Concentrika Medios

Un Lamento Silenciado en la Sociedad

Dana Sofía Chaparro Bustos 

dchaparrob1@ucentral.edu.co

En nuestra sociedad, el suicidio continúa siendo un tema tabú, rodeado de estigmas que distorsionan la comprensión de la angustia emocional. Con frecuencia, escuchamos afirmaciones despectivas sobre los adolescentes que se suicidan, catalogándolos de “débiles” o “egoístas”. Sin embargo, lo que estas críticas ignoran es que, para tomar la decisión de terminar con la propia vida, se requiere una valentía extraordinaria, un acto de desesperación que desafía la noción convencional de lo que significa ser fuerte o débil.

El suicidio es el resultado de un sufrimiento interno que, a menudo, se oculta bajo la superficie de sonrisas forzadas y apariencias engañosas. Muchas personas que contemplan el suicidio no buscan terminar con su vida, sino acabar con el dolor insoportable que sienten. En lugar de verlo como una forma de “rendirse”, es vital entender que, para muchos, el suicidio es una extrema rebelión contra un sistema que les ha negado la validación de su dolor y su sufrimiento.

El problema radica en cómo la sociedad responde a las crisis de salud mental. En lugar de ofrecer empatía y apoyo, se recurrirá al juicio. Frases como “deberías ser más fuerte” resuenan con crueldad, minimizando las luchas de quienes se sienten atrapados en un abismo de desesperación. Así, el suicidio se convierte en un grito desesperado de “¡No puedo más!”, que desafía la idea de que la fortaleza se mide únicamente por la capacidad de soportar el sufrimiento.

La idea de que los jóvenes deben “hablar” sobre su dolor ignora una realidad fundamental: muchas veces, cuando intentan abrirse, son recibidos con desdén o incomprensión. El mensaje que se les envía es claro: su sufrimiento no es válido, su dolor es una exageración. Esta reacción puede ser devastadora; lo que debería ser un espacio seguro para la vulnerabilidad se convierte en un campo de juicio, y el resultado es un silencio ensordecedor.

Los adolescentes que enfrentan crisis emocionales a menudo sienten que no tienen un lugar a donde acudir. Al intentar compartir su angustia, se encuentran con frases como “deja de quejarte” o “hay personas con problemas peores”. Estas respuestas, aunque bien intencionadas, alimentan la idea de que sus sentimientos no merecen atención, y que están haciendo un escándalo innecesario. Así, el suicidio se convierte en una opción que se contempla en soledad, una decisión que se toma cuando el dolor es tan abrumador que ya no hay esperanza de encontrar alivio o comprensión.

Representación de la depresión – Fuente: Marisol Echarri 

La visión del suicidio como un acto de debilidad está intrínsecamente ligada a la incapacidad de la sociedad para valorar adecuadamente la vida de quienes sufren. Se supone que el deseo de vivir es una constante universal, pero para muchos, la lucha es diaria y el agotamiento es insuperable. El acto de suicidarse no es simplemente una renuncia, sino una respuesta compleja a un dolor que parece ineludible. Para quienes eligen este camino, el verdadero acto de valentía es enfrentarse a un mundo que no entiende su sufrimiento y decide que no quieren seguir.

En lugar de condenar a quienes se quitan la vida, es fundamental cuestionar cómo hemos fallado como sociedad. ¿Qué tipo de cultura produce jóvenes que sienten que no tienen otra salida? ¿Cómo permitimos que el sufrimiento emocional se convierta en un estigma bajo una capa de silencio y vergüenza? La conversación sobre el suicidio debe centrarse en el apoyo y la comprensión, no?

Es hora de cambiar la narrativa que rodea al suicidio, comenzando por reconocer que quienes lo contemplan no son “débiles” ni “egoístas”, sino personas que luchan con un dolor que no saben cómo expresar. Es fundamental crear espacios donde se pueda hablar de las emociones sin miedo al juicio, donde se valide el sufrimiento y se ofrezca apoyo genuino.

Los jóvenes que enfrentan estos desafíos necesitan saber que no están solos, que hay quienes están dispuestos a escuchar y validar su dolor. La empatía y la comprensión son herramientas poderosas que pueden ayudar a prevenir el suicidio, ofreciendo un rayo de esperanza en momentos de oscuridad. Solo a través de esta apertura y aceptación podremos crear un entorno donde cada voz sea escuchada y donde la vida sea valorada en todo su complejo.

Artículo producto de ejercicios académicos. No es oficial de la Universidad y las afirmaciones u opiniones emitidas a través de ellos no representan necesariamente a la Institución.

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