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Medio ambiente sin infoxicar

Por Sara Juliana Rivera Cely. sriverac2@ucentral.edu.co

La crisis ambiental atraviesa todos los sectores de la sociedad y resuena con fuerza en cada rincón de las ciudades. Sin embargo, no puede ser abordada únicamente desde las políticas públicas o el desarrollo de tecnologías limpias, pues aunque estas herramientas son fundamentales, necesitan articularse con un elemento clave y muchas veces subestimado: la comunicación.

Esto ha dado lugar a conversaciones referentes con respecto a cómo los proyectos ambientales deben ser visibilizados a través de los medios de comunicación, y sobre el papel que desempeñan los comunicadores sociales y los periodistas al momento de difundir información mediante estrategias sólidas y atractivas para el público. No obstante, poco se reflexiona acerca de la responsabilidad que esto implica y sobre el poder que conlleva ubicarse en un punto intermedio entre las distintas áreas de experticia de ciudadanos y profesionales.

Infoxicación y desinformación

Todo esto nos transporta a una realidad en la que nos encontramos saturados de información y en la que el flujo constante y la velocidad con la que circulan los datos pueden llegar a abrumarnos, especialmente cuando navegamos sin parar, desplazándonos entre contenidos y dirigiéndonos con cada clic a nuevas fuentes informativas. Este fenómeno ha sido descrito como infoxicación, un término acuñado por Alfons Cornella para referirse a la sobrecarga informativa que dificulta la comprensión y la toma de decisiones.

En dicho contexto, muchas personas se identifican como voceras de causas ecológicas, sin contar, en muchos casos, con el respaldo de una investigación profunda ni con la objetividad técnica que estos temas demandan. Entonces, surge una pregunta clave: ¿estamos realmente comunicando de forma adecuada las problemáticas ambientales y el estado de nuestro entorno?

Personas con sus celulares: infoxicación

Personas con sus teléfonos celulares

Dicho esto, es importante destacar que la defensa del territorio y la conciencia ambiental no dependen únicamente de las entidades gubernamentales, los expertos o los grandes movimientos globales. Cada ciudadano, desde su propio rol, tiene la responsabilidad de abrir espacios de diálogo sobre el medio ambiente y de aportar en función de su campo de conocimiento.

Solo así, profesionales de distintas áreas –en especial en el ámbito de la comunicación, la publicidad y otras disciplinas afines– podrán reconocer el poder de influencia que ejercen respecto a las comunidades y el impacto que esto tiene en la construcción de una conciencia colectiva.

¿Activismo ambiental o pose digital?

Por otro lado, se observa que, aunque una gran parte de la sociedad se considera defensora del medio ambiente, este compromiso no siempre se traduce en acciones concretas. De hecho, una encuesta realizada en 2024 por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) reveló que el 80 % de las personas en el mundo, es decir, cuatro de cada cinco, desea que los gobiernos tomen medidas más contundentes frente a la crisis climática. Sin embargo, ante el deterioro ambiental que continúa agravándose en múltiples frentes, resulta evidente que son pocos quienes actúan de manera efectiva para enfrentar esta situación.

A esto se suma la ausencia de criterios técnicos en muchos espacios comunicativos, lo cual ha facilitado la proliferación de prácticas ambientales mal orientadas. A menudo, por desconocimiento o por actuar basándose en el sentido común sin respaldo científico, se replican acciones que, lejos de ofrecer soluciones reales, terminan profundizando los problemas o generando impactos negativos. 

Desde jornadas de reforestación con especies no nativas hasta campañas de reciclaje mal diseñadas, muchas de estas iniciativas, aunque bien intencionadas, fracasan por la falta de articulación con expertos y la escasa comprensión del contexto territorial. Todo lo anterior evidencia la necesidad urgente de tender puentes entre el conocimiento técnico y la acción ciudadana, donde la comunicación rigurosa, contextualizada y accesible juegue un papel central.

Comunicar desde el contexto

Con el propósito de profundizar en estos desafíos y comprender con mayor claridad el papel que desempeña la comunicación en relación con el medio ambiente, sostuve una conversación con Diego Mauricio Rojas Cachope, especialista en gestión ambiental y consultor en sostenibilidad. Su enfoque, a la vez crítico y pedagógico, permite dimensionar cómo la desinformación y la falta de articulación entre disciplinas afectan negativamente las acciones ambientales en todos los niveles. 

Uno de los puntos que más resalta Rojas es la necesidad de conocer el territorio antes de comunicarlo: entender lo que nos rodea es esencial para construir mensajes auténticos, efectivos y socialmente responsables. Sin este conocimiento, corremos el riesgo de trivializar las problemáticas, perpetuar la falsedad informativa y generar apatía frente a la crisis climática. Estas reflexiones dieron origen a la producción de un video, en el que se profundiza en la importancia de una comunicación medioambiental rigurosa y contextualizada, así como a un espacio de análisis en el programa Concéntrika al Oído. Ambos contenidos ya están disponibles en el canal de YouTube de Concéntrika Medios.

El profesional advierte que la comunicación ambiental no puede desligarse de la comprensión real de los contextos locales. Un mensaje elaborado desde la distancia, sin considerar la historia, la cultura y las dinámicas socioeconómicas del lugar, corre el riesgo de ser percibido como ajeno o impuesto, perdiendo su capacidad de movilizar a la comunidad. En este sentido, el especialista insiste en que la comunicación efectiva nace del diálogo con quienes habitan y conocen el territorio, reconociendo sus saberes y experiencias como parte del tejido que sustenta cualquier acción ambiental sostenible.

Asimismo, plantea que, aunque es vital cerrar la brecha entre la ciudadanía y el conocimiento técnico, existen espacios que deben seguir siendo liderados por expertos. La clave está en encontrar puntos de encuentro donde la ciencia y la acción ciudadana se fortalezcan mutuamente: el experto aporta el rigor y la evidencia, mientras que la comunidad amplifica y materializa ese conocimiento en iniciativas concretas. Este trabajo conjunto no solo legitima las intervenciones ambientales, sino que también fomenta un sentido de corresponsabilidad, donde cada acción individual suma a un impacto colectivo mayor.

El medio ambiente sin infoxicar

Comunicar el medio ambiente

Es momento de construir puentes entre el conocimiento técnico y la sociedad, por lo que resulta fundamental promover un enfoque colaborativo en el que toda voz cuente y cada saber aporte. Sin embargo, esto no significa diluir los espacios de experticia: hay decisiones y acciones que deben seguir estando en manos de quienes tienen la formación y la experiencia necesarias. 

La ciudadanía tiene un papel clave en la defensa del medio ambiente, pero esta debe ejercerse desde la conciencia de los propios límites, reconociendo cuándo es necesario ceder el protagonismo a aquellos que poseen los conocimientos técnicos. Solo así será posible avanzar hacia soluciones sostenibles y contextualizadas, integrando la diversidad de habilidades, experiencias y perspectivas que conforman nuestra comunidad.

Comunicar el medio ambiente

Acciones sostenibles en comunidad

Cerrar la brecha entre el conocimiento técnico, la comunicación y la acción ciudadana no es una tarea sencilla, pero sí necesaria. La crisis ambiental demanda nuevas formas de narrar, comprender y actuar, en las que la información rigurosa y el compromiso social se encuentren. En este escenario, la comunicación no puede limitarse a informar: debe formar, movilizar y conectar. Al mismo tiempo, es fundamental evitar la banalización o simplificación excesiva de los saberes científicos. 

La ciudadanía crítica y activa que necesitamos no reemplaza al experto, sino que lo respalda y lo traduce sin distorsionar su sentido. Su rol está en generar impacto desde lo cotidiano, con acciones que, aunque pequeñas en apariencia, cobran fuerza cuando se replican colectivamente. Solo así podremos transformar la preocupación en compromiso, y la información en una herramienta poderosa para el cambio ambiental.

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