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Netflix, del contenido con licencia al original

Netflix que nació a finales de los años 90 en Scotts Valley, California, comenzó como una tienda de alquiler de video por correo, años más tarde se convirtió en una plataforma de streaming por internet y en la actualidad también incursionó en la producción de contenido propio convirtiéndose en estudio. Todo esto dado por las dinámicas de mercado que han forzado un cambio en la estrategia inicial

La naturaleza de la comunicación

Si miramos el entorno mediático y  el clima mercantil global, habría que decir que el afianzamiento de marca para cimentarse en el mercado, debe apuntar en varias direcciones, hablando de comunicación (pura y dura) respecto a la empresa, ente que siempre dará el respaldo a cualquier tipo de iniciativa que busque el éxito de la marca a proyectar.

Sin embargo, vale la pena destacar la forma en que la comunicación (y no la publicidad) debe reformular cualquier estrategia, iniciando por la construcción de un ente sólido, hablando de los desarrollos técnicos de la empresa (coste), que sean acompañados por una comunicación eficiente, capaces los dos de darle valor y potencia competitiva para su permanencia en el sector económico.

A partir de un ‘objetivo gemelo’ consolidado, que no es otro que la unión de la Comunicación Eficiente, así como el liderazgo en costes, es que se puede entender una identidad, llámese corporativa o de marca, que enfrente los nuevos retos del mercado actual y que entienda al público como una ser racional, nutrido de argumentos para tomar decisiones a la hora de hacer parte, o no, de los procesos comunicativos que se emprendan, que son en últimas, también, los de producción.

En tiempos de crisis, la comunicación debe ‘disparar’ sus objetivos en desarrollar una clima empresarial firme a nivel interno, en ese sentido debe convencer a accionistas, empleados y proveedores; que levante una imagen identitaria clara y solvente en lo externo, pero que a su vez entienda los modos de hablar con el público en una era digital.

Somos compradores racionales y no consumidores; o mejor dicho, somos ‘un público-ciudadano’ que reconoce unas cualidades auténticas de lo que nos están ofreciendo, en tiempos donde la información es moneda corriente. La toma de decisiones no puede estar más respalda gracias a internet y por ello, la comunicación debe construir una personalidad  de empresa y de marca que interprete la racionalidad y los sentimientos que se han venido transformando.

Dicho esto, proponer una estrategia comunicativa que sea capaz de entronizarse en la cotidianidad, sin que ello implique inmiscuir abruptamente el objetivo-venta, se propone como aquel camino en donde mejor se puede desenvolver, tanto la comunicación de marca como los procesos de producción para llegar a implicarse en los sentimientos, afinidades y aspiraciones del público al que se apela llegar.

Acordar un diálogo en el cual no se diga, “te voy a vender”, sino donde el público aprecie un valor de marca inherente mediado por un afecto, que encierre sensaciones y pasiones, termina siendo el punto de anhelo que afirma cualquier intención creativa de ser más que un producto, de ser más que una venta.

Así, de esta manera, escuchar, interpretar los anhelos y reconocer las variables que aparecen en las audiencias que despiertan interés, forma parte de esa elaboración que incluye la “naturaleza de las cosas” en cada parte del proceso comunicativo.

Bibliografía:

CUESTA, Cambra Aldo, 2012. Planificación estratégica y creatividad. ESIC