“Eso es de locos”

Hecho por: Maria Paula Landázuri Portilla / @mapi_blue

Las falencias de la cobertura en salud mental en un país dónde más de la mitad de la población lo requiere.

Imagine por un momento que es una niña de 12 años, vive en un barrio periférico de la ciudad de Bogotá y es la tercera de cinco hermanos. Hay muchas cosas que hacer, el dinero escasea, y más seguido de lo que le gustaría, va al colegio sin desayunar. 

Un día la psicóloga del colegio habla en el salón de salud mental. Probablemente es la primera vez que escucha palabras como ansiedad o depresión. Algunos de esos síntomas los reconoce en sí misma y siente miedo, sabe que hace meses que no está bien, pero ahora por fin le puede poner nombre.

Mientras cenan les cuenta a sus padres de la charla, está emocionada, sin embargo sus esperanzas se rompen al ver la cara de su papá “eso es para gente con plata mija”, dice mientras toma el jugo. “Es una bobada hija, seguro se te pasa pronto” dice su mamá mientras retira los platos de la mesa.

Pese a que es ficción este relato, puede acercarse demasiado a las historias de muchas niñas, niños, jóvenes y adultos a lo largo y ancho de Colombia, pues como bien sabemos nuestro sistema de salud tiene muchas fallas: las citas y autorizaciones que demoran meses en estar listas, el poquísimo tiempo de consulta y el escaso seguimiento a los casos.

Teniendo en cuenta que hablamos de salud mental, un campo tan estigmatizado, es aún más complejo conseguir atención de calidad dentro del sistema público, y la atención privada es demasiado costosa para gran parte de la población. Lo más grave es que muchos no se atreven a ir porque creen que eso es “para locos”.

Para la Organización Mundial de la Salud (OMS): “La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social”, y sin embargo en Colombia por lo menos el 61% de la población mayor de edad no tiene acceso a atención en salud mental, pese a ser propensa a sufrir de estos trastornos.

Carlos A. Palacio en el artículo Salud mental en Colombia. Un análisis crítico, nos hace un recuento de las leyes promulgadas en los últimos 30 años relacionadas con el manejo institucional de estos pacientes, resaltando una deficiencia sistemática donde los pacientes tienen que recurrir a tutelas para hacer valer sus derechos.

Aunque la legislación en el tema es amplia, el servicio sigue siendo insuficiente. Estas falencias se deben muchas veces a “variables actitudinales, sociales y estructurales propias del sistema de salud”, provocando así una brecha entre lo que dice la norma y la realidad.

“Los trastornos mentales tienen un fuerte impacto social, en la productividad y en la calidad de vida de las personas, siendo con frecuencia víctimas de estigmatización” según el artículo Análisis de las necesidades y uso de servicios de atención en salud mental en Colombia, de los autores Diana C. Zamora-Rondón, Daniel Suárez-Acevedo y Oscar Bernal-Acevedo.

Los autores muestran además que hay una “relación entre la alta sintomatología en salud mental y características sociodemográficas como desempleo, bajo nivel educativo, estado civil de separación o divorcio”, lo que puede profundizar las desigualdades.

“Las cifras, son escandalosas, el 60% de las personas que acuden a un servicios de atención básica en salud, tienen síntomas ansiosos y depresivos, solo el 30% de ellos se les indaga y diagnostican estas alteraciones, pero un porcentaje menor recibe el tratamiento adecuado” según Situación de salud mental en Colombia.

Los autores Luz Ángela Rojas-Bernal, Guillermo Alonso Castaño-Pérez y Diana Patricia Restrepo-Bernal, continúan enumerando las posibles consecuencias de la falta de atención adecuada en salud mental, y el panorama no es alentador. Esto lo comprueba con datos como que en el mundo se presenta un suicidio por minuto, cifra claramente alarmante.

Todas estas cifras nos hablan de un problema latente en nuestras sociedades, y pese a que hay una clara preocupación de algunas entidades, sigue siendo un servicio que se considera un privilegio, algo a lo que muy pocas personas pueden acceder y que sin embargo es vital para la vida en comunidad y el desarrollo normal.

Hablar del tema es la principal acción a la que podemos recurrir, porque parte de la falta de atención se debe al estigma. Es tiempo de normalizar la asistencia a la atención psicológica, y dejar de lado la culpabilización y la minimización del problema, para así darle paso a diálogos claros que nos permitan mejorar nuestra calidad de vida.

Tanta vida por vivir

Hecho por: Maria Paula Landázuri Portilla / @mapi_blue

Una crónica narrada en la voz de una persona que estuvo internada en un hospital psiquiátrico por intentos de suicidio

“Flaca” eso fue lo que escucho Yiyo* durante su primaria y bachillerato, seguido por “fea” y otros adjetivos calificativos que se fueron guardando en su memoria y creando un complejo con su cuerpo, “yo no tenía nada especial, sentía que no estaba bien, no quería estar aquí”, me dijo.

Buscaba salidas, pero hablar de cómo se sentía le daba vergüenza “me daba ansiedad mirarme al espejo, me autolesionaba” Tenía cicatrices en las piernas y en las caderas, bien escondidas para que nadie las viera.

“Eso son tonterías, deje de pensar en eso” le dijo su mamá cuando ella le contó lo que sentía; minimizando ese sentimiento que llevaba días intentando exteriorizar “uno por dentro se está muriendo, sintiendo que le falta todo, uno no es capaz ni de levantarse”.

Esta ausencia de sentido se transformó en consumo de drogas, “lo que me daban yo recibía” una droga una tras otra, las fue probando, y cuando paraba llegaba la ansiedad, y el síndrome de abstinencia, todo en un ciclo autodestructivo que le quitaba la calma.

Se enfermaba de cualquier cosa, se inventaba las gripas, dejó de asistir al colegio, eso era mejor que escuchar todos los apodos e insultos. No obstante, esto no impidió que su rendimiento fuera excelente, era muy responsable, le tocaba, era lo que le habían exigido toda la vida en su casa, algo menos era inaceptable.

“yo era una niña, tenía 15 años” dijo luego de hablar de su primer noviazgo, en el que tuvo sexo por primera vez, “yo nunca lo quise, solo era el sentimiento de saber que alguien me quería” al terminar con ese noviazgo la internaron, sin embargo, las señales de que necesita ayuda venían desde mucho antes.

 

Fue realmente su tercer intento de suicidio lo que marcó un punto de quiebre, primero fueron las pastillas, nunca las suficientes para ocasionar daño, ni siquiera para un lavado.

Pensó en ahorcarse un domingo, su familia había ido de paseo, pero ella decició quedarse; ahí fue cuando, en el taller de carpintería de su papá, encontro una soga, minutos le faltaron para hacerlo, en menos de lo que esperaba escucho el ruido de los carros llegando y las voces tantas veces escuchadas, como pudo guardó todo y fingió normalidad como siempre.

La tercera ya no se pudo ignorar, se intentó tirar a un bus, con la suerte de que frenó antes, ella, que se había desmayado al momento del incidente, fue llevada a urgencias psicológicas y luego trasladada al Hospital Civil.

En los 3 días que estuvo allá sintió mucho miedo, sentía presión, y aunque su mamá estaba ahí, ella tenía ganas de irse, “yo decidí quedarme”, me dijo, mientras contaba que escuchó llegar a la ambulancia que la trasladó al Hospital San Rafael, dónde pasaría las siguientes 3 semanas.

“Había un olor como a muerte, como a desesperación” dijo ella al recordar su primera impresión del lugar, a continuación la desnudaron, bañaron y revisaron, no podía ingresar nada externo, le dieron una sudadera que le quedaba corta y que según recuerda no la abrigaba para nada.

Todo ahí tenía un horario, las horas de la comida y el tiempo que se estaba fuera y dentro de las habitaciones. Estaba vigilada permanentemente por una cámara en su cuarto, el baño sin puerta y la cama con almohadas y sábanas justas, la puerta cerrada y un timbre para llamar a la enfermera por si acaso.

A los 3 días la pasaron a “intermedios” una zona solo de mujeres, ella dormía con pastillas, pero a veces se le pasaba el efecto a mitad de la noche y escuchaba a una de sus compañeras esquizofrénicas gritar, no le quedaba más opción que esperar a que se hiciera de día.

Su nueva habitación daba al patio, más precisamente a un árbol, pero ella dormía mirando a la pared, ahí ya no tenía baño, le tocaba bañarse en turnos de a 3 en las duchas fuera de los cuartos.

“la gente no tenía el derecho de decirme, estas fea, estás flaca, come, haz esto, haz lo otro, no tenían el derecho porque era yo, era mi cuerpo”, afirma al recordar. Había un profundo sentimiento de culpa en ella, que se intensificaba al recordar a su papá llorar, sabía que él no se merecía eso y ella tampoco.

A la tercera semana salió, quedaban en su memoria las historias y las personas que conoció dentro, sentía que se había dado un descanso y ahora debía volver. “Eso fue como un abrazo que me hacía sentir tan acompañada”, dice mientras recuerda la reacción de su familia. 

“El tiempo no cura nada pero hace que el recuerdo sea más llevadero” asegura al pensar en todo lo que vivió, y me repite una y otra vez que sí se puede, que siempre se puede, ella se alegra de haber fracasado en sus intentos de suicidio “me faltaba tanta vida por vivir”.

Ahora está bien, está estable, estudia algo que le gusta y quiere entrar a la universidad pública, sabe que la depresión y la ansiedad no se van a ir del todo nunca, y aún así tiene esperanza, pues, en sus palabras “esta vida es un sube y baja”.

 

 *Fue el apodo que escogió la entrevistada para ser usado en lugar de su nombre propio

El beneficio del Eye Tracking en la Publicidad

POR: Valeria Aldana Ramos y Paula Penagos Correa

El Eye Tracking es un concepto y herramienta tecnológica que es desarrollada a causa de la evolución y el uso constante de la web con el fin de aumentar la interactividad entre el usuario y el sistema informático. Este concepto se basa en una tecnología de seguimiento ocular que permitirá conocer e identificar los comportamientos y reacciones del usuario al momento de percibir estímulos ligados a determinadas comunicaciones y productos en la web.

Esta solución tecnológica pretende obtener información del usuario analizando sus movimientos oculares por medio del lanzamiento de rayos infrarrojos a los ojos del individuo que está mirando un lenguaje clave para el análisis. La dirección que siguen estos rayos va desde la pupila del usuario directamente hasta el aparato permitiendo así calcular de manera precisa qué es lo que le llama la atención.

Pero ¿qué información se obtiene cuando se realiza un eye tracking? En primera instancia esta herramienta permite saber dónde está mirando una persona de manera continua, qué le llama la atención, posibles intenciones que pueda llevar a cabo, estados de ánimo, si las señales visuales de la Web tienen una conducción eficaz y si el cliente tiene la capacidad de localizar la información requerida.

Retinal biometrics technology with man’s eye digital remix

Ahora bien, ya sabiendo todo esto ¿en qué le beneficia el eye tracking a la publicidad?, como se sabe la publicidad busca en todo momento conocer cuales son los intereses del consumidor o su público objetivo con el fin de que este aumente el consumo de diferentes marcas, productos y servicios, con el eye tracking se pueden aportar estrategias de alto valor como la mejora de la estructura del contenido, de la experiencia de los usuarios en la web, la creación de una guía para alcanzar el objetivo del negocio, facilitar los procesos que realiza el usuario, conseguir un mejor posicionamiento en internet y mejorar la imagen de marca a través del sitio web. Por lo tanto, todos estos beneficios permiten analizar periódicamente qué contenidos funcionan y cuáles se deben desechar para así optimizar la información incluida en la página o perfil.

No obstante, aunque este servicio puede llegar a ser beneficioso para una variedad de empresas, negocios o agencias, es importante destacar que el costo de esta herramienta puede variar según la gama que se requiera, es decir, se pueden encontrar eye trackings entre US$100 a US$10.000 en adelante, dependiendo de la precisión de las preguntas ya que unas necesitan una medición alta, en el rango de los 0,1° de ángulo visual y otras pueden hacerlo con solo 1,0° de precisión.

En conclusión, aunque el eye tracking para algunos negocios puede llegar a ser costoso, se puede convertir y considerar una inversión, debido a que esta herramienta permitirá solucionar la mayoría de las dudas o problemas con respecto al consumidor e identificar los puntos favorables y débiles que se tienen en los contenidos con el fin de poder mejorar el posicionamiento de la marca o producto en la web, teniendo como resultado final una retribución positiva a nivel económico y una imagen de marca consolidada.

Webgrafía:

La culpa siempre será de los videojuegos

Por: Brahyam Camilo Muñoz Romero

La violencia en los videojuegos causó la matanza de Florida, Estados Unidos, en el 2019, según el expresidente Donald Trump, rueda de prensa de CNN. Cuando Nick Cruz asesinó a 17 estudiantes en el instituto Marjory Stoneman de Florida, el gabinete presidencial señaló como sospechoso de instigador de masacres a los videojuegos.

La culpa la tuvieron las armas virtuales y no las reales, como el rifle AR-15 (grado militar) que consiguió un estudiante con tan facilidad. No puedo negar que existen videojuegos violentos y con escenas muy pesadas, pero ¿Son los causantes la violencia juvenil?, o ¿Son los responsables de influir a los jóvenes para cometer un crimen?

“Los padres de un niño normal y sano que se preocupan porque los videojuegos de acción vayan a inspirar a sus hijos para cometer un crimen horrible son como los padres de los años 80 que se preocupaban porque sus hijos escucharan heavy metal. Francamente, los videojuegos no son un problema”, argumenta Christopher Ferguson, doctor en psicología, en su ensayo Moral Combat: Why the War on Violent Videogames Is Wrong.

Irónicamente, los videojuegos cumplen el rol de distractores para actos violentos, pues hacen que los jóvenes se queden en casa. Un principio que lleva años usándose en todo el mundo, por ejemplo, la construcción de canchas de baloncesto en barrios de conflicto, que también reduce los actos violentos.

Es fácil librarnos de la responsabilidad de nuestros actos cuando culpamos a lo que vemos. Las películas, las series y los libros también contienen violencia descriptiva y gráfica y no causan un conflicto; el problema no está en el contenido. Por el contrario, cuando la trama refleja la agresividad de la naturaleza humana, nos hace conscientes de cómo actuamos.

Esto es un argumento sentimental, pero cuando conectas con la historia de un videojuego, entiendes la enseñanza o identificas la violencia en la realidad: La importancia de la paz en Metal Gear, la crueldad de la guerra en Call of Duty, la venganza no es la solución en The last of us 2, hay que proteger al débil en Assassin´s Creed, etc.

De la misma manera, al estar tanto tiempo expuestos a escenarios de violencia corremos el riesgo de acostumbrarnos a ellos.

Cuando el sufrimiento y el dolor es cotidiano, nos volvemos inconscientes e insensibles. Explicado en el libro Violence exposure in real-life, video games, television, movies, and the internet: is there desensitization?, de Jeanne B Funk, Heidi Bechtoldt Baldacci, Tracie Pasold, Jennifer Baumgardner.

Sin embargo, este tipo de narraciones acuden a la subjetividad y las interpretaciones de cada persona, basadas en la formación y las experiencias. Entonces si hay jóvenes que se inspiran y otros que se adormecen con los videojuegos, el problema no es el contenido que los haga violentos; sino en la falta de educación de cómo percibir y entender la violencia.

Por ejemplo, hay normas que restringen la venta y la disponibilidad de juegos violentos a menores de edad. No sirven para nada, no hay una regulación en la compraventa; además de que los comerciantes hacen caso omiso a esta ley, los padres les regalan a sus hijos cualquier juego sin tener en cuenta la clasificación de violencia.

“La violencia y la agresión es un aprendizaje y requiere de entrenamiento. La paz es un aprendizaje y requiere de entrenamiento” Mª José Dólera Dólera Psicóloga y Criminóloga.

No existen estudios científicos que relacionen a los videojuegos como motivadores de actos violentos o delictivos en los jóvenes. Pero no se puede negar que sí hay momentos en que un joven puede sentir rabia y frustración, causando periodos cortos de agresividad. Esto puede funcionar como catarsis.

Encontrarse con amigos online para destruir monstruos virtuales baja el nivel de estrés y no hay riesgo de que confundan lo virtual con lo real. Disfrutar de los juegos de video son una buena manera de distraerse, incluso de socializar al conectar con personas que comparten una afición. Artículo de investigación:The association between video gaming and psychological functioning.

Los estudios científicos han encontrado que los videojuegos de reacción rápida son como un entrenamiento, que integra en el cerebro las funciones sensoriomotoras con la atención, resultando psicomotricidad fina:

– Los juegos de disparos estimulan las funciones visoespaciales, mejorando las habilidades de orientación. Se ha registrado crecimiento del hipocampo derecho, relacionado con memorizar lugares y rutas junto a los acontecimientos peligrosos.

– Los juegos de acertijos lógicos estimulan el córtex entorrinal, vinculado con el razonamiento espacial y la formación de memoria.

– Videojuegos rítmicos desarrollan la atención activa, la que se usa para no distraernos, por ejemplo, la que se usa para leer un libro o resolver un problema matemático; y la atención pasiva, la que reacciona con un estímulo involuntario, lo que es un susto.

– Juegos como los de realidad virtual están diseñados para captar la atención y generar una respuesta usando dichos estímulos.

Tomado de Neural basis of video gaming: A systematic review. Frontiers in human neuroscience.

Los videojuegos son como cualquier otro pasatiempo. Al capturar nuestra atención y premiar las reacciones a los estímulos que ofrece, apela al sistema de recompensas (bucle de ganglios tálamo-cortical cortico-basal), el cerebro libera dopamina. Lo mismo pasa con otras actividades placenteras como en el deporte.

Puede que los videojuegos no sean la causa de la violencia juvenil, pero sí son fuente de problemas en la salud pública. La adicción deriva en sedentarismo e inactividad motora, a su vez que estas causan problemas cardíacos, trombosis, artritis y lesiones de tendones en las manos. Weinstein, A. M. Computer and video game addiction.

Las adicciones siempre se originan por las predisposiciones emocionales y sociales. Hay que prestar atención a la salud mental, porque en muchos casos los jóvenes afirman “jugar videojuegos para escapar de la triste realidad”. Es muy difícil hacer que las personas moderen o renuncien a algo que los distrae de sus problemas.

Por eso, si eres un adolescente, la recomendación es que juegues, disfrutes y aprendas de lo que hay en tu pantalla, pero con responsabilidad. Y si eres un padre, comparte con tu hijo y quédate al pendiente de su entorno para no prohibir, sino para prepararlo, educarlo y enseñarle las situaciones de la vida real con ejemplos virtuales.

Persistencia Musical

Por: Jacqueline Hernández Torres – Estudios Musicales, Universidad Central

Mi familia y yo llevábamos alrededor de un mes sin salir de casa debido a la pandemia. Escuchábamos noticias de amigos cercanos y familiares infectados por covid–19, algunos eran entubados, otros simplemente lo describían como un pequeño dolor de garganta o una gripe fuerte, pero otros ni siquiera tenían el privilegio de poder contar la historia, por fortuna, hoy puedo hacerlo.

El 17 de abril de 2021, decidimos salir con mi hija y mi esposo a un parque cercano en Chapinero. Al salir de casa, nos percatamos de la cantidad de personas que ya estaban manejando su vida como si nada hubiese pasado, había algunas restricciones sociales, pero nada como meses atrás, cuando te sentías un asesino si salías a la tienda de la esquina con una rinitis alérgica.

Las cosas habían mejorado para el resto del mundo, pero para nosotros empezó una pesadilla que solo terminaría meses después. Esa madrugada mi hija se despertó con fiebre de 40 grados; por supuesto nos preocupamos, pero como la mayoría de las personas pensábamos que no pasaría nada grave. Pasadas un par de horas empezó a empeorar, pero no había manifestaciones de infección respiratoria, parecía una gripe muy fuerte y decidimos manejarla en casa. Al día siguiente, mi esposo se despertó decaído y con un fuerte dolor de cabeza; yo estaba perfecta, nada me molestaba, y de hecho me sentí con mucha energía para cuidarlos. Llamamos a la EPS para reportar nuestra situación y decidieron enviar a unas personas para realizar la prueba PCR a domicilio, prueba que después, saldría negativa para todos.

Estábamos emocionados porque, bueno… No era covid. Mi esposo empezó a tomar azitromicina por consejo médico, mi hija tuvo una mejoría significativa, y fue mi turno. Recuerdo que fue un sábado, un día antes de eso grabé mi parcial de canto de segundo corte –por la pandemia, debíamos enviar un video de alguna canción de nuestro repertorio para ser evaluados y así lo hice–, aunque no me sentía del todo bien.

Un pequeño dolor en la cabeza se hacía presente lentamente. Tuve mi última clase de canto antes de enfermar, fue una de las mejores, me sentía muy cómoda y tranquila; al terminar, apareció una extraña sensación de ahogo, por supuesto solo pensé que era cansancio, me tomé un acetaminofén y me acosté a dormir. Al otro día abrí los ojos y sentí en la garganta como si tuviese atragantada una pelota de lija, estaba completamente deshidratada, no podía moverme del dolor en los huesos y la espalda.

Pasó el día, me era casi imposible comer o beber cualquier líquido, y cuando intentaba hacerlo, la comida se me quedaba por un momento en la faringe y bajaba lenta y dolorosamente. Como el covid había sido descartado, pensé “tengo paperas”, pero no se veía ninguna inflamación significativa, a simple vista parecía que todo estaba bien.

Al caer la tarde, tipo 2 pm ya me era más difícil respirar, así que llamé a papá –es farmaceuta, había tratado pacientes con covid meses atrás, así que acudí a él en lugar de ir a urgencias– Me recetó amoxicilina e ibuprofeno, los tomé durante siete días, pero solo empeoré, el medicamento no hizo ningún efecto en mi cuerpo, perdí el gusto, el olfato y surgió la tos. Era una tos seca que me ahogaba cada vez que aparecía y no paraba. Hice todos los remedios caseros que conocía para desinflamar el tracto vocal pero nada funcionó, no podía cantar, utilizar la voz me ahogaba; al respirar, sentía como si mis pulmones estuviesen llenos de polvo, como si dentro de mi tórax hubiese un cigarrillo encendido todo el tiempo, me ardía el pecho, me dolía toser, cantar era imposible, incluso hablar lo era.

Mi maestra vio mi estado de salud y decidió aplazar mi parcial final para poder recuperarme, habló con el comité académico para realizar el examen iniciando el segundo semestre de 2021 y así pasó. Seguí tomando las clases del resto de mis materias, virtualmente. Fui al medico y me recetaron azitromicina, la tomé por 7 días, y empecé a sentir mejoría. Poco a poco recuperé las fuerzas, pero mis pulmones no mejoraban, y apareció la taquicardia.

Pasó alrededor de un mes, mi cuerpo se había estabilizado, pero la tos, la fatiga por cualquier movimiento permanecía. Recuerdo que un domingo el sol iluminaba como pocas veces lo hace en el apartamento donde vivimos, yo preparaba una pasta con salsa boloñesa para el almuerzo, mi hija estaba jugando en la habitación, iba a visitarme a la cocina de vez en cuando, todo parecía estar bien –esa mañana me desperté animada. Mientras preparaba la comida, veía una película en el celular, se llamaba Infierno azul. Recuerdo estar muy entretenida mirándola, cuando de pronto sentí que mi cabeza abandonaba mi cuerpo, algo parecido a cuando estás en la cima de una montaña rusa en el pico más alto, y caes; a esto médicamente le llaman vértigo, la diferencia –en mi caso– es que esa sensación permaneció por mucho tiempo, y todo a mi alrededor empezó a dar vueltas.

Mi esposo se estaba bañando, mi hija se acercó a preguntarme algo, pero no pude responder, me agarré fuertemente de la mesa, luego de las paredes, y llegué como pude a la habitación, me senté en la cama y por un momento perdí la consciencia. Mi esposo salió del baño, entró a la habitación, me vio y trató de ayudarme, pero yo no lo veía, no lo sentía, tenía los ojos abiertos, pero no percibía nada a mi alrededor. Mi hija se sentó en su pequeña mesita a jugar, mientras mi esposo corría por un vaso con agua, me lo entregó en la mano, pero no sentía la textura del vidrio ni el frío del agua: no estaba ahí, no estaba presente.

En su preocupación, Esteban me tomó de las manos, me levantó los brazos y preguntaba angustiado “¿Qué te pasa? ¿Qué sientes?” No lo podía explicar, no me salían las palabras y se oscureció todo. Mi atención se centró en mi hija, veía su rostro y me preguntaba por su futuro, después de esto me vi en un hospital, acostada en una camilla que me llevaba rápidamente a una sala inmensa, veía las habitaciones del hospital y la luz de los bombillos en el techo.

Volví en mí, me temblaban las piernas, las manos, el cuerpo no me respondía, la cara me hormigueaba y empezaron a sonar voces en mi cabeza que decían “te vas a morir”; continué mirando fijamente a mi hija y me preguntaba “¿Quién va a educar y amar a Marguerite como yo lo he hecho? ¿Quién será capaz de cuidarla como yo lo hago? No puedo hacerle esto –me respondí con rabia– No me quiero morir, no me voy a morir, ¡no ahora!”.

Mi esposo me abrazó, yo seguía sin sentirlo, no percibía su calor, ni la textura de su ropa, de pronto, juntó su pecho con el mío y exclamó “Inhala/exhala”. Lo repitió unas siete veces y poco a poco sentí mejoría.

Después de esto, Esteban se puso de pie, sirvió la comida, tomé el tenedor, puse esa deliciosa pasta en mi boca y sentí nauseas, la dejé a un lado y me puse de pie, busqué una sudadera y camiseta en el armario y me cambié, le dije a mi esposo: “Tengo un presentimiento y prefiero estar lista por si algo pasa”.

Salí a la sala de mi casa, me senté en el piso con la esperanza de sentir un poco los rayos de sol en mi rostro, observé la planta de mis pies, estaba completamente amarilla al igual que toda mi piel. Mi esposo salió, cerró la puerta de la habitación donde Marguerite estaba viendo televisión, se agachó, colocó sus manos suave y tiernamente en mis hombros y exclamó: “cuéntame, ¿qué pasa?”. Le respondí con un grito “¡siento que me voy a morir! ¡me voy a morir!” y rompí en llanto. Esteban me abrazó nuevamente y dijo “Mírame a los ojos, no te me vayas. No te vas a morir. Vamos a orar”. No recuerdo cuánto tiempo pasó, solo sé que fue efectivo, mi mente se estabilizó, mi corazón se apaciguó, mi respiración volvió a la normalidad, yo volví a la normalidad.

Al día siguiente, me encontraba sentada en la sala de mi casa, muy concentrada redactando el trabajo de investigación –es algo así como un borrador de tesis, no sé cómo sea en otras carreras, pero en música, lo empezamos a organizar un semestre antes de terminar materias–. Llevaba semanas sin dormir por mi estado de salud; por tanto, esa madrugada también decidí aprovechar el tiempo en lugar de preocuparme y adelantar el proyecto. A eso de las 9 am, estaba muy concentrada en el trabajo y de repente empecé a sentir mis manos hormigueando, los brazos me dejaron de responder y se entumecieron, mi mano izquierda se cerraba sola y el corazón me empezó a latir como si quisiera salir de mi pecho; tuve un ataque de ansiedad. Mi clase comenzaba a las 11 am, por tanto, escribí un correo a mi maestro comentando la situación, excusando mi ausencia y explicándole que debía visitar un médico.

Efectivamente me dirigí al centro médico de Teusaquillo para solicitar una cita prioritaria. Por mi sintomatología fui atendida casi de inmediato. Entré al consultorio, me sentía mareada, sin oxígeno, el corazón me latía fuertemente, apareció un dolor punzante en el pecho que irradiaba hacia el lado izquierdo de mi brazo, percibía una taquicardia. Después de contarle mi historia de salud del último mes, el médico hizo un gesto para que me sentara en la camilla y dijo “sigue, por favor, vamos a revisarte”. Tomó el oxímetro, lo puso en mi dedo índice, lo quitó, lo limpió, lo colocó de nuevo, abrió los ojos, arrugó la frente, me miró, me tomó el pulso y preguntó “¿vienes con alguien?”. Mi esposo se había quedado cuidando a nuestra hija en casa así que la respuesta fue “No”. Y continuó –Llama a alguien, te vamos a remitir a urgencias, tu pulso y saturación, indican que puedes estar sufriendo un paro cardiaco”.

Salimos del consultorio, el médico me pidió que bajara por el ascensor, pensé “solo es un piso” pero le hice caso, temía que tuviese razón. Cuando abrí la puerta del ascensor, el médico me estaba esperando frente a ella y me llevó a la sala de procedimientos. Llamé a mi esposo, no quería preocuparlo así que solo le dije que me iban a trasladar en una ambulancia a la clínica Colombia y que necesitaba su compañía. Me respondió que haría un par de llamadas para que recogieran a Marguerite y así fue, llegó a los 20 minutos de haberle llamado, todo fue tan extraño… En un segundo volvió la idea que había tenido el día anterior: “Me voy a morir… está bien” –lo acepté, acepté que probablemente esa era mi hora, oré, le pedí a Dios que cuidara a mi hija, a mi esposo, que los amaba con todo mi corazón y que esperaba que mi niña pudiese entenderlo. Tomé el poco aire que podía y por ese instante me sentí mejor. Mi esposo y la ambulancia llegaron al tiempo, me tomaron saturación y latidos cardiacos nuevamente, me subieron a la camilla, luego al carro, no sabía a dónde me llevaban exactamente, pero tenía claro que ir a urgencias en medio de una pandemia no era bueno.

Llegamos, sinceramente no sabía ni dónde estaba, cuando estás acostado en una camilla solo ves el techo, escuchas voces y el sonido del monitor de signos vitales pitando. Se acercó una doctora o enfermera, no sé qué era, y me hizo algunas preguntas. Para ese momento ya me sentía completamente ahogada, así que le hablaba como podía. Me trasladaron de allí a la UCI. Me hicieron otra valoración, el pecho aún me dolía, me tomaron muchos exámenes, PCR, antígenos, TAC, etc., me hicieron muchas preguntas y después de eso me trasladaron a una habitación. Allí, había tres pacientes más en la misma situación, entre ellos una mujer embarazada. Pasó el día, para la medianoche aún no nos decían nada, no nos daban resultados, nada… Había un señor de unos 55 años con mucha fiebre, pero no nos daban ni un medicamento para el dolor, ni un acetaminofén, absolutamente nada. El hombre en su desesperación por la falta de humanidad sacó dos pastillas de acetaminofén de su maleta, se las tomó, y dijo “Si no hago esto, aquí me muero”. Entablamos una especie de amistad por empatía con los pacientes que estaban allí, yo había sido ubicada cerca a una ventana, desde allí podía ver la puerta abierta, veía como pasaban personas muertas con sábanas puestas de la cabeza a los pies, los médicos solo los llevaban, se escuchaban a lo lejos risas, y personas hablando, puedo estar casi segura de que no era ningún paciente, pues quienes estábamos allí no teníamos fuerzas para absolutamente nada.

Pasaron unas horas, y tuve que ir al baño, así que salí de la habitación y me di cuenta de que al lado derecho del lugar que nos asignaron, había personas muy graves, ya entubadas, al frente, gente con batas puestas, desnudos, canalizados y con suero, a la izquierda había personas con el torso expuesto y boca abajo.

Cuando iba por el pasillo, me di cuenta de que los médicos corrían de un lado a otro, con sonrisas nerviosas, y algunos realmente angustiados, gritaban “¡inyección de adrenalina! ¡Paro cardiorrespiratorio!”. Ahora que lo escribo, no parece tan traumático, pero en ese momento veía la muerte pasar a mi lado. Nos asignaron un baño mixto para los pacientes, tanto los graves como los no tan graves, llevándome a concluir que, si alguien allí llegase a estar sin covid, se contagiaría sí o sí. Me sentí mal, como si estar enfermos fuese culpa nuestra, como si tuviésemos lepra o algo así, lo digo porque los médicos nos preguntaban cosas a dos metros de distancia y llevaban la cabeza hacia atrás cuando respondíamos, evitando ser contagiados.

Cuando regresé del baño, me senté en la camilla, recibí una llamada de mi papá, que me dijo rápidamente “Ni por el chiras se vaya a dejar hospitalizar” y colgó. Luego llegó una enfermera, nos miró a todos, salió al pasillo y le dijo a alguien “aquí”. No nos dijeron absolutamente nada ni nos advirtieron siquiera sobre lo que pensaban hacer, simplemente nos sacaron de la habitación y nos dejaron en el pasillo a todos. Mientras estaba allí veía como pasaban de un lugar a otro a las personas con el torso descubierto y boca abajo, me preguntaba si en esas condiciones no podía ser peor para ellos, era madrugada, hacia frío, las ventanas estaban abiertas, ellos estaban muy enfermos y no tenían siquiera una cobija para protegerlos… entendí en un momento por qué la gente se moría, por qué la gente empeoraba…

Fue cuestión de minutos, yo no había recibido un solo medicamento, estaba tal cual llegué, ni siquiera un ibuprofeno, nada. Seguía ahogada, con los mismos síntomas, el mismo dolor, la misma taquicardia y ya a este punto no había comido absolutamente nada desde el desayuno del día anterior. Me sentía débil, pero esa debilidad se convirtió en coraje cuando vi como pasaban frente a mis ojos cuerpos inertes, personas recientemente fallecidas por paros cardiorrespiratorios, los médicos llevaban las camillas con respeto y calma, sus rostros parecían ya no sentir dolor por lo sucedido, pasó una vez, dos veces, tres veces… y perdí la cuenta de cuantos cuerpos sin vida vi en menos de dos horas.

Un miedo incontrolable me invadió, dándome valor para levantarme de esa camilla e ir a pedir un retiro voluntario, por supuesto no me querían dejar ir, decían que aún tenía muchos exámenes pendientes, que no me recomendaban salir de ahí, pero que si lo hacía yo asumía las consecuencias. Respondí “Las asumo, pero aquí no me quedo más”. Me hicieron firmar un papel que prácticamente me hacia responsable en caso de morir en mi casa, me advirtieron que cualquier problema que tuviese, ellos estaban dispuestos a ayudar. Me dirigí a la salida, mi esposo aún esperaba afuera, las piernas me temblaban, tenía mucha tos, la espalda me dolía demasiado. Salimos de la clínica, tomamos un taxi, llegamos a casa, en la puerta del apartamento me quité la ropa, me puse una bata e inmediatamente entré a la ducha, duré alrededor de una hora bañándome y recordando todo lo que había pasado, no quería volver a visitar una clínica nunca en mi vida.

Al día siguiente, pedí una cita médica que me fue asignada para un día después. Revisaron mis radiografías, mis pruebas de sangre, mis pruebas de covid y finalmente me diagnosticaron asma, no tenía covid, pero había tenido, y su secuela fue asma de por vida.

Al parecer, la taquicardia y los ataques de ansiedad habían sido causados por falta de oxígeno, me dieron unos medicamentos e inhaladores, y terapias respiratorias poscovid; dichas terapias eran cosas tan sencillas como inspirar, levantar los brazos, retener el aire y expirar, ejercicios que por ser cantante llevaba haciendo prácticamente toda mi vida, pero no eran sencillos de hacer, dolían, ardían, cansaban, agotaban tremendamente y mareaban; terminé por frustrarme, me había convertido en una cantante asmática.

A la semana siguiente, volví a clase de canto, mi maestra se dedicó a hacer terapias respiratorias conmigo, me guiaba con paciencia y amor, ya no sé cuantas veces lloré en clase, estaba a punto de graduarme y no sabía cómo manejar esa situación, pensé que nunca iba a poder y tendría que buscar otras alternativas en mi profesión. En muchas de esas conversaciones conocí la humanidad de mi maestra, me apoyó, me consoló, me brindó todos sus conocimientos para salir de eso, y durante ese tiempo se convirtió en una de las personas más importantes para mí.

Mi perspectiva y forma de ver la vida después de todo esto cambió, ver la muerte pasar frente a mis ojos me cambió la vida, la superficialidad que me acompañó durante casi toda mi carrera se desmoronó en unos meses y empecé a priorizar lo realmente importante: la vida, la familia. Cada día es una nueva oportunidad, una oportunidad para mejorar como personas, para ayudar a otros, algún día todo esto terminará y nos olvidarán o recordarán, no por lo que hicimos para nuestra vida, sino por lo que pudimos hacer por los demás.

Quijotadas – Te acuerdas del mar

Por: Javier Correa Correa

La historia no es lineal ni se pueden separar los protagonistas –que son todos, no solo los que figuran en los créditos de la película o del libro, como personajes principales, secundarios, etcétera–, pues en la realidad y en la ficción esos personajes, esas personas del común se relacionan de una u otra forma.

En la historia de la humanidad –la historia de las guerras, desde la prehistoria misma–, se puede hablar de victimarios y de víctimas, y quienes escriben la historia se olvidan –intencionalmente– de las víctimas. Un ejemplo: el gran Alejandro Magno –es una redundancia, sí– asesinó a miles de personas en su empeño de ser recordado como un temerario y valiente guerrero y conquistador. Y no solo lo logró, sino que es señalado como alguien con todos los merecimientos para que su vida sea conocida y hasta imitada. Pero pocos saben que cuando llegó a Palestina –la que todavía existe y todavía sufre la presencia de un ejército invasor, el israelí–, Alejandro Magno mandó crucificar a más de noventa hombres, en la todavía sobreviviente ciudad de Gaza, frente al mar, para que murieran insolados, de hambre, de sed. Muy pocos saben de esa terrible matanza, que nos recuerda Irene Vallejo en El infinito en un junco, maravilloso libro que habla de otras cosas, de otra guerra, la de la acumulación de libros con un ánimo cultural.

Otro maravilloso libro, ganador del Premio Ñ-Ciudad de Buenos Aires en 2019 es Te acuerdas del mar, del escritor ibaguereño Óscar Godoy Barbosa, a quien conozco desde hace años y de quien he tenido la fortuna de leer sus obras, la primera de las cuales, Duelo de miradas, fue objeto de censura en una universidad –de cuyo nombre no quiero acordarme–, con el peregrino argumento de que tenía escenas “un poco fuertes” para ser leídas por los estudiantes. Pero esa es otra historia, que menciono porque habla bien de Óscar.

Te acuerdas del mar narra la angustia de un taxista que es atracado y ultrajado por unos bandidos de talla menor, quienes apenas saben de robar pero no otro tipo de luchas, como la política, en la que había estado envuelto Corso, el conductor del carro que se alquila por carreras en Bogotá. Sería un error contar el resto, pero digamos que Corso sobrevive y es internado en un hospital, donde comparte habitación con Luis, un hombre que simula timidez para ocultar su propio pasado.

Entre relatos de novelas de mar que Óscar Godoy se cuida de nombrar pero que los lectores debemos descubrir, Corso cuenta su propia vida, en una trama de afectos, de alegrías, de dolores, de angustias, de temores, de solidaridad, de compromiso.

Luis escucha con atención y prudencia, pero habla poco. Mejor.
Diana, la niña convertida en mujer, recuerda y habla y pregunta. Y se pregunta.

Así establecen un diálogo literario ágil, humano, doloroso, como es apenas obvio que surja cuando se habla de la guerra. De las guerras, de todas, aunque en este caso Óscar Godoy Barbosa se refiera a la que todavía tiene vuelto trizas este país.

Óscar Godoy Barbosa

Escritor, comunicador social y periodista, es profesor en la Universidad Central.

Ha obtenido reconocimientos nacionales e internacionales como cuentista y novelista; en novela están Duelo de miradas (2000), El arreglo (2008), Once días de noviembre (2015) y por último –que ojalá no sea la última– Te acuerdas del mar (2021), que debió esperar el paso de la pandemia para ver la luz en Colombia.

El espacio del cine en la construcción de paz y lucha comunitaria: una entrevista a Daniel Bejarano

Realizado por Camilo Andrés Pérez Izquierdo

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La periferia siempre ha estado presente en las sociedades y en Bogotá un ejemplo de ella son los mal llamados: “barrios de invasión” resultado del desplazamiento forzado y la violencia del país, en donde las personas tienen que dejar su vida atrás para buscar un nuevo lugar donde empezar y, en la gran mayoría de los casos, tiende a ser por medio de la ilegalidad.

Por la complejidad en la que están inmersos estos barrios periféricos, muchas veces los derechos son negados, no hay institucionalidad ni justicia, pero persiste la pobreza y un estigma general por parte de la población, las alternativas de vida son pocas. 

 

Sin embargo, siempre hay resistencia, y en el barrio Potosí, Ciudad Bolívar en Bogotá, hay un soñador audiovisual que repensó al cine desde los barrios.

¿Cómo se llama? una presentación general 

Mi nombre es Daniel Bejarano, soy comunicador social, estudié psicología comunitaria, cine, y soy fundador del festival internacional de cine y de arte comunitario y la escuela de cine Ojo al Sancocho, de la sala de cine: Potocine . 

Soy cofundador de estos procesos que están ubicados en el barrio Potosí en Ciudad Bolívar en Bogotá, Colombia y también soy gestor de la red de cine comunitario de América Latina 

¿Por qué el interés en este barrio en especial?

Cuando pregunté cuánto valía hacer una película y todas estas cosas pues digamos que los altos costos, sentí que no era posible hacer cine, había una pregunta que surgió a unos compañeros y a mí ¿era posible hacer cine sin tanto dinero, hacer cine con las comunidades del común?.

Yo no conocía Ciudad Bolívar y unos amigos me invitaron, allí propusimos hacer un proyecto de cine participativo, cine comunitario para resolver esta pregunta que era ¿es posible hacer cine con la gente del común, que dirijan sus propias películas? 

Encontramos en Ciudad Bolívar un lugar maravilloso por su historia de construcción colectiva comunitaria, allí hemos podido responder la pregunta: si es posible hacer cine sin tantos recursos, cine participativo, cine con la comunidad.

¿Cuál es el acceso al cine o cómo democratizamos el audiovisual en Colombia? Eso es lo que hemos hecho, promover la democratización del audiovisual y Ciudad Bolívar es un símbolo a nivel distrital y nacional de la construcción de paz y la lucha comunitaria allí encontramos que el cine comunitario podía tener un espacio para acompañar estas luchas.

La producción de conocimiento a lo largo del tiempo se fue privatizando en espacios meramente académicos y luego reduciendo metodológicamente a un proceso científico rígido.

Sin embargo, desde los procesos comunitarios la producción de conocimiento no es lineal, ya que lo importante es establecer pasos lógicos y comprensivos que den continuidad a un recorrido de apropiación y transformación de la comunidad, democratizando a su vez el audiovisual en donde se ve reflejado ese fortalecimiento del tejido social.

¿Qué es Potocine y qué es cine comunitario?

“Potocine es una sala de cine comunitaria, es la primera sala de cine comunitario de Ciudad Bolívar, está ubicada en la frontera entre Ciudad Bolívar y Soacha en una de las montañas y es un espacio para ver cine comunitario.

El cine comunitario es un encuentro entre diferentes que se hace con bajos recursos y que busca más que un producto, una película o un producto audiovisual; se busca una construcción colectiva a través del audiovisual, eso es el cine comunitario, una construcción colectiva y comunitaria desde lo audiovisual.”

La autoconstrucción del Potocine tiene un gran valor simbólico: el intercambio de conocimientos entre distintos actores de la comunidad para lograr su planeación, ejecución y elaboración es una muestra de ese trabajo colectivo que no tiene como finalidad un lugar donde ver películas, sino esa resistencia y construcción de lo colectivo

 

Potocine no solo es un cine aislado sino que tiene diferentes significaciones históricas, ser el primer cine comunitario de Ciudad Bolívar, resiste al abandono estatal, y así mismo sirve de referente para impulsar nuevos proyectos comunitarios similares, incluso a nivel mundial.

¿Qué diferencia hay entre el contexto en el que empezaron, en el que surgió el proyecto y en el que se encuentran ahora? ¿Qué tanto han cambiado el barrio, la localidad o Bogotá?

“Cuando llegamos a ciudad bolívar, que fue como a finales del 99’ o 2000, todavía tenía unas confrontaciones y unos escenarios muy complicados, Ciudad Bolívar tiene tres territorios claves, un primer territorio en la parte plana que es en Candelaria la nueva y está la parte media y la parte alta que ya son los límites con Soacha.

Los primeros cinco años no podíamos subir a la parte media ni alta porque había bastantes conflictos, guerrillas, paramilitares, otros grupos armados ilegales o legales y comenzamos a trabajar con diferentes jóvenes de diferentes comunidades todo este tema del cine comunitario buscando construir desde las diferencias.

Poco a poco fuimos subiendo, compartiendo esta experiencia con otros colectivos, otras comunidades locales, y eso ha logrado este trabajo no solo desde el cine comunitario sino desde otra área con otros colectivos para poder disminuir la violencia, generando un espacio de diálogo con diferentes actores.

Eso es lo que hemos hecho, tanto con el estado, grupos armados y la comunidad en general y esto nos ha llevado a que el festival juegue un rol importante en esa construcción de paz a nivel local . Hoy el escenario es otro, es un escenario más pacífico, tranquilo, menos estigmatizado con grandes movimientos que siguen apostándole a la paz.

Hay momentos difíciles como el que estamos de nuevo viviendo con los dos atentados del último mes aquí en Ciudad Bolívar, eso de alguna manera achanta a la comunidad y le baja los ánimos, pero siempre hemos buscado avanzar a pesar de toda la violencia que hay alrededor, ser muy resilientes.

Entonces, ¿Qué ha cambiado?, es un territorio mucho más pacífico, más resiliente, más comprometido con la no violencia”

El cine comunitario es el proceso integral que hace valioso al proyecto, aquel que es la materialización de ese pasado que justifica la resiliencia del presente, de la memoria, de los sueños de quienes no se sentían con el derecho a soñar, pero ahora saben que es el principio para transformar el mundo empezando por el barrio.

 

 

PARA SABER MÁS ACERCA DEL TEMA, DIRÍGETE A LA SIGUIENTE INFOGRAFÍA

EXPECTATIVA VIAL

 

Por: Tania Castro

 

Un plano óptico y perspicaz, se requiere para lograr entender el servicio público que ofrece en esta ocasión, la entidad Transmilenio, por qué de este surgen constantes anomalías, donde actualmente favorece o perjudica a gran parte de la población colombiana, que utiliza este medio de transporte a diario o esporádicamente en la capital Bogotá D.C

 

De lo anterior, se realiza una entrevista a un usuario frecuente del servicio público Transmilenio, quien menciona su perspectiva y opinión frente a los acontecimientos, experiencias o sucesos que evidencia frecuentemente en su rutina diaria, al tomar este medio de transporte público.

PUERTA

Con relación a la entrevista, en esta ocasión Luis Gabriel Pérez Orbegozo, un joven de 26 años de edad, profesional en Marketing y Publicidad, quien actualmente, ejerce como director de Marketing en la empresa Acebri; líderes en la transformación y el proceso del plástico PET, cuenta cómo es su rutina, al movilizarse en este servicio público.

 

En esta entrevista, como primera pregunta, se cuestiona ¿Por qué este medio de transporte y no otro? a lo que él responde; “el Transmilenio, debido al tráfico de la ciudad, es el transporte más eficiente, por que no tiene que coger los trancones que coge un bus convencional o cualquier vehículo”.

 

De ello, como lo dice Garcia: se puede relacionar con que al igual que otros campos sociales, la movilidad, también está sometido a la historicidad; es decir, a cambios tanto en carácter ontológico como en los agentes que lo componen. Se podría decir, entonces que, así como el ser humano cambia, va ligado también, el cambio de movilidad. 

CALLE

Seguido, se interroga al entrevistado sobre su opinión en el servicio que presta Transmilenio estructural, vial y en sus articulados, a lo que este indica, “ Estructuralmente, es un poco deficiente, considero que, son muy pequeñas las estaciones y realmente tardan un poco los buses, vialmente tiene muchas fallas, no solo en Transmilenio, sino en toda la ciudad”. 

 

Bajo esta premisa, promuevo el concepto de Margarita Boladeras: Los ciudadanos se comportan como público, cuando se reúnen y conciertan libremente, sin presiones y con la garantía de poder manifestar y publicar libremente su opinión, sobre las oportunidades de actuar según intereses generales. ¿Opinar abiertamente, nos hace seres libres y pensantes?

 

De lo anterior, se cuestiona a Luis Gabriel, si ha sido víctima de robo o acoso sexual en Transmilenio. A lo que él confirma, que sí, “Realmente me ocurrió un suceso con un celular, el cual sacaron de mi bolsillo y pues sí, la verdad sí”. Esto me remonta tiempo atrás, que como usuaria, también fui víctima de robo, aparentemente todos contamos con anécdotas similares. 

 

Es inevitable, no sentir afinidad con ciertas respuestas que Luis Gabriel enfatiza con serenidad y calma, porque esa misma tranquilidad, es la que no se presenta en un robo, en un acto bochornoso e incluso en una injusticia policial; toda esta serie de elementos en su mayoría negativos, hacen que este Servicio Público pierda confianza, seguridad y solidez.

 

VIA

De lo cual, para finalizar, Luis Gabriel deja un mensaje de tolerancia y comportamiento a los usuarios de Transmilenio,“Realmente una recomendación muy importante, es que cuiden las cosas; apropiarse de su ciudad, no dañar, por que es un problema social que tenemos, somos equipo, debemos aportar un granito, para tener una ciudad que se vea cada día más bella”.

 

De igual forma, es importante reiterar, que hay dos nuevas vertientes, la política, en el sentido de entenderlo como un espacio para la manifestación grupal, y la cultura como símbolo de identidad colectiva, como lo dice Jordi Borja. Tanto el autor como el entrevistado, mencionan,  que se debe apropiar del espacio, como sentimiento de identidad socio-cultural.

 

Finalmente, esta entrevista refleja significativamente, las falencias repetitivas que presenta este medio de transporte público, donde evidentemente los temas son más negativos que positivos. Sin embargo, la invitación es ser propositivo, cambiante, motivador, solidario y generar unión, para apaciguar las fallas y resaltar las oportunidades de mejora.

 

Con todo esto, el espacio, la sociedad y la cultura, juegan un papel importante de lo que somos como seres libres, en actuar y pensar; la identidad, no es solo un concepto, sino también una decisión, que en unanimidad, quizás, podría reflejar un aspecto provechoso como Nación, eso mismo que reflejamos como territorio a nivel internacional.

Solo una oportunidad, una segunda oportunidad

Escrito por Ana Maria Lozano Mora

¿Cuántas veces hemos sentido que solo necesitamos una oportunidad para demostrar los talentos o habilidades que se tienen? ¿Cuántas veces te han dicho que no por razones que no tienen nada que ver con el talento o la habilidad? Si no has pasado por ninguna eres afortunado pero si es así, entenderás la situación de muchos reinsertados en Colombia.

Uno de los puntos más importantes dentro de los acuerdos de paz en Colombia es la forma en la que los desmovilizados deciden retomar su integración a la sociedad, ya sea desde proyectos productivos o desde la educación, con el fin de continuar su vida en legalidad y evitar el regreso a los grupos armados.

De acuerdo con cifras de Agencia Nacional para la Reincorporación para el más reciente acuerdo de paz, más de 12 mil personas se encuentran en procesos de reincorporación desde proyectos productivos con más de 3.575 aprobados y más de 2.265 en procesos de educación, lo cual, sin duda, representa un gran avance para esa comunidad.

Garantizar los derechos básicos de personas en procesos de resocialización es vital para contrarrestar las opciones, más atractivas y “fáciles” que tienen en la ilegalidad. Muchas veces no es suficiente con la voluntad de cambiar, se necesita una red de apoyo y en ese camino la seguridad de morir de hambre en el intento.

Educación

El empleo y la educación, representan para el ciudadano de a pie una oportunidad de mejorar su calidad de vida, significa mucho más para alguien que pertenece a una población vulnerable donde esa es la única salida para dejar atrás los trastos del crimen y las dificultades. 

No se trata solamente de dar una oportunidad sino aportar al desarrollo económico del país en distintas poblaciones, llevándolos a la formalidad y generando ventajas competitivas y/o la explotación de los conocimientos de los excombatientes en temas de tierras, recursos naturales y territorios.

La formalidad de un trabajador se traduce en un elemento productor y consumidor de recursos por lo cual también permitiría la circulación de mayores recursos dentro de esferas bancarias y comerciales, así que estos apoyos permiten una ganancia en doble vía. 

Además de la formalidad laboral, la capacitación en competencias laborales y la educación superior en áreas rurales permite el crecimiento, fortalecimiento y progreso a través de mano de obra nacional calificada, lo que permite reducción de costos y recursos por y para las regiones.

De acuerdo a un informe elaborado por la Andi en el 2019, a través del concepto empresarial del valor compartido podemos entender cómo las oportunidades de negocio y educación pueden ayudar al bienestar social contribuyendo a la superación de problemas sociales para devolver esos conocimientos al progreso de esa región o población.

 

“Mi vida cambió cuando pude volver a trabajar y estudiar, ahora en la educación superior. Algo que ni siquiera hubiera podido soñar antes” dice Duvan Barato, desmovilizado de las AUC.

 

Apoyar los procesos de educación y los proyectos productivos, sin duda es un compromiso como sociedad, no solo por el valor de las segundas oportunidades sino también porque estas representan desarrollo económico y social en un país con gran potencial en sectores como el pecuario, agrícola, industrial y de servicios, sectores donde se encuentran los esfuerzos de esta población y además muchos recursos a nivel nacional e internacional.

Encuentro de la ECEP, el 12 de mayo

Con una variada temática en torno a la incorporación y perspectivas de las nuevas tecnologías y lenguajes comunicativos, el próximo jueves 12 de mayo se realizará un evento de visibilización de la Escuela de Comunicación Estratégica y PublicidadECEP de la Universidad Central.

Jesús Valencia Sánchez, director de la ECEP, indicó que el evento busca no solo dar a conocer el desarrollo que ha tenido la Escuela desde cuando fue constituida hace dos años, sino presentar las posibilidades de la incorporación de las tecnologías en el proceso de creatividad, con exposiciones, conferencias y talleres prácticos.

Adicionalmente, habrá un concierto, a cargo de la banda Blas de lezo (rock and roll) en la mañana.

Agregó el profesor Valencia Sánchez que varios factores motivaron la realización del evento, como que este semestre es el primero en la modalidad presencial desde cuando fue constituida la ECEP, y porque se produjo el traslado desde la sede norte al campus actual.

HORAACTIVIDAD
8.00 a 8:30Ingreso y registro de participantes por medio de código QR
8:30 a 9:00Acto protocolario de inauguración del evento
9:00 a 10:00Conferencia: “Cómo las app han transformado la cotidianidad
Ricardo Mejía
Diseñador cofundador / CEO en PappCorn y cofundador de Vaki
10:00 a 10:30Intervención musical – banda Blas d lezo
10:30 a 11:30Conferencia: “No sé un c… de publicidad”
Vladimir Silva
Publicista de la Universidad Central y redactor publicitario
Director creativo en TBWA
11:30 a 12:00 Hall de entrada Teatro Bogotá con tres tipos de exposiciones en el Open Class
1. Presentaciones en vivo
2. Exposiciones gráficas en paneles
3. Muestra en reel de video

Exposición: Atrescientosppp
Docente: Benjamín Romero, asignatura: Ilustración Creativa Digital
Exposiciones gráficas en paneles

Exposición: Cartelismo de tipo político
Docente: Omar Giedelmann, asignatura: Diseño Digital
Exposiciones gráficas en paneles

Exposición: Special
Docentes: Javier Marentes y Alejando Rubio, asignatura: Fotografía Publicitaria
Muestra en reel de video

Exposición: Retrato Academicista
Docentes: Javier Marentes y Alejando Rubio, asignatura: Fotografía Básica
Exposiciones gráficas en paneles

Exposición: Tramas e historias en la imagen
Docente: Ana María Ruiz, asignatura: Imagen Contemporánea
Exposiciones gráficas en paneles
12:00 a 2:00Espacio libre para que los asistentes visiten la exposición activa
2:00 a 4:00Taller práctico sobre Creatividad
Adriana Araque, comunicadora social y periodista
Directora del Centro de Excelencia Profesoral de la Universidad Central
3:00En simultánea la película: No Odiarás: “Documental que, desde la Mirada Femenina, Invita al Perdón y a La Reconciliación”
Teatro Fundadores Pre-estreno película de Gloria Castrillón
4:00 a 6:00OPEN CLASS
Panelista: Andrés Naranjo
Se presentarán proyectos de los estudiantes destacados de los programas de Publicidad y Comunicación Social y Periodismo.

Oda al periodismo independiente
Retina Bifocal, presentación en vivo

Publicidad Audiovisual
Docente: Andrés Contreras, asignatura: Producción de TV
Muestra en reel de video

Recorrido y crecimiento de Retina Bisonora
Retina Bisonora, presentación en vivo

Campo Sonoro
Docente: Juan Carlos Romero, asignatura: Producción de TV
Muestra en reel de video

El arte de contar historias
Docente: Adriana Bernal, asignatura: Narrativas Audiovisuales
Presentaciones en vivo

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Concéntrika Medios, presentación en vivo
6:00 a 7:30Conferencia: “Pasos y estrategias para campañas publicitarias eficaces”
Sebastián Sena, planner digital y Andrés Garavito, social media planner en Wunderman Thompson
PROGRAMACIÓN ENCUENTRO ECEP

Señaló que hay ya varios logros a destacar, como la posibilidad de doble titulación en Publicidad y en Comunicación Social y Periodismo, y en Publicidad y Mercadeo, y que se ha consolidado la especialización en Publicidad digital. De igual forma, se creó el Centro de prácticas de la ECEP, en el que, respetando las particularidades de cada uno de los programas, se integraron Publicidad y Comunicación Social.

En 2020 se produjo una reestructuración académica de la Universidad Central, por lo que la Facultad de Ciencias Sociales, Humanidades y Arte dio paso a varias escuelas académicas, entre ellas la de Comunicación Estratégica y Publicidad, en la que se le da prioridad “a la formación profesionalizante, sin abandonar la investigación”, enfatizó el profesor Valencia Sánchez.

El evento de visibilización, cuyo programa se anexa, se llevará a cabo entre las 8:30 de la mañana y las 8 de la noche, en el Teatro de Bogotá, calle 22 con carrera 5ª.