Por: Javier Correa Correa
Ah buenos retos los que nos ponen los estudiantes. Y, claro, es apenas justo aceptarlos. Como el que me plantearon los currinches la semana pasada, cuando les pedí que para cerrar el semestre hicieran un balance de la materia Argumentación y enunciación en la dinámica del discurso, en el programa de Comunicación social y periodismo de la Universidad Central, y una estudiante me dijo: “profe, haga usted también un ensayo”.
Así que aquí voy. Despacio, porque hay muchos factores adelante.
¿Para qué sirve la argumentación? ¿Es acaso una materia más que permite avanzar en el recorrido del pénsum para obtener el grado? ¿Lo importante es pasarla sin importar mucho qué tanto se haya asimilado? ¿Será que tiene alguna aplicabilidad en el ejercicio profesional independientemente de cuál sea la disciplina? ¿Lo que se trabaja en el transcurso del semestre es para “aprender” a argumentar, incluso manipulando, o para evitar ser manipulado?
Argumentar, en inglés, es discutir. Y aquí se ha asumido ese criterio, pues se cree que de lo que se trata es de vencer a la otra persona en una pelea verbal que, incluso, podría llegar a las manos. O a los puños, al fin y al cabo hoy nos saludamos chocando los puños, por aquello de la pandemia. Pero no. Argumentar es exponer conceptos, criterios, un punto de vista en torno a una situación que se nos presenta. Y más que sobre una situación, es sobre un proceso. Y ahí radica parte del asunto, pues cuando revisamos hechos nos estancamos en el inmediatismo, en lo coyuntural, en lo estático. Nada es ya. Todo es fruto de unas causas y tiene unas consecuencias. Y eso es lo que debemos analizar. Para eso sirve la argumentación, que tiene aplicación para periodistas, publicistas, administradores de empresas, músicos, literatos, ingenieros, economistas, estudiantes, docentes. Y hasta políticos. Aunque estos últimos sean, en su mayoría, los que mediante sofismas manipulan para conservar unos privilegios.
Este último comentario voy a dejarlo, claro, por la urgente necesidad de lo que sucederá el próximo domingo 29 de mayo, cuando tenemos en nuestras manos la posibilidad de mejorar este país del Sagrado Corazón. El que entendió, entendió. Había que decirlo y se dijo.
La segunda y tercera preguntas acerca de si se trata de una materia para avanzar en el pénsum sin preguntarse por la utilidad, yo soy el primero en sostener que sí y que no. Sí es un escalón académico más y cuando alguien pierde la materia, no solo tiene la obligación de repetirla sino que además debe pagar otra vez los créditos correspondientes, en plata contante y sonante. Algo no tan agradable. Es otro peldaño, y subirlo implica haber asimilado una serie de tips –como hoy se les dice a los consejos– sobre cómo enunciar y sostener una idea, teniendo en cuenta a la otredad –individual y colectiva–, sin necesidad de aferrarse a lo que se trae en mente sino con esta lo suficiente-mente abierta para dialogar –exponer y escuchar– e, incluso, para cambiar de parecer. Quien ignora a la otra persona, pierde. Y ni qué decir de quien impone, de quien manipula.
Creo que vamos respondiendo las preguntas. Sigue la que se refiere a la aplicabilidad personal y profesional. En las familias, en las relaciones de pareja, entre estudiantes y docentes, la argumentación es un elemento fundamental para detectar conflictos y superarlos. Conflictos desde los más pequeños, como quién lava los platos después del desayuno, hasta los de mayor trascendencia, como la injusticia social, y como la participación política para superar esos conflictos.
Ejemplo de la manipulación en vez de la argumentación está en el Plebiscito sobre los acuerdos de paz de Colombia que se realizó hace seis años, en el que convencieron a la mitad de los ciudadanos de que si había paz quitarían la plata de salud y la educación para dárselas a los exguerrilleros, que gobiernos extranjeros aprovecharían para invadir a Colombia o que las personas se volverían homosexuales. Ninguno de esos “argumentos” era válido, aunque los votos sí validaron el no a la reconciliación entre colombianos y por eso los amigos de la guerra quedaron felices para volver trizas la paz. Y lo han hecho, por lo que la guerra se ha prolongado, con centenares y miles de desplazados, heridos, secuestrados, muertos.
¿Quiere alguien otro argumento para entender la importancia de argumentar?