Por: Nicolas David Rincón Ortiz
Estoy cansado, las manos me pesan y mi mente se vuelve muy ruidosa en momentos de extremo silencio, cuestionándome si en esto consiste vivir, levantarme con más ojeras que ayer pero menos que mañana, una nueva arruga ultimando mi ultima pestaña sale en decoro de un nuevo pasar del tiempo, cepillarme los dientes con ese cepillo duro y despeinado, el sabor de la pasta dental es la misma de hace 10 años y el baño, en su monotonía, se pone en mi contra mostrándome el paso de los años, me visto, solo me visto, rogando que por fin este día logre desafiar la monotonía, la tarjeta del metro me da una señal de que debo salir corriendo detrás de un monstruo largo y pesado, sabiendo que en 40 minutos llegaré a mi destino, no sé si mi maletín está mas pesado o si mis manos no tienen el mismo agarre de antes, se sienten temblorosas, como cuando un animal ladra y se acuesta cuando se aproxima una catástrofe.
Mi cuero, que ya no está tan duro como antes, empieza a demostrar ese cansancio, mi armadura de carne se vuelve débil y yo, por otro lado, veo lejos mi retiro, un suspiro demuestra esa debilidad mientras veo a un policía blanco esperándome en la puerta del metro, el reflejo de sus esposas da directo a mi mano negra y arrugada, repleta de mugre y cansancio, mientras que mi mente, regañándome me dice aquí vamos de nuevo.
El animal blanco sale en mi embestida, el maletín, junto con mi café y mi periódico salen volando por el aire, el mismo aire en donde hace segundos mi suspiro salió, mis manos tiemblan, el oxígeno me hace falta, un frío atormenta mi pecho, mis manos en la espalda, sintiendo el dulce acero de las esposas me son un polo a tierra, mientras que el animal, con toda su furia saliendo por la nariz en forma de vapor me dice levántate maldito negro. Hago caso, cada vez veo más lejos mi maletín, pero más cerca mi muerte.
El moretón de mi cara empezaba a sobresalir en mi piel negra, necesito de nuevo subirme al metro, dormir, sanar y buscar como escapar de aquí, o de mí, escapar de mi, escapar de todo lo que me hace daño, soltar, solo soltar. Otro suspiro sale, mientras la gente, feliz espectadora de lo que me sucede, empieza a verme con lastima, sonrío y le guiño el ojo a una niñita que me ve con angustia para calmar su miedo, todo va a estar bien le digo, sabiendo que nada lo está, camino junto a mi destino final, me despido del metro que me transportó sin quejas y de mi maletín, que dentro de el se guarda mi vida, cada vez que me alejo pienso en que fue un gran compañero de vida y sé que lo veré pronto, en esta vida, o en la otra.