En Bogotá, basta con caminar para encontrarse con historias que no pasan por los noticieros. Los muros, desde Ciudad Bolívar hasta Usaquén, se han vuelto el medio favorito de quienes necesitan decir algo y no tienen otro canal para hacerlo.
Cada mural tiene algo que contar. Algunos hablan de luchas sociales, otros del territorio, de la memoria, de los que ya no están. Lo que para algunos es solo color, para otros es una forma de resistir.
La ciudad vibra con este lenguaje visual. El arte urbano ha crecido tanto que hoy Bogotá es referencia en Latinoamérica. Los murales se han convertido en una forma de diálogo entre la calle y sus habitantes.
Y en medio del ruido digital, estos mensajes pintados a brocha gorda han llamado la atención del periodismo digital, que los reconoce como relatos vivos, directos, sin adornos.
El mural como testimonio colectivo
Detrás de una pared pintada suele haber una historia dolorosa: el nombre de un líder asesinado, una comunidad desplazada o una denuncia ambiental que nadie cubrió. El arte lo cuenta donde todos lo pueden ver.
Para muchos, un mural es la primera vez que se enfrentan a esa realidad. No hace falta leer un informe: basta con mirar. Es una manera de informar que toca más por lo que muestra que por lo que dice.
Símbolos indígenas, frases en lenguas originarias, rostros de víctimas… Todo eso compone una narrativa que conecta con lo más profundo del barrio y de sus historias no contadas.
Desde el periodismo digital, acompañar estos procesos es clave. Registrar un mural es preservar un testimonio, es darle espacio a quienes rara vez lo tienen en medios masivos.
Un lenguaje sin censura
Hay algo en los murales que escapa al control. Nadie los edita, nadie les cambia el enfoque. Son mensajes sin filtro, gritados desde el concreto, puestos ahí para quien quiera ver.
Muchos nacen del trabajo conjunto entre artistas, vecinos y organizaciones. No son obras aisladas: son parte de un tejido que se fortalece mientras se pinta.
Hoy, medios de periodismo digital están dándole un lugar a estos relatos visuales. Fotografiar un mural, subirlo con contexto, compartirlo, puede ser tan potente como cubrir una rueda de prensa.
Porque los muros de Bogotá no solo decoran. También informan, incomodan, resisten. Y en una ciudad donde todo cambia tan rápido, ellos permanecen como crónica viva.