DESAPARICION

La espera del desaparecer…

Por: Jose Escobar Romero

Agrupación de familiares de detenidos desaparecidos

Indistintamente del contexto en que se genere, la desaparición es quizás uno de los actos de incertidumbre más complejos de asumir, de vivir y de resignificar, sin embargo, cuando dicha ausencia se ha propiciado en medio de la angustia de la guerra y en contra de la voluntad de quien ahora se extraña, cobra dimensiones mucho más profundas, crueles y devastadoras. Se trata de una realidad que para algunos puede parecer ajena, distante, e incluso ficcional, pero que para muchos otros se ha convertido en el escenario que consume sus días en medio de una constante espera, de una punzante esperanza que se debate entre el creer y el desfallecer, mientras que el silencio y la quietud se convierten en permanentes alfiles que custodian cada paso de quienes, desde la añoranza, esperan el momento de tener algún tipo de certeza que les permita encontrar respuestas a todas las dudas que se han sembrado en el vacío y encontrar así, no sólo a quienes han desaparecido, sino también, para tener una certidumbre sobre sus destinos.

Al vivir en un país como Colombia, en donde las secuelas y evidencias de la guerra siguen marcando la piel de los territorios y las vidas de las comunidades, estas historias se hacen cada vez más cotidianas y es cada vez más recurrente encontrarse con los relatos de tantos y tantas que, en medio de sus anhelos llegan siempre a la pregunta incesante de “¿dónde estará?”, mientras recuerdan a quien esperan desde hace años y décadas, tiempo durante el cual no han logrado encontrar respuestas, sino que por el contrario, con cada día de ausencia que transcurre se nutren más las dudas, las especulaciones y se pasa la vida sin sentir que pasa, pues para muchos de quienes esperan noticias de sus seres queridos, la vida se ha mantenido estática en el momento justo de aquel desarraigo que cargan en sus mentes y en sus corazones.

Hace unos años, en medio de la esperanza de una paz posible (la cual hoy se siente cada vez más arrebatada), recorrer las carreteras y llegar a esos lugares que apenas se empezaban a curar las heridas de un conflicto que hasta entonces había parecido incesante, se constituía como una oportunidad de reconocer estas realidades de la mano de sus verdaderos protagonistas, pues desde los cascos urbanos sólo eran reconocidas como parte de los reportes de noticias en la televisión o en la radio. Fue así como aparecieron en el radar las historias de la antigua zona de distención, en donde se cruzaron por años las balas y los ataques que se rotulaban con múltiples nombres y que se disparaban desde diferentes flancos, mientras que en el centro estaban siempre los pobladores de las regiones quienes, atrapados bajo una red tejida por el retumbar de los fusiles, tan sólo podían ver como el cerco de las operaciones contrainsurgentes les dejaban sumidos en el miedo, las amenazas y el dolor de quienes perdían la vida por no querer ser parte de la guerra y de quienes dejaban de estar por presuntamente haber tomado algún partido en medio de un conflicto que les fue impuesto y en el que nunca pidieron participar.

De quienes se tuvo la certeza del deceso, fue posible elaborar un duelo y reconocer el punto final de sus historias de vida, pues quienes les sobrevivían tuvieron el amargo consuelo de poder llorar sus muertos y la garantía de conocer el lugar en el que reposaban sus restos; sin embargo, para quienes fueron sacados a la fuerza de sus hogares sin tener respuesta o motivo para ello, para quienes se despidieron rumbo a la jornada diaria de campo y allí encontraron el no retorno, para quienes emprendieron un camino en búsqueda de mejores oportunidades que nunca llegaron a encontrar… para todos ellos, y sobre todo para sus familias, el devenir de los días se hizo mucho más cruento y desesperado por cuenta del flagelo de la desaparición.

Todos tienen claro y vivo ese último instante, repasan en sus memorias y en sus añoranzas aquellas últimas palabras, recuerdan las ropas que vestían al partir, tienen presentes las miradas de aquellos que ahora no se sabe en dónde están, y conservan cada detalle como indicio que les pueda llevar a la recuperación de sus desaparecidos, a los que les han dado ese nominal desde el momento en que la espera se convirtió en la única respuesta ante una nueva vida que se les obligaba a vivir, tanto a quienes no estaban como a quienes permanecían. Para muchos de quienes se quedaron en los territorios, la presión de la guerra los llevó a tener que desplazarse ante el dilema de esperar a quien se había ido o partir para resguardar la propia vida, mientras que otros, aferrados a la esperanza del retorno se pusieron como escudo sus recuerdos y se negaron a dejar el lugar al que de seguro, en algún momento, volvería aquel del que ahora no se tenían noticias.

Con el pasar de los días, de las presiones, de los gobiernos y de las ausencias, las comunidades hicieron cotidianas las esperas, y quienes aún permanecían en sus viviendas se reunían para alentarse unos a otros y hacer que la carga de la añoranza individual se fortaleciera en el sentimiento colectivo. Esa convivencia con la ausencia empezó a vestirse de resignación, pues entre más tiempo pasaba, se aminoraban las expectativas de que quienes habían sido sacados del territorio pudieran regresar, así que ahora la súplica última era por lo menos saber en dónde estaban, lograr tener un punto de destino para saber en dónde había terminado esa travesía forzada e impuesta que les obligaban a padecer. Ha sido tal la desesperación por esta tortuosa espera, que literalmente los que permanecían, los sobrevivientes, empezaron a buscar cualquier indicio, cualquier réplica, cualquier evidencia que les llevara a una respuesta, incluso bajo las piedras y escarbando la tierra misma, llegando al extremo cruel de sentir una esperanza de verdad ante cualquier anuncio del hallazgo de alguna señal, de alguna pista o de alguna osamenta que aflorara en cualquier excavación que se hiciera en las parcelas de los territorios vecinos.

Tristemente, ante el hallazgo y el anuncio de alguna fosa en la que se encontraran restos, toda la comunidad se volcaba para saber de quien se trataba, no movidos por el morbo inherente a la situación, sino por la esperanza de saber si podía ser la respuesta a la propia espera o la respuesta para alguno de los vecinos, pues a la final lo importante era saber quién se hallaba allí, que esto pusiera fin y permitiera dar cierre para alguno de quienes llevaban ya décadas esperando la certeza o el desenlace. En uno de esos días de hallazgos se supo que en medio de una extracción para algún proyecto petrolero habían sido encontrados tres cuerpos, y por tanto, se vislumbraba el posible desenlace para tres historias, aunque eso representaba una nueva ruta tortuosa, pues la identificación de quienes allí reposaban no era algo que pudiese determinarse con celeridad, toda vez que el proceso de cotejo y validación de las identidades de quienes ahora permanecían bajo tierra, no es una tarea fácil.

Lo primero es lograr mantener, de la mejor manera posible, la poca integridad material que queda en aquellos pocos despojos, de tal forma que se pierda la menor cantidad de evidencias que permitan reconocer el nombre y, por tanto, los dolientes a esos restos. En este punto la esperanza se mantiene viva para todos y por eso, mientras no se tenga la certeza del linaje del hallazgo, los huesos extraídos de la tierra ahora le pertenecen al territorio, a la historia y a todos quienes esperan. Desde ese momento pueden pasar muchos meses, y en la mayoría de los casos, muchos años en el desarrollo de las labores de recolección, de contraste y de verificación de materiales biológicos que permitan, como en un juego de ruleta o de azar, empezar a descartar a quienes no tienen coincidencia alguna con el hallazgo, por lo menos desde lo genético, pero más allá del resultado, sigue manteniéndose el vínculo, pues de seguro, aunque resulte no ser el desaparecido que esperaban, será siempre alguien conocido, alguien con quien se vivió un recuerdo en cualquier momento de la vida.

Mientras surte efecto este lánguido y dilatado proceso de identificación, la comunidad sigue viviendo, esperando el hallazgo de otra fosa o el resultado de alguna hallada con anterioridad. Finalmente un día inesperado llegan los osarios que contienen en su interior aquellos restos que ya ahora tienen un nombre, de quienes se conoce su procedencia, y entonces empiezan los preparativos para poder decir adiós como es debido, o por lo menos, de manera más digna y certera al dejar de ser nominados como desaparecidos para ser reconocidos como fallecidos en medio del conflicto. La sensación mezcla de manera surrealista el dolor de saber que a quien se esperaba ya no se le esperará más, matizado esto con el alivio de tener ahora la certeza de su paradero y de poder poner flores en nombre de quien ahora está contenido en un cofre mortuorio, al cual se abrazan sus allegados casi como dándoles la bienvenida a casa.

Para muchos, esta realidad les ha obligado a vivir teniendo como padre o madre tan sólo a un recuerdo y han construido infancias llenas de vacío y de inquietud, han crecido sintiendo que no es posible otra forma de vida y que es lo que deben asumir, por el simple hecho de haber tenido su origen en un lugar que no eligieron. Así se debaten los días de quienes han tenido que padecer la guerra sin querer ser actores de este conflicto que les ha sido puesto como parte de su cotidianidad, pues la mayoría de ellos nacen, crecen y parten sin que las realidades de sus territorios sean distintas, sin que haya respuestas que pongan fin a su dolor y a su falta de garantías para poder vivir en un territorio libre de amenaza para poder ser. Es por eso que todos quienes tenemos los pies, las mentes y los corazones puestos en este país no podemos permitir que estas historias sigan reproduciéndose y es momento de tomar mejores decisiones para poner rumbos de esperanza, verdad y reparación que de alguna manera compensen las pérdidas de todos y todas a quienes se les ha robado la oportunidad de vivir en paz.

Layla-Martinez-Carcoma

Quijotadas: Carcoma (Novela)

En el cuento “Silla”, José Saramago, el entrañable amigo –sí, sigue siendo mi amigo– relata la paciente labor que de generación en generación realiza el Anobium, que desde un árbol canadiense empieza a carcomer la madera con la que han de fabricar un cómodo asiento en el que posará sus nalgas un dictador portugués. Ese cuento hay que leerlo.

Por Javier Correa Correa
jcorreac@ucentral.edu.co

Portada de la novela Carcoma

La mención del cuento de Saramago constituye para mí una puerta de entrada a la novela Carcoma, de la joven española Layla Martínez, quien en 118 páginas narra la historia de tres mujeres –madre/abuela, hija/madre, hija/nieta–, que comparten una casa donde cohabitan con sombras de suspenso.


La abuela y la nieta –más fácil referirse así a ellas, pues no sabemos sus nombres– se turnan para contar la historia con sus ópticas y sus voces que se reconocen, además de por la distinta sicología generacional, por la cercana pulcritud del lenguaje de la primera y la desentendida de la menor, que se da el lujo de incurrir en errores gramaticales sin que le importe un bledo. Errores que detectamos en este nuestro continente, pero que en España pasan desapercibidos. Sus preocupaciones son de otra índole.


Coinciden la abuela y la nieta, además de en la sangre que corre por sus venas, en un resentimiento social que no es gratuito pero que en la contraportada del libro se define como “feminismo espectral”, algo de lo que han de saber las brujas peninsulares y de todas las latitudes.

Razones tienen de sobra para pensar y sentir como piensan y sienten, porque ambas han sido atrapadas y cercadas y acorraladas y oprimidas por las paredes vivas de la casa de madera, de las que nunca nadie podrá salir, pues allí se ingresa, pero nada más: “Muchas madres odian en secreto a sus hijos y por eso aquí en esta casa nos hemos envenenado tanto unas como otras, porque odiamos lo que nos recuerda a nosotras”.
Los hombres que osaron entrar a la casa y a las vidas de las tres mujeres no sabían si eran protagonistas o testigos, a lo mejor creían lo primero.

Pero Layla Martínez los baja del curubito en un santiamén: “El hombre cogió un foto y la miró confuso. En ella aparecía mi madre junto a otros chicos del pueblo.

Él también estaba, los años le habían puesto papada pero no le habían quitado la cara de idiota”.
Como dicen por ahí, de esas nadie se salva. Ni las sombras, ni las paredes, ni las almas, ni los mechones de pelo, ni la carcoma misma.
Ah, mencioné a tres mujeres, pero en estas líneas me he referido únicamente a dos de ellas. Habrá que leer el libro para encontrar la supuesta omisión. O habrá que releerlo.

Layla Martínez

Foto de Layla Martínez

Nació en Madrid, España, en 1987.
Cito la página de la Editorial Txalaparta.eus:

“Es licenciada en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense y máster en Sexología por el Instituto de Ciencias Sexológicas de Madrid. Colabora habitualmente con El Salto, coordina el fanzine musical Dolly Records y codirige la editorial Antipersona. Ha publicado relatos en varias antologías de narrativa: Alucinadas (Palabristas, 2017), Estío (Episkaia, 2018), No son molinos (Cerbero, 2018); y de ensayo, como Infiltradas (Palabristas, 2018), sobre el papel de la mujer en la ciencia ficción”.
En 2021 publicó la novela Carcoma, que en dos años ha sido traducida a doce idiomas. Se consigue una edición colombiana, de Ediciones Vestigio S.A.S.

Marcha-del-pueblo-chileno

Quijotadas: Una alameda en Santiago

El 11 de septiembre se conmemoró el aniversario número cincuenta del golpe militar contra el gobierno civil de Salvador Allende en Chile. Con dificultades, claro, el gobierno joven de Gabriel Boric trata de alcanzar el cambio que su país clama, y para rendirle un tributo a Allende y respaldar a Boric, se dieron cita en Santiago de Chile representantes de la democracia continental.

Por Javier Correa Correa
jcorreac@ucentral.edu.co

Marcha del pueblo chileno

Fue la que podría llamarse mi primera rabia política, que me marcó el resto de la vida. Recuerdo el día: martes 11 de septiembre de 1973, aunque no sé la hora. Tengo la certeza de que era el primer experimento de hacer la revolución a las buenas, sin balas, como se dice que son las democracias.

O la democracia, vaya uno a saber si es una sola, como me dijeron después en el colegio y la universidad.

Aunque esa supuesta democracia fue fruto, precisamente, de un alzamiento armado al frente de la cárcel de la Bastilla. Pero eso es historia más remota y su final no se puede decir que haya sido muy positivo, si piensa uno en ese espantoso aparato de la muerte llamado guillotina o en la autoproclamación como emperador por parte de un tipejo que escondía su mano en la casaca.
Mi padre había vivido en Santiago y siempre hablaba de la belleza de ese Chile, de los Andes, de la facultad de Medicina que abandonó para regresar a Colombia y casarse con mi mamá.

Así que sus anécdotas, contadas con alegría y un brillo especial en los ojos, me habían convertido, de alguna manera, en chileno.
A mis catorce años, poco había yo escuchado del presidente Salvador Allende y de su compromiso con la revolución. Vine a saber después, cuando los traidores bombardearon el Palacio de la Moneda y lo mataron. Así él haya disparado la bala postrera, lo mataron.

Yo llegué del colegio a la casa y encontré a mi hermano Fernando, Menandus, llorando frente a la radiola, un hermoso mueble del que salían terribles noticias.
–Están bombardeando –decía, y tuve que preguntar qué.
–El palacio presidencial en Chile. ¡Oigan!
La transmisión radial era, sin duda alguna, terrible. Los aviones de guerra dejaban una estela de sonidos aterradores, tanto en el aire como en la tierra, donde caían las bombas destinadas a matar chilenos. Los pilotos eran chilenos, también.
Se oía como en las películas en las que los gringos eran los buenos, aunque ahora habían elegido títeres para disparar ráfagas de mortíferos proyectiles de verdad. Y no se trataba de una película, aunque sí era de terror.
Menandus seguía angustiado y su angustia crecía cada vez que una bomba explotaba en los parlantes de la radiola. Él se levantaba, caminaba, manoteaba y le narraba a mi mamá lo que sucedía en la cercana Santiago de Chile.
La voz ahogada de un hombre hablaba de una alameda, poco antes de morir. Poco antes de morir él y de morir las alamedas en Santiago. El experimento de la revolución pacífica había muerto, el martes 11 de septiembre de 1973. Murió también Víctor Jara. Y murieron miles y miles de personas que creían que sí era posible un mundo mejor. Un mundo en paz. Un mundo sin hambre. Un mundo como el que merecemos.
No sé qué dijo mi padre cuando llegó a casa. Sé que mi hermano mayor, Menandus, había llorado. Tal vez fue ese día cuando decidí que un mundo mejor, en paz, sin hambre, como el que merecemos, había que conquistarlo. Con la fuerza de las armas, si era necesario.

Presidentes en conmemoración del golpe chileno

Epílogo


Cincuenta años después, Salvador Allende es recordado con gratitud, igual a como son recordados tantos chilenos, tantas chilenas que dieron sus vidas no solo en ese septiembre, sino durante todos los nefastos años de la dictadura, que se prolongó camuflada de civil y fue enfrentada con valor y decisión en la última década, cuando en las calles fueron sembradas las semillas de nuevos cambios en América Latina, como en Colombia.
Diez años después del golpe patrocinado por Estados Unidos, surgió en Chile el Frente Patriótico Manuel Rodríguez, que con las armas y bajo el lema “Aún hay patria, ciudadanos”, pretendía derrocar el régimen dictatorial. Luchó con heroísmo, pero se fue diluyendo y finalizó definitivamente su accionar cuando en las urnas el pueblo chileno le dijo NO a la dictadura. En Colombia hubo –todavía hay– unas pocas organizaciones político-militares, pero por fortuna la mayoría ha hecho dejación de las armas para, con la fuerza de las ideas y el compromiso total, conquistar un mundo mejor, en paz, sin hambre, como el que merecemos.

Este texto forma parte del libro Anecdotario de mis guerras, libro que publiqué en 2019. El epílogo lo escribí para sumarme al agradecido homenaje a todas las personas que en Chile creyeron y siguen creyendo en la democracia.

MOVILIDAD-MUJERES

En pro de la igualdad: mujeres al volante

Cuando hablamos de trabajos invisibles inmediatamente se nos viene a la cabeza un hombre barriendo la calle o recogiendo la basura, tal vez incluso pensamos en los repartidores, mensajeros y labores que consideramos pequeñas que realmente no nos gustaría realizar; sin embargo, no es de esto de lo que se trata un trabajo invisible.

Por: Valentina González

Conductoras de SITP en Bogotá

Estos, son aquellas tareas  de cuidado del hogar, la familia, deberes domésticos y de cuidado no remunerado, la crianza y el cuidado de personas mayores, aquellos que generalmente se le delegan a las mujeres cabeza de hogar en su día a día.

Este no es un llamado al feminismo, sino un agradecimiento a muchas de las madres que levantan a sus hijos solas, sobreviviendo un día a día con un salario mínimo o simplemente con la ayuda que llegan a recibir de distintos lugares.

No hablamos de mujeres exitosas con trabajos soñados, sino de mujeres normales con una vida normal con el peso de sostener a su familia sobre sus hombros, que en un país como Colombia llegan a ganar un 24 por ciento menos que los hombres, según la Organización Internacional del Trabajo.

Las mujeres conductoras de transporte público

Hay algo evidente, y es que cuando buscamos transportarnos en un taxi o bus, esperamos ver a un hombre conduciendo y nos extraña, causando curiosidad cuando vemos a una mujer en dicho tipo de trabajo, reconociendo que tal vez lo primero que se viene a nuestra mente es “este no es un trabajo para una mujer”; sin embargo, se ha comprobado que el transporte es más seguro cuando es conducido por una mujer.

Para nadie es un secreto que el gremio de taxistas es un sector machista y pesado, pero actualmente este cuenta con más de 3.000 conductoras de taxi, apenas llegando al 1 porciento de operadores de este medio.

El 8 de marzo en el Día Internacional de la Mujer, la Secretaría Distrital de Movilidad hizo un reconocimiento a todas las mujeres de transporte público en Bogotá, resaltando que el operador la rolita, un concesionario de transporte, ha contratado el mayor número de mujeres a nivel nacional, contando con 229 conductoras.

Teniendo en cuenta que en la capital del país el 52,1 porciento de la población se compone por mujeres, se busca trabajar por la igualdad y cerrar las brechas de género apoyando la incursión laboral de las mujeres.

En un país como Colombia, en el cual muchas mujeres quedan solteras con hijos en brazos, es prudente y casi que necesario hacer un reconocimiento a cada una de esas mujeres que levantaron a sus hijos sin ayuda de un hombre a su lado, luchando contra el machismo y la escasez, un agradecimiento a cada mujer que hace que Colombia sea un país productivo, criando personas de bien sin tener en cuenta la limitación de sus recursos o posibilidades laborales para poder mantener a su familia. No solo es un reconocimiento para el mes de la madre, sino un llamado a la conciencia de cada persona criada por una madre cabeza de hogar.

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La ludopatía y los deportes ¿coexisten?

Las apuestas en línea y las apuestas deportivas han visto un incremento muy alto durante los últimos años y sin la correcta regulación estos pueden llegar a causar una adicción conocida como ludopatía. Pero si esto afecta a los espectadores, ¿Qué tan posible es que afecte a los deportistas?

Por Esteban Rusinque Barrera
erusinqueb@ucentral.edu.co

Imagen de: Pexels

Para empezar con este tema tenemos que entender qué es la ludopatía. La Academia Española (RAE) lo define como la adicción a los juegos electrónicos o de azar; tomando en cuenta esto también tendremos que pensar en el crecimiento de apostadores que se ha registrado en Colombia dentro de los últimos 6 años, pasando de tener 264.000 cuentas inscritas en 2017 a tener 8.059.313 cuentas inscritas en 2023.

Con esta cantidad de cuentas, Coljuegos registró en enero una recaudación total de $81.248 millones, de las cuales $28.803 millones corresponden a las apuestas deportivas.
Pero junto con este incremento en apostadores también se marca un mayor riesgo en el incremento de personas que se convierten en ludópatas, ya que, como mostró un estudio de la Universidad Nacional en 2018, de 5.858 estudiantes de universidades en la capital del país un 19% ya sufren de esta patología y 13,7% estaban en riesgo de sufrirla, lo cual si cada año aumenta el número de apostadores indica que el número de personas afectadas también podría subir.
Los motivos por los que una persona puede convertirse en ludópata varían desde genética, el abuso de sustancias o la exposición a la publicidad de casinos online y casas de apuestas. Esto explica el psicólogo sueco Per Binde, de la Universidad Internacional de Valencia y, quien afirma que la publicidad no es algo que obligue a una persona a ir a apostar, pero si esta publicidad se expone a un público joven, es como si plantara una semilla, un impulso a guiarlos a apostar en el primer momento en que les sea posible, ya que lo consideran divertido, entretenido y que es un método fácil para ganar dinero.

Imagen de: Dimayor

Con esto quiero conectar al tema principal y empezar a responder las preguntas que fueron planteadas: las casas de apuestas han tomado control de varias ligas alrededor del mundo como lo son el ejemplo de la liga BetPlay o el Sky Bet championship o los patrocinios que tiene Draftkings en las ligas estadounidenses (National Football Association, National Basketball Association, etc), el dominio que tienen y la cantidad de comerciales que pueden transmitir entre estos juegos e incluso fuera de ellos llega a todo público lo que hace que niños vean a sus ídolos con un logo en el pecho que tenga la palabra bet y que ya tengan cierto acercamiento a este mundo de las apuestas.
El escuchar y ver todos los logos y anuncios logra que la gente se acerque a las páginas web y a los locales.

Es el caso de Ivan Toney y CJ Moore: el delantero del Brentford fue encontrado culpable tras confirmar que apostó 232 veces entre 2017-2021 (cuando tenía entre 21-25 años), se le sancionó por 8 meses y espera para volver a jugar hasta enero del 2024, aunque Hollywood bets es el patrocinador del equipo.

En el caso de CJ Moore, la NFL lo sancionó por violar la política de apuestas de la liga y fue sancionado durante un año, por lo que se perdió la temporada 23/24.

Imágen de: Caras y caretas

Aunque veamos que estos casos llegan a afectar a deportistas, también tenemos que pensar en cómo llega a afectar a la integridad del deporte como lo hizo en el caso de Timothy Donaghy, quien fue un árbitro de la NBA entre los años 1994 y 2007 pero que fue arrestado en 2007 después de que el FBI lo encontrara culpable de amañar partidos y usar el dinero para gastarlo en apuestas; fue a cárcel por 11 meses, pagó una multa de 50.000 dólares y fue expulsado de la NBA.
En un caso más reciente, la Liga Boliviana fue cancelada después de 9 meses de competencia, debido a que se descubrió un audio en el que un dueño ofrecía una gran cantidad de dinero para amañar partidos para favorecer a quienes apostaban a los resultados sabiendo que iban a ocurrir.

Actualmente hay planes para organizar un torneo a menor escala para reemplazar lo que queda del torneo, pero se continúa investigando las acusaciones sobre los amaños.
El riesgo de que las personas puedan ser afectadas por la adicción a las apuestas es muy grande en especial por los problemas a la hora de regular cómo evitar que personas puedan perder el control a la hora de jugar, lo cual hace que sea una situación difícil de manejar y en la que a menos que se ofrezcan formas de ayudar a jugadores a rehabilitarse o que directamente se bloquee el acceso a este tipo de juegos, sigue siendo posible que estos casos se repitan y dañen la imagen que las ligas deportivas quieren tener.

SONIDO-DE-LIBERTAD

Los niños no están a la venta

Un reciente estreno de cartelera en las salas de cine del país ha revivido los titulares que impactaron a los colombianos, y especialmente a los cartageneros, el pasado 14 de octubre de 2014, fecha en la que fue desmantelada una red de traficantes de menores de edad liderada, entre otras personas, por una ex candidata al reinado popular de Cartagena durante el año 2013.

Por: José Escobar Romero

Sonido de Libertad / Fotografía de: Diego Pinzón

En medio de todo el escenario de sensacionalismo que se desató en aquel entonces, se consiguió el rescate de 60 jóvenes, entre los que estaban 25 menores de edad, que fueron llevados con engaños hasta la Isla de Barú para ser ofertados durante una fiesta privada, la cual fue infiltrada por agentes de seguridad de los Estados Unidos, el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar – ICBF y la Fiscalía General de la Nación, organismos que se articularon para llevar a cabo operativos simultáneos en la costa caribe y en Medellín en contra de este delito.


Este hecho noticioso fue una de las motivaciones que inspiró al director Alejandro Monteverde para la cinta Sound of Freedom, la que ha sido considerada por varios críticos de cine como la película más polémica de este 2023, en la que se cuenta la historia del ex agente de seguridad Timothy Ballard, quien fuera uno de los agentes encubiertos en estas operaciones realizadas en nuestro país y que en la actualidad lidera la organización sin ánimo de lucro Operation Underground Railroad (O.U.R.) y es CEO de The Nazarene Fund, dos entidades que se dedican a detener la explotación y el tráfico de menores en diferentes países del mundo.

La cinta, que fue grabada hace 6 años en locaciones de la ciudad amurallada, ha enfrentado diversos inconvenientes para su distribución, pero finalmente ha empezado a ser exhibida en diferentes salas de Estados Unidos, México, Argentina y Colombia entre otros países.

Rueda de prensa Sonido de Libertad / Fotografía de: Diego Pinzón

Precisamente, durante la rueda de prensa que acompañó el preestreno para medios de la cinta en Bogotá, los periodistas tuvieron la oportunidad de conversar directamente con Ballard para conocer de primera mano los impactos de su labor en defensa de los menores que son objeto de diversos vejámenes a manos de bandas criminales, tal como se recrea en la cinta.

A propósito de esto, Tim compartió con los asistentes sus momentos más complicados para asumir un cambio de vida en favor de los más necesitados, dejando de lado su estabilidad, su comodidad e incluso a su familia, y ante la pregunta de ¿Cómo obtuvo el coraje de renunciar a su trabajo para rescatar niños en el mundo?, asegura que durante los últimos 20 años ha estado dedicado al rescate de niños en medio de la frustración de saber que el mundo desconocía esta realidad, a lo que se sumó el asumir perderse el compartir la vida con sus propios hijos, pues tampoco ellos podían enterarse de su labor por seguridad de su propia familia, no obstante, como retribución ha podido encontrar a cerca de siete mil personas, en su mayoría mujeres, niños, niñas y adolescentes a quienes ha salvado de las redes de tráfico de personas, esclavitud y explotación sexual, después de haber dejado el servicio secreto de los Estados Unidos hace 10 años.

Sala de cine Sonido de Libertad / Fotografía de: Diego Pinzón

El productor de la película, Jaime Hernández asegura que esta historia merece ser contada con la esperanza de que ayude de alguna manera a encontrar soluciones antes el flagelo del tráfico de personas y de niños en particular, pues en muchos lugares del mundo hay víctimas que esperan ser rescatadas, por lo que considera que el difundir este tipo de historias generará una conciencia colectiva de prevención y denuncia, por lo que la productora de la cinta, Angel Studio, ha establecido una iniciativa para que las personas que no tengan la manera de pagar el tiquete para asistir a las salas de cine, pueda obtener un pase de cortesía, mediante lo que han denominado una cadena de favores, recurso que está disponible en la página https://www.angel.com/es/pay-it-forward/sound-of-freedom/co , en la cual también pueden hacerse donaciones para que más personas vean la cinta y se replique masivamente la denuncia que pretende hacer esta producción cinematográfica.

Tráiler de la película:

Tráiler Sonido de Libertad
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Quijotadas “Este es el libro que quiero escribir”: Isaías Peña Gutiérrez

Martes 5 de septiembre: un emotivo encuentro se llevó a cabo en las instalaciones de la Universidad Central, para celebrar los diez años de la Maestría en Creación literaria, de la que se han graduado más de 150 escritores que, siguiendo el rumbo trazado, siguen soñando con lo que viene, algo que podría considerarse una frase sacada de una caja tipográfica, pero que en realidad es una apuesta a futuros diálogos reales y ficticios.
Por Javier Correa Correa

Isaías Peña Gutiérrez, fundador del Taller de escritores, del Diplomado en Creación literaria, de la Especialización en Creación literaria, del pregrado de Creación literaria y de la Maestría en Creación literaria, fue el primer soñador del grupo en hablar.
Otro fue Óscar Godoy Barbosa, escritor y actual director de la Maestría, un hombre tímido que prefiere dejar que la palabra fluya con las letras impresas en sus cinco novelas.
La tercera soñadora era Juliana Muñoz Toro, periodista, ilustradora gráfica, columnista de El Espectador, profesora de la Maestría y autora de cuatro libros, uno de los cuales está en la categoría de literatura infantil, que es tal vez la más complicada. Que lo digan ella y quienes aprenden a leer.
Se dieron cita para recordar los cuarenta y dos años del Taller de escritores y los diez de la Maestría. Conocido por todos dentro y fuera de la universidad, Isaías, nervioso como si fuera su primera charla, leyó un mensaje que le escribió a un egresado de la Maestría, quien acaba de obtener un premio nacional de novela, en el que le decía: “no sé si usted me conozca”. La respuesta –que también leyó– fue un nítido “pues claro, usted estuvo en la sustentación de mi tesis de grado”.

Celebración de los diez años de la Maestría en creación literaria. De izquierda a derecha: Óscar Godoy, Isaías Peña, Juliana Muñoz.

Había explicado Isaías que “siempre me gustó conocer el nombre del estudiante y ser su amigo”, y es algo con lo que ha sido consecuente, pues aunque tiene una libreta –con muchas páginas– para registrar los premios obtenidos por los egresados, es en su mente donde guarda nombres de personas y personajes.
Esto, pese a que dijo también que había perdido algunos pasajes de la memoria, aunque explicó que “el Taller no es el que yo recuerdo sino el que los demás vivieron”.
Confesó que las directivas de la Universidad Central le han pedido que escriba la memoria de tantas letras leídas y escritas, y que ese “es el libro que quiero escribir, pero no esta noche”. Entre otras cosas, porque se detuvo a veces a confirmar en el reloj que el tiempo había pasado y debía ceder el turno, pero no le importaba mucho y seguía hablando.
Al final, sin embargo, y después de confesar que ha compartido “con muchas personas que tienen la misma locura de la literatura”, le ordenó cómplice a Óscar Godoy: “quíteme este micrófono”.
Así, quien tomó la palabra fue Juliana Muñoz Toro, a quien la sonrisa feliz la delataba cuando recibió el micrófono y dijo: “la Maestría tiene que ver mucho con el camino de quien escribe”, pues esta proclama la libertad, la autonomía, la soberanía.
“Es la libertad de conocer las reglas de la escritura para romperlas, es la búsqueda de posibilidades, es la obstinación, es desprenderse de las concepciones que se traen”, casi como una carga que limita.
En su calidad de escritora y docente, ve en los estudiantes la capacidad de ir más allá de las aulas, por lo que expresa “mucha curiosidad de ver que seguimos haciendo”. O “de ver qué seguimos haciendo”, esa tilde dice mucho.
La Maestría “es un programa que sigue dándole vía a la libertad creadora”, complementó Óscar Godoy, quien antes de empezar la celebración me había explicado que se combinan investigación y creación, pues la primera es necesaria para la escritura.
“El reto –dijo– es hacer compatibles la academia y la libertad creativa”.
Empecé diciendo que fue un emotivo encuentro. Pues retomo la idea para comentar que, de un momento a otro, y cuando se hablaba de los premios obtenidos por los estudiantes, Isaías dejó que se le quebrara la voz, se despojó de sus gafas, se frotó los ojos y todos pudimos observar maravillados que estaba llorando de alegría.

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Una decisión difícil: Huir y sobrevivir

Lentamente, mientras más me alejaba de mis raíces y comenzaba a divisar grandes edificaciones, sabía que este era mi nuevo hogar, la gran Bogotá, un destino con mucha esperanza, ilusión y un nuevo inicio.

Por: Macgerly Pulido M

Desplazamiento forzado en Colombia

Imagínate que un día tu vida cambie drásticamente y tengas que iniciar desde cero en un lugar que no conoces, sin llevarte las cosas por las que trabajaste, y decirle adiós a tu familia, sin saber si vas a volver algún día.

Bueno, no es muy alejado a la realidad colombiana que entre 1985 y hasta el 31 de diciembre del 2021, se reportaron alrededor de 8.219.405 víctimas del desplazamiento forzado, según el Registro Único de Víctimas (RUV) con apoyo del Internal Displacement Monitoring Centre (IDMC) y 5.235.064 personas mantienen su condición de desplazadas internas.

A la edad de 16 años, tuve que dejar mi territorio y con ello mis costumbres, tradiciones y, lo más difícil para mí, mi familia.

Tuve que abandonar todo y lo único que conocía, mi tierra caliente, las tardes de hamaca, el mote de queso, el salado del mar y las grandes parrandas vallenatas con el acompañamiento del acordeón y la guacharaca.

En las largas horas de transporte atesoré en mi memoria todos los recuerdos, para que siempre estuvieran conmigo en esta travesía que empezaba.

Imagen de archivo

Sin pensarlo mucho llegué a Bogotá, el destino que les daba esperanzas a todos mis paisanos. En un principio me perdí entre la inmensidad de las construcciones y el ajetreo de las personas, todo era desconocido, no había un rostro familiar en esta ciudad que me devoraba lentamente.

Experimenté el rechazo y el desprecio, todo el mundo me daba la espalda, no podía creer que la gente fuera tan apática y, no suficiente con eso, me tocó adaptarme por las malas a un frío al que no estaba acostumbrada.

Lo peor de la situación es que mi hija de un año también tuvo que enfrentar esta realidad, me partía el alma que ella, alguien inocente, pasara por eso, así que decidí sacar el valor que no tenía y la verraquera para darle un mejor futuro y hacer todo lo que estaba a mi alcance.

No fue fácil, yo tenía bastante preparación para la vida, entendía perfectamente todo lo que se debe sacrificar para ganar unos cuantos pesos, pero siempre tuve algo que me impedía avanzar: el idioma.

No sabía leer ni escribir, así que fue un reto personal adaptarme a las indicaciones, calles, letreros de transporte y la ciudad en general, todo era muy diferente, el clima, las comidas, la ropa que se usaba y las personas.

Me ubiqué en una habitación de inquilinato y los primeros días salía a caminar pidiendo ayuda a las personas, me avergonzaba mi situación, pero algo tenía que hacer para sobrevivir.

La angustia me consumía por dentro, el no saber qué pasó con las otras personas, si salieron de allí o se quedaron, si la vida había mejorado para ellos o todo sería un infierno, no tenía un número al que llamar, para reportarme y que supieran que mi hija y yo estábamos bien a pesar de todo.

Poco a poco, fui reuniendo más dinero hasta que pude pedirle a la señora de la casa que me cuidara a mi hija para conseguir un trabajo más formal. Fue así como meses después pude trabajar en un restaurante como ayudante de cocina y luego en una casa de familia. Tuve patrones muy buenos que me ayudaron con mi hija y la podía tener conmigo mientras hacía el aseo.

Estos patrones me recomendaron con sus amigos y conocidos, ya que les gustaba mi forma de trabajo al igual mis preparaciones, que hacen honor a todo el Caribe que llevo orgullosamente y recorren cada centímetro de mi piel.

Imagen de archivo

De esta manera me adapté a las subidas y bajadas de Bogotá, en muchas ocasiones deseaba regresar con mi familia para saber si se encontraban bien, pero yo había decidido que este sería mi nuevo rumbo y tenía que ser fiel a ello.

Hasta el día de hoy no he vuelto a visitar mi tierrita, pero estoy en contacto con mis tíos, tías, primos y mi abuela Fidelia, a quien le debo todo en esta vida, la mujer que me sacó adelante con lo poco que tenía para dar y aunque la distancia me separe, la llevo en mi corazón cada vez que hago un enyucado, carimañolas, envueltos, sancocho de pescado, cocadas y las infaltables arepas con queso.

Puede que esas malas personas me hayan alejado de mi territorio, de mi punto de enunciación, pero lo que soy, mis tradiciones, vivencias, saberes artesanales y ancestrales me convierten en territorio, a pesar de estar en otro.

Marta Cecilia Montalvo Beltrán.
Montería, Córdoba. 1992

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MARAS-Y-BUKELE

Bukele contra las maras y pandillas

Más de 65 mil detenidos, temor por un avance hacia el autoritarismo en medio de la guerra que Bukele libra contra las pandillas y denuncias de violaciones a los derechos humanos; según el presidente son estas acciones las que explican que las cifras de asesinatos se hayan reducido a cero, sin embargo, organizaciones humanitarias critican duramente que muchas de estas detenciones se hagan de manera “arbitraria” y sin garantías para los arrestados debido al estado de excepción actual.

Por: Valentina González

La BBC Mundo realizó una entrevista con su directora para las Américas, Erika Guevara Rosas, quien destaca la urgente necesidad de poner fin a estas medidas excepcionales al considerar la falta de justicia hacia las víctimas de las pandillas y reitera que Bukele lleva tres años como presidente y no ha cumplido con su palabra de respetar los derechos humanos en el país.

Estas miles de detenciones se han estado realizando por medio de una herramienta que el régimen de excepción brinda a la policía , la cual permite que personas sean arrestadas simplemente porque son percibidas con el estereotipo estigmatizado que ha creado el propio gobernante del Salvador; es decir, gente joven que vive en situación de pobreza, comunidades marginales o en zonas controladas por pandillas, son personas que tienen tatuajes, familiares en pandillas, etc. Los procesos judiciales de los miles de detenidos se manejan en audiencias donde se presentan más de 100 personas con un solo defensor público, la mayoría son enviados a través de una prisión preventiva a una situación extendida de detención, sin un proceso o juicio que les declaren una sentencia. Se ha registrado que la situación en las penitenciarias se ha duplicado la población, en algunos casos tenían hasta el 250% de hacinamiento.

Tomado de: https://images.app.goo.gl/bHZczSgXwVtZDJY66

La politóloga Lorena Barrera ,recalca que respecto a los métodos utilizados por Bukele para erradicar a las pandillas, es importante señalar que existen preocupaciones desde la perspectiva de los derechos humanos. Algunas acciones, como el uso de las Fuerzas Armadas en tareas de seguridad interna, pueden plantear interrogantes sobre la militarización y el respeto a los derechos civiles. Además, es fundamental asegurar que se respeten los principios de debido proceso y garantías legales al enfrentar a los criminales; ella responde el interrogante de si este método pueda llegar a ser empleado por otros países aclarando que la viabilidad de aplicar un método similar al utilizado por el presidente en El Salvador en el contexto colombiano u otros Países, depende de factores, incluyendo el marco límite.

No todos los conflictos son iguales en cada país; ya que cada país tiene su propio sistema legal y marco constitucional que establece los límites y garantías para el tratamiento de los delincuentes y el respeto a los derechos humanos. Cualquier enfoque adoptado debe estar en consonancia con estos marcos legales y respetar los derechos fundamentales de las personas, incluso aquellos que han cometido delitos. Se deben considerar las problemáticas estructurales de cada país, y que las políticas que se adopten no pueden estar por encima de la constitución, que establece los derechos.

Concluyendo con que un aspecto importante que no se ha mencionado es la importancia de abordar las causas subyacentes de la violencia y la delincuencia, como la pobreza, la falta de oportunidades y la exclusión social. Además de medidas de seguridad, es necesario implementar políticas de prevención y desarrollo social que aborden estas causas estructurales, brindando oportunidades y alternativas a las personas en riesgo de caer en actividades delictivas. También el suponer que lo que se aplica en un país funcionaría en otro sin tener en cuenta el contexto y las condiciones.

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Las niñas sin miedo serán mujeres que inspiran

Los impactos que generamos desde el ejercicio profesional pueden ser de diversa índole, e incluso muchos de ellos no tienen unidad de medida para determinar el grado de impacto o influencia que pueden llegar a generar nuestras acciones.

Por: Jose Escobar Romero

Fundación Niñas sin Miedo. A la izquierda con saco color fucsia se encuentra Natalia Espitia. Fotografía de: @natiespitia en Instagram

Este es uno de los valores que ha logrado apropiar de ejemplar manera Natalia Andrea Espitia Perilla, egresada del programa de Publicidad de nuestra Escuela, quien gracias a su labor, a su vocación y a su trayectoria, fue invitada como conferencista central de la más reciente edición del Congreso Mujeres que Inspiran, organizado por la Universidad de los Andes en la ciudad de Bogotá.

Este congreso es un espacio organizado por Uniandes Women in Business, y se constituye como un escenario para la participación multidisciplinar en torno a la reflexión y al diálogo sobre el papel y el impacto que generan las acciones emprendidas por mujeres en Colombia y en el mundo. Tal como describe la organización del evento, “es un espacio de inspiración, networking, aprendizaje y sororidad enfocado en el desarrollo de la vida profesional y personal”, por lo que convoca a mujeres que se destacan en diversas áreas, quienes comparten sus experiencias en el desarrollo de diversas charlas, talleres y conferencias magistrales.

Imagen de: @natiespitia en Instagram

En su quinta edición, el Congreso Mujeres que Inspiran invitó a Natalia para compartir con los asistentes sus experiencias como gestora de la Fundación Niñas sin miedo, una iniciativa que surgió en el año 2016 “por un interés personal en el emprendimiento social y por experiencias personales que me llevaron a descubrir que la población más afectada por la violencia sexual son las niñas”, tal como lo relata en entrevista para Concéntrika nuestra egresada. Es por esto que la fundación nace con el objetivo de prevenir las violencias basadas en género y el embarazo en niñas y adolescentes por medio de experiencias de aprendizaje a través del juego y de otras actividades no usuales en la educación tradicional.

Como resultado de las motivaciones y de la labor de impacto social que desarrolla Natalia desde su fundación, ha sido reconocida como Mujer Cafam Cundinamarca en el año 2018 y fue finalista del premio de liderazgo del periódico El Espectador durante 2016 y 2017, a lo que se suma que a raíz de su pasión por escribir en el año 2021 fue apoyada por la Casa Editorial del Periódico El Tiempo y por Intermedio Editores para publicar su primer libro, titulado Valiente como una niña, en el que los lectores pueden encontrar una “historia real de mi vida en donde expongo mi transformación profesional y personal desde que inicie mi pregrado en Publicidad en la Universidad Central”, relata Natalia.

Fotografía de: @natiespitia en Instagram

A propósito de su formación profesional, esta mujer inspiradora destaca que el haber estudiado Publicidad le ha permitido, como emprendedora, tener una visión global de los frentes que debe tener en cuenta para hacer sostenible su organización, además de permitirle tener una visión estratégica. “Hoy agradezco también a la Maestría en Creación Literaria mi formación actual para seguir guiándome en mi camino como escritora” complementa Natalia.

El ejemplo de Natalia como profesional, como emprendedora y como gestora social, redunda en nuevas generaciones y en quienes conforman su equipo de trabajo, por lo que se despide de esta conversación afirmando lo siguiente: “Mi mensaje para los estudiantes es que exploren el sector social y no sean indiferentes, y que se animen a tomar riesgos para tener una visión global de su carrera, ya que es importante tener, así sea una, experiencia viviendo fuera de Colombia”.