Por: Stefania Hincapie Pinto
Las últimas semanas en Bogotá se han presentado varios casos de inseguridad en transportes solicitados por aplicaciones y taxis, donde los conductores drogan y violan a las pasajeras, algunas han logrado escapar tirándose del carro en movimiento, otras no han corrido con la misma suerte.
El caso más reciente es el de una joven de 17 años que tomó un servicio de taxi en el sector de Chapinero y desapareció por varias horas, cuando recobró la conciencia estaba acostada al lado del taxista. En su celular encontró un video tomado por él mismo, donde se veía cómo la drogaba y la violaba.
Según lo publicado en el medio de comunicaciòn Somos Jacarandas y denuncia publicada y circulada en redes sociales, cuenta cómo cuando fue al hospital a pedir ayuda y la atendieron le dijeron que estaba borracha y que había sido su culpa.
Segùn El Espectador, En Medicina Legal se confirmó la violación, ahora se encuentra hospitalizada con contusiones y la fiscalía no se ha pronunciado al respecto.
Estas situaciones no son nuevas, sin embargo, en los últimos meses han sido mucho más recurrentes en la ciudad de Bogotá.
El conductor del taxi, quien es el principal sospechoso del abuso, no está afiliado a ninguna empresa de taxi y tampoco tiene tarjetón vigente o tarjeta de control, según El Tiempo.
Las mujeres no contamos con espacios seguros para habitar con tranquilidad y la frustración de que nuestras denuncias se queden como murmuro entre las gentes o que nuestra vestimenta u otro aspecto sea utilizado para justificar lo que sucede, no coopera para que podamos ejercer nuestro derecho de existir sin miedo y libremente.
Es menester que la Fiscalía se pronuncie frente a estos casos y se haga justicia, no podemos permitir que estas situaciones queden impunes y se sigan repitiendo, que sigamos contando casos de mujeres violentadas y que la siguiente sólo se vuelva una más en la lista.
Aunque de antemano sabemos que es idílico y casi utópico, en un país como el nuestro, confiar en el sistema judicial, no podemos quedarnos calladas, aun cuando más personas podrán estar siendo víctimas de hombres como éstos.
Debemos procurar el cuidado y la seguridad entre nosotras, avisar nuestro paradero a allegados y por sobre todo, siempre creernos.
Reconocer que no es nuestra existencia como mujeres la que conlleva peligro, sino la violencia que ejercen los hombres sobre nosotras sin, en la mayoría de los casos, ninguna repercusión y que los varones sean críticos de sus conductas, tanto a nivel personal, como a nivel social, es dar un paso hacia la transformación de nuestra sociedad.