Un video que circula en redes sociales es dramático: un niño al que llaman Byron declara que es integrante del Ejército de Liberación Nacional, ELN, organización armada que se encuentra en diálogos con el Gobierno en el marco de la Paz total propuesta por el Presidente Gustavo Petro.
Por Javier Correa Correa
A todas luces, se trataría de un atentado del ELN contra la paz y contra la integridad de los niños, que deben estar fuera del conflicto, tanto en calidad de menores civiles como en la eventualidad de que hayan sido reclutados por actores legales o ilegales.
En el video, Byron dice que supuestamente ha estado en tres combates, que no conoce una sala de cine, y otra serie de elementos que confirmarían lo salvajes que son los guerrilleros.
Pero al hacer un análisis del video, son muchos los elementos que desvirtúan lo dicho, y que además ponen como delincuentes a quienes lo hicieron y subieron a redes, quién sabe desde qué bodega clandestina, de esas que pululan y siguen los postulados nazis de Goebbels, el propagandista de Hitler, quien afirmaba que una mentira repetida mil veces se convierte en verdad.
La diferencia es que, en este caso, casi un millón de incautos han visto el video y se encargan de reenviarlo a sus contactos en las redes sociales habidas y por haber, desempeñando el papel de idiotas útiles de las mentiras.
Un primer factor que me permite tildarlos de delincuentes es que violan la Ley de Infancia y Adolescencia, al involucrar a un niño en hechos de violencia, y la guerra sí que es violenta. Otro punto es que muestran el rostro, la voz, y no se toman el trabajo de mantener oculta su identidad, y es obligación hacerlo.
Otros elementos que analicé con la periodista amiga Alexandra Correa, defensora a ultranza de la niñez, es que el uniforme del niño en el video tiene insignias del Ejército, que el brazalete usa los colores rojo y negro pero no tiene la sigla del grupo guerrillero. Y que el niño habla como todos los pequeñines cuando declaman poesías de Rafael Pombo en las escuelas, con un sonsonete que se oye hasta bonito. Pero que no convence. Ni merece los aplausos orgullosos de los papás y las mamás en los actos culturales.
El del video no es el primer caso, sin embargo. Hace unos días, una senadora caucana de cuyo nombre no quiero acordarme –esta columna se llama Quijotadas y me permito la licencia de usar la figura cervantina– posteó una foto de un supuesto retén militar del ELN en el departamento del sur del país. Hay que volver trizas la paz, dijeron hace siete años y no se sabe cuántos muertos, heridos, desplazados, desaparecidos ha habido en este tiempo.
El portal colombiacheck.com, que revisa la veracidad de las publicaciones, encontró que la foto original difiere mucho de la que publicó la senadora, y que con algún programa de fácil adquisición –ojalá no sea pirata– alteraron la imagen y montaron una bandera, una pañoleta y hasta un camión “amenazado” en un aparente paro armado.
El análisis de la foto aclara sin duda alguna que es un montaje, lo que hoy llaman fake news, que se han puesto tan en boga. Aunque no son nuevos. Hay que recordar al prófugo de la justicia Luis Carlos Restrepo, comisionado de paz durante la administración Uribe, quien dizque desmovilizó un frente guerrillero para demostrar que iban ganando la guerra, como si no bastaran los 6.402 falsos positivos.
El Frente Cacique Gaitana, que no existía, dizque entregó sus armas en Chaparral, Tolima, y se demostró después que las armas eran del Ejército. Habría entregado también una avioneta dedicada al narcotráfico, que había sido confiscada diez años antes y era facilísimo hallarla en el hangar de un aeropuerto de la costa. Los uniformes nuevos de los supuestos desmovilizados mostraban que les habían arrancado las insignias, algo que no aprendieron ahora y le dejaron ese “error” al uniforme que le pusieron al niño.
Llevan tantos años haciendo trampa que solos se ponen las zancadillas. Y algunos medios, no se sabe si por complicidad o “inocencia” reprodujeron el video de Byron, como lo hizo, por ejemplo, la FM, que se ha caracterizado por atacar a como dé lugar al gobierno y sus programas, incluido el de la paz. Como prueba de que yo sí no digo mentiras, en la página oficial de la emisora está el video, que sugiero no ver, y lo digo simplemente para que no haya dudas. Simplemente les propongo a los de ese medio propagandístico que consulten todas las fuentes de información, pues ese es un principio elemental del periodismo.
La vaina es que no toda la gente sabe cómo consultar las fuentes informativas y muchos terminan creyendo esas mentiras divulgadas al estilo de Hitler.
La paz, total y no a medias, incluye la verdad.
E incluye el desenmascaramiento de quienes fabrican mentiras, pues, como en este caso, están violando la ley y la Constitución, que dice que no se deben difundir mensajes de odio y de guerra. Y el video lo hace. “Los derechos de los niños prevalecen sobre los derechos de los demás”, ordena la Constitución Nacional en su artículo 44. Y al niño del video se le están violando todos sus derechos. Y a los casi 50 millones de colombianos, que resultan engañados con triquiñuelas.