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El cine comunitario como espacio problematizador el “filmante y el filmado”

Por Camilo Andrés Pérez Izquierdo

“El cine no cambia la realidad, pero tiene el potencial de incluir lo excluido, de visualizar lo invisible, de recordar lo olvidado, de dar imágenes y palabras a los que no las tienen… y eso es el principal cambio”. Stefan Kaspar

Las luchas por las reivindicaciones sociales son proporcionales a las injusticias sociales en una población. Las comunidades marginadas insisten, como actor diferenciado, en un esfuerzo constante para la incidencia en la esfera pública que pueda transformar los imaginarios que tergiversen su identidad.

Estos procesos son de incidencia social política y cultural, por ende: comunitarios que tienen el fin de reproducir sujetos políticos, asimilando política como un espacio de relación humana que, como dice Christian Ramírez, experto en comunicación, medios y educación, en la revista Antropologika, es repensarnos como ciudadanos, entender la posibilidad de intervenir en las comunidades.

fotografía por Ojo al Sancocho

La esfera mediática es una de las más importantes a incidir. Aunque sistemáticamente son excluidos los grupos o comunidades marginadas, la inclusión distorsionada llega a afectar de igual o mayor manera ya que sirven como medio de aculturación y pérdida de identidades.

¿Quiénes narran y quienes son narrados? Es una pregunta que se ha venido problematizando a medida que ha sido problematizada la historia misma y su linealidad, no existe un solo relato ni una serie de verdades una tras de otra, sino depende del enfoque, intención y la subjetivación de quien narra respecto al objeto de narración. 

Los distintos grupos marginados al no sentirse representados por los medios masivos empiezan a buscar medios para, como precisa Gumucio Dagron en su texto El Cine Comunitario en América latina y el caribe, descolonizar la identidad a partir de la constitución de una memoria colectiva a través del diálogo como base de la comunicación popular.

El cine comunitario es hallado como medio para la transformación social y este conlleva un proceso de intercambio de conocimientos diverso y horizontal que amplía y fortalece el tejido social, dejando en claro que la meta del cine comunitario no es la producción final, sino lo que se logra en la comunidad en su proceso.

El rol de las comunidades cambia una vez que el filmante se dilucida con el filmado. Entender que lo comunitario es una forma de vida que pasa por lo genético, lo cultural, los sentires y la conciencia da sentido a apropiar y aplicar procesos de autosistematización, autoinvestigación, autoformación, autodifusión y autoproducción audiovisual.

El audiovisual comunitario fortalece a las organizaciones sociales que se dedican a ello, a los miembros que hacen parte a nivel personal e incluso ayuda a mostrar diferentes perspectivas que van constituyendo una identidad común que, a la vez, resguarda y difunde la memoria de la comunidad, distinta a otras fuentes ajenas a ella.

Las organizaciones sociales son importantes en la diversidad de procesos de transformación social como los que lleva a cabo el cine comunitario. Estas no solo dinamizan la vida social u organizativa, sino que contribuyen a las nuevas subjetividades y sentidos de pertenencia.

Las comunidades toman la cámara para reafirmar su identidad, denunciar su estado marginal y mostrar sus constantes reivindicaciones. Se cuentan ahora las historias que no serían interesantes para el cine comercial y los temas de interés o de urgencia desde sus propios territorios.

Al final el cine comunitario es un medio para una diversidad de procesos de apropiación, identidad y memoria, todos unidos recíprocamente. Ahora es posible que la comunidad decida tomar la cámara, se cuente como es en realidad y sean recordados sus valores y rituales más elementales. Hay nuevos actores, hay nuevos protagonistas, ¡acción!

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