ACN se une a los #16DiasDeActivismo contra la violencia hacía las mujeres.
Para comprender a fondo el problema del lenguaje sexista usado en redes sociales es necesario profundizar en un problema social que persiste desde hace siglos en nuestra sociedad, y por supuesto, en nuestro país. Colombia es un país con una tradición fuertemente católica-conservadora y es necesario decir, que, desafortunadamente, es también un país con una tradición machista.
Es claro que hoy día las mujeres se enfrentan a diferentes conflictos en su vida diaria. A la hora de buscar un empleo, en el momento de elegir sobre su cuerpo y su sexualidad, cuando deciden sobre su vida sentimental e incluso cuando se ven enfrentadas a la ropa por usar o el maquillaje que se “debe” llevar. Así mismo, podemos decir que ahora se tienen muchas más libertades de las que se tenían hace algunos años años.
A pesar de lo anterior, vale la pena pensar en qué tan equitativo es el mundo y la sociedad actual para los géneros. Cabe la pregunta sobre los derechos de la mujer y como estos han venido avanzando e se han institucionalizando con el paso del tiempo. Podría pensarse que en el siglo XXI, donde los avances tecnológicos son predominantes, un momento trascendental de la globalización, donde las conexiones entre diferentes culturas, comunidades y conocimientos es evidente, la violencia de género es algo del pasado y completamente inexistente por estos días.
Sin embargo, puede pensarse también, que muchos de estos nuevos recursos con los que contamos hoy en día no son más que una forma de ocultar una violencia de género, que se ha venido modificando a medida que la sociedad se ha transformado. Es innegable que para la mayoría de la sociedad colombiana es reprochable un caso de violencia física en contra de la mujer, pero ¿acaso ocurre lo mismo en otros tipos de violencia? o por el contrario, estos otros casos son invisibilizados e incluso normalizados debido a diferentes acciones que hoy día entendemos como comunes y a las cuales no les planteamos ningún tipo de cuestionamiento.
Si partimos a hablar del lenguaje sexista, podemos encontrar diferentes casos, no solo en redes sociales, sino en la vida diaria. Para muchos, son simples necesidades de algunos la insistencia en el no uso genérico del masculino; sin embargo, los mismos recursos morfosintácticos pueden evitar el uso del lenguaje de manera sexista. Un ejemplo de esto, podría ser el uso masculino en las terminaciones en los sujetos particulares cuando bien se puede hacer uso de la terminación femenina; o el uso genérico masculino de algunas palabras al hablar de un colectivo, cuando bien se puede hacer el desdoblamiento, evidenciando la presencia de sujetos masculinos y femeninos; así mismo ocurre cuando se habla de las profesiones y se evidencia solo a los sujetos masculinos, creyendo que dentro de esta generalización entran también los femeninos.
Tal vez, en un primer momento, pueda parecer que no hay mayor importancia en el uso de estas palabras; sin embargo, al preferir usar el masculino en todas las denominaciones, se está viendo a la mujer o al sujeto femenino, como un apéndice del hombre, ya que evidentemente se le está dando menos importancia a este género; otro ejemplo que sutilmente puede verse es el hecho de que siempre se resalta al hombre dentro de una oración y en segundo lugar se ubica a la mujer, dejándola relegada. Es necesario que se entienda la importancia de cada una de ellas, y que una mujer al ser esposa, novia, acompañante, no pasa a ser la segunda de su compañero, sino que tiene la misma importancia que este.
Y es imposible dejar pasar la carga que se lea asignan a ciertas palabras con las cuales se quiere hacer referencias despectivas hacia una mujer. Es común escuchar insultos con frases como “perra”, “zorra”, “loba”, que son dichas con el único objeto de denigrar a las mujeres y de culparlas, muchas veces, por tomar decisiones libres sobre su cuerpo y sobre su sexualidad. Es necesario evidenciar la carga negativa que se le asigna a estas palabras y que en muchas ocasiones, contrasta por completo con el significado que socialmente se carga al hacer referencia a un sujeto masculino llamado por ejemplo “zorro”, haciendo referencia a su audacia y perspicacia.
Si pasamos ahora a abordar el espectro de las redes sociales, también es posible evidenciar ciertos elementos que podrían catalogarse como lenguaje machista y por supuesto, sexista. Recordemos la denominación que hace Ferdinand de Saussure del lenguaje, donde evidencia que este se diferencia de la lengua y el habla porque aborda otra serie de procesos que pueden incluso ser psíquicos y usa algunas otras herramientas para poder realizar la comunicación. Al hablar entonces de lenguaje sexista, no podemos quedarnos en las meras reglas escritas, sino que debemos entender que este lenguaje va mucho más allá.
En diferentes lugares de la red encontramos diferentes tipos de publicaciones, referencias, páginas, con cierto tono de burla hacia la mujer, o hay caso donde se lleva a cabo una normalización de la violencia y una perpetuación de los estereotipos que han sido socialmente impuestos sobre esta. Muchas veces esta serie de publicaciones simplemente quedan veladas tras un manto de “humor negro” o excusadas por la frase recurrente en estos últimos días de “simplemente es libertad de expresión”. Cabe preguntarse ante estos hechos ¿hasta dónde puede llegar la denominada libertad de expresión?
Además encontramos un fenómeno muy recurrente en los últimos años y es el equiparar los actos machistas y las páginas que se dedican a este tipo de publicaciones, con los diferentes movimientos feministas, desprestigiando, por supuesto a estos últimos y llegando a creer que las activistas consideran que es necesario generar algún tipo de superioridad de las mujeres sobre los hombres.
Aquí abrimos paso a otro elemento importante que es la pervivencia de la violencia de género y del lenguaje sexista debido a que las mismas víctimas lo han perpetuado. Para muchos es un frase de cajón y también burla, el hecho de que las feministas digan que las mujeres somos hijas del patriarcado. Es por esta misma razón que muchas veces nosotras como mujeres, somos perpetuadoras de una violencia, que parece no tener fin. Y aunque sin duda, es necesario que esta problemática sea visible; el problema del machismo, la violencia de género y el lenguaje sexista no puede seguir circundando solo a las mujeres, como en ocasiones se quiere hacer.
El culpar a la mujer de ser “machista”, solo hace que esta sea constantemente Re victimizada; que se le culpe por ser objeto de estereotipos, estigmas y rechazos a los cuales ha sido sometida a lo largo de la historia.
Exponer el problema es la principal solución que se puede encontrar. Las mujeres hemos sido forjadas en ambientes machistas, donde se nos obliga a tener un comportamiento en específico, donde la ropa a usar debe ser de determinada manera; ambientes en los que se nos han impuesto ideales y metas de vida que incluso muchas veces no vemos como propias pero que simplemente aparecen allí por el único hecho de ser mujeres.
Es importante, entonces, que antes que nada seamos nosotras conscientes de que hay un violencia de género arraigada a la sociedad y que entendamos que muchos veces, con seguridad, nosotras mismas hemos sido víctimas de ella. El primer elemento importante a la hora de acabar con esa violencia y también con el lenguaje sexista, es dejar de normalizar las burlas, el humor negro, los insultos e incluso el uso excluyente del lenguaje; así mismo los estereotipos, los estigmas, etc. Es fundamental que nos hagamos dueñas de nuestra vida y sobre todo que demostremos nuestro inconformismo.
Por: Natalia Bustos.