Por: Jose Escobar Romero – jescobarr3@ucentral.edu.co
Colombia atraviesa por el recrudecimiento de una ola de violencia que afecta, ya no sólo a las zonas rurales, sino que se siente de manera directa en territorios urbanos de las capitales, debido al accionar de grupos armados ilegales y el crimen organizado, a lo que se suma la fragilidad institucional, factores que han puesto en jaque la seguridad de miles de ciudadanos, una situación que demanda de los medios de comunicación enfrentar de manera responsable el reto de informar, sin caer en el sensacionalismo, la estigmatización o la tergiversación de los hechos, pues la ética periodística se convierte, más que nunca, en un elemento indispensable para garantizar una cobertura responsable.
En estos contextos de crisis, el periodismo no sólo informa, sino que también orienta, da contexto, denuncia y ayuda a construir memoria, por lo que la forma en que se cuenta una historia puede contribuir a la comprensión del conflicto o, por el contrario, a alimentar el miedo, el odio o la apatía, lo que implica que el ejercicio periodístico debe guiarse por principios éticos como la veracidad, la imparcialidad, el respeto por las víctimas y el rechazo a todo tipo de discriminación.
En un entorno mediático cada vez más polarizado y marcado por la posverdad, el compromiso ético es una brújula indispensable, y por eso el periodista, formado y profesional, debe saber que su función social va más allá de la primicia: debe actuar con asertividad, con dignidad y con sensibilidad frente a los hechos que afectan a las personas.

Informar sin revictimizar ni estigmatizar
Uno de los mayores riesgos en la cobertura de hechos violentos es la revictimización, sobre todo cuando los medios divulgan imágenes crudas o datos sensibles sin consentimiento, vulneran la dignidad de las víctimas. Además, el uso inadecuado del lenguaje puede reforzar prejuicios, asociando comunidades enteras con la criminalidad, ante lo que el ejercicio de un periodismo ético debe evitar estos errores y procurar narrativas que humanicen a los afectados.
Y aunque, si bien es cierto que el lenguaje nunca es neutral, es importante tener presente que, en situaciones de violencia, cada palabra puede moldear la percepción pública sobre los actores involucrados. Por ejemplo, denominar a una persona señalada, pero sin pruebas, como “terrorista” o “delincuente”, puede poner en riesgo su vida y su presunción de inocencia, de manera tal que los periodistas tenemos la responsabilidad de construir relatos basados en hechos comprobados, contextualizados y contrastados.

En tiempos de violencia, los rumores y las noticias falsas proliferan con rapidez, especialmente en redes sociales, y esta desinformación no sólo confunde a la opinión pública, sino que puede agravar los conflictos, lo que hace necesario que existan profesionales formados para verificar, contextualizar y desmentir las informaciones erróneas, a partir de los preceptos éticos de un periodismo que actúa como barrera contra la manipulación.
Ética y memoria: narrar para no olvidar
El periodismo ético también cumple una función de memoria, que nos permite documentar los hechos violentos con rigor y sensibilidad y que permite que las generaciones futuras comprendan lo ocurrido y que las víctimas sean reconocidas mediante narraciones que, desde la ética, se resisten al olvido y a la repetición de la violencia, siendo esta una función es fundamental en un territorio como el de Colombia, siendo un país que ha vivido décadas de conflicto.
En un país como el nuestro, en donde la violencia ha sido estructural, decidir estudiar Comunicación Social y Periodismo es una apuesta política motivada por la necesidad de querer intervenir en la realidad, transformar narrativas hegemónicas y dando voz a quienes históricamente han sido silenciados, y es por eso que la academia ofrece las herramientas para hacerlo con responsabilidad, rigor y sensibilidad.

Ante el desprestigio de los medios tradicionales y la proliferación de contenidos en redes, es común escuchar que “cualquiera puede informar”, no obstante, lo cierto es que nunca fue tan necesario contar con periodistas profesionales, pues en este contexto contemporáneo, la formación académica no es un lujo, sino que es una necesidad para fortalecer la democracia y para construir una sociedad más informada, justa y empática.
La formación profesional como garante ético
Estudiar Comunicación Social y Periodismo no es solo adquirir herramientas técnicas; es formarse en valores, pensamiento crítico y compromiso social, y aunque en las universidades, los futuros periodistas aprenden a contrastar fuentes, a construir relatos inclusivos y a respetar los derechos humanos, esta formación debe actualizarse constantemente y debe responder a las necesidades contemporáneas, para que los comunicadores actúen con criterio propio y no se dejen llevar por intereses políticos o económicos.
Pues es innegable que en contextos violentos como los que vivimos, muchas veces el poder —ya sea estatal, económico o armado— intenta controlar el relato mediático, y ante cualquier vestigio de manipulación o censura, el periodista profesional debe ser capaz de identificar estas presiones, resistirlas y buscar la verdad, ante lo que la educación en comunicación ayuda a desarrollar una mirada crítica que no se conforma con versiones oficiales y que busca la pluralidad de voces.

Los periodistas no solo informamos, también mediamos entre los distintos actores sociales, sobre todo en aquellas regiones en donde el Estado no llega o tiene una escasa presencia, pues allí, muchas veces los comunicadores son los únicos que visibilizan las problemáticas locales, lo que implica, no sólo una gran responsabilidad, sino también la posibilidad de generar cambios reales desde la palabra, siempre soportada en la ética periodística que fortalece este rol mediador y constructor de paz.
La coyuntura actual de violencia en Colombia nos exige un periodismo que esté a la altura de los desafíos, en donde informar no sea sólo transmitir datos, sino que se eleve al nivel de interpretar, contextualizar y dar sentido a lo que ocurre, y para ello, se requiere formación, ética y compromiso, de manera tal que estudiar Comunicación Social y Periodismo es una manera de prepararse para ese reto, desde una postura crítica y con la convicción de que otro país es posible, también desde el adecuado manejo del poder de la palabra.
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