 7 trabajadoras sufre abuso sexual en el trabajo. Sólo el 3,6% de los casos de abuso sexual denunciados recibe respuesta por parte de la fábrica. (Clean Clothes Campaign).

Evidentemente la responsabilidad no recae únicamente en las grandes marcas, debemos estar consientes que el consumismo del que somos víctimas también es una problemática de gran impacto no solo por todo lo que hay detrás de cada prenda sino también porque este consumismo nos está obligando a cumplir estándares de belleza imposibles de alcanzar lo que también repercute seriamente en la salud mental del consumidor.

Definitivamente estamos frente a un dilema que exige una respuesta seria y coherente, que empiece por un cambio en las políticas de la industria y una seria investigación de las condiciones de trabajo a las que son sometidos estas personas para transitar hacia un modelo de consumo más responsable y sustentable.

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