Calle la jeta: la realidad de la censura en la prensa colombiana

De niños siempre pasamos por insolentes, por atrevidos, imprudentes o impertinentes. Todos reconocemos ese tono maternal o paternal de un adulto diciéndonos “calle la jeta”. Por desgracia, al periodismo intentan “callarle la jeta” de múltiples formas. La censura existe desde la amenaza, pasando por denuncias de calumnias o jueces que intentan obligar a los periodistas a revelar sus fuentes o retirar las noticias, hasta llegar a los asesinatos reales a aquellos que denuncian un hecho.

Por Laura Sofía Tribín y Laura Daniela Alturo

PORTADA

La reprimenda

A Jaime Garzón lo mataron por tener la boca muy grande. Este año se cumplen casi dos décadas desde su asesinato y nos surge una inquietud: ¿la libertad de prensa sigue siendo amenazada en este país? En el mes de febrero El Espectador publicó que, en el 2017, la FLIP (Fundación para la Libertad de Prensa) anunció un incremento del 43% en ataques a periodistas. El mismo portal asegura que desde el 2009 la FLIP ha alertado sobre el aumento de agresiones a la prensa por parte de funcionarios estatales.

Para Julián García, asesor de riesgos de la Fundación para la Libertad de Prensa, el asesinato de líderes sociales y periodistas busca infundir miedo en quienes los siguen, y en el caso de los periodistas, se da porque ellos tienen un liderazgo en la opinión pública. Es por eso que en la FLIP “se busca que los temas que tratan los líderes sociales que son amenazados o asesinados, sean retomados a través de la labor periodística”, afirma García. En ello dedican su trabajo, no solo para que los temas no queden impunes, sino para que los periodistas que son amenazados o vulnerados, tengan un programa de protección. En el caso de los periodistas asesinados, la FLIP hace un llamado al estado para que esos acontecimientos no prescriban.

Le preguntamos a García si era efectivo el plan de protección a periodistas, pero su respuesta fue desmotivante porque nos dijo que “no es  eficaz, es un programa que se estancó en el tiempo”. Argumenta que aunque los periodistas hagan parte del programa de protección, no existen órganos estatales, como la Fiscalía, que intervengan y condenen las amenazas; es decir, que los periodistas se ven en la obligación de continuar con su oficio asumiendo los riesgos que este acarrea.

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Los intereses

Es casi normal pensar que la censura, aparte de ataques o amenazas explícitas, se da también gracias a que los principales medios de comunicación pertenecen a grandes grupos económicos. Hablamos con Ernesto Cortés, editor jefe de El Tiempo, y frente a este punto él dice que el hecho de pertenecer a un grupo económico no significa necesariamente que se deba alterar o vulnerar la veracidad de los hechos, ya que “mientras el editor haga respetar el periódico, la relación con su propietario es sana”, comenta Cortés, y añade que el problema de la censura viene cuando el editor cede a las pretensiones del dueño del medio.

 

Por su parte, García declara que “los medios tradicionales tienen un propietario, eso hace que tengan también una línea editorial. Eso no es bueno pero tampoco es un pecado, mientras no se afecte la transparencia de la noticia”. Estas circunstancias provocan que incluso los medios tradicionales pierdan credibilidad, lo cual no está mal, siempre y cuando se considere el trasfondo de esto, es decir, es decisión de quien investiga si comunica de forma veraz un hecho teniendo en cuenta las repercusiones que esto pueda traerle. Cabe preguntarse, ¿es ético autocensurarse?

Sátira y censura

Hablamos con Vladdo (Revista Semana) y con X-tian (El Espectador), sobre la censura y las amenazas que reciben los caricaturistas por su interpretación artística y satírica de temas coyunturales. Ambos coinciden en que su labor está en reforzar la opinión pública a través de las imágenes, “la gente cree que porque son dibujos, es todo humor, y no todo es humor, para mí las caricaturas tienen más el papel de una opinión visual y una opinión gráfica”, dice Vladdo.

Por su parte, X-tian añade que “la caricatura es un termómetro de la realidad”; es decir, una interpretación que logra llegar a las personas y reflejar la verdadera opinión pública. Para él “opinar con rabia también se vale” y llega a dicha conclusión cuando habla de su límite al publicar su trabajo.

Al momento de hablar acerca de la sátira como una herramienta para llegar a la gente en una sociedad como la colombiana, Vladdo manifiesta que no es un arma tan efectiva, pues a la gente le entra por un ojo y le sale por el otro, “la gente ve el chiste, le parece graciosísimo y divertido y luego ¿Qué pasa con eso?”. Asimismo, para X-tian el humor le da fuerza a la denuncia, pero al ser una idea más libre, dicha interpretación está propensa a perder fuerza.

Para Vladdo, el tema de la censura puede pasar de un simple comentario en redes sociales a una intervención hacia su trabajo por parte de cualquier medio. “He tenido episodios de censura porque no siempre las cosas que uno hace le gustan, sobre todo a los dueños de los medios, pues a veces existe una tendencia a imponerles a ciertos colaboradores el mismo criterio editorial y en el caso de los caricaturistas es más acentuado”, sostiene. Sin embargo aclara que actualmente no es censurado dentro del medio en el que trabaja.

El rol del caricaturista depende de la libertad que tenga dentro del medio. “Si uno puede dar una buena opinión, es decir una opinión documentada, y hace una caricatura manifestando un punto de vista acorde con la conciencia de uno mismo, es un buen aporte cívico, porque la caricatura permite decir lo que no se puede decir en un texto o en un video”, expresa Vladdo. Queda claro entonces que la responsabilidad del caricaturista es enorme, pero también está condicionada por la autonomía que éste tenga al momento de expresar su opinión.

CENSURA

La anarquía digital

Si bien las plataformas digitales ayudan a la divulgación de contenido y abren espacios para el debate mucho más accesibles, los prosumidores se vuelven responsables de la importancia, trascendencia y credibilidad que toma la noticia. Por ejemplo, las redes sociales se han convertido en un canal para el intercambio de ideas y opiniones, bien sea entre personas especializadas, o entre simples consumidores de la información.

En estos medios la censura puede disminuir o transformarse según la profundidad de las publicaciones. Respecto a esto Ernesto Cortés argumenta que “las redes sociales se están convirtiendo en una expiación de culpas y señalamientos sin fondo”, lo que promueve el surgimiento de las fake news. Sin embargo para Julián García, el verdadero problema radica en que los medios alternativos surgen pero no pueden mantenerse, sobre todo por factores económicos. Esta era digital puede llegar a fortalecer el periodismo y, eventualmente, facilita la libertad de expresión, pero asimismo se instaura como un medio o canal para hostigar o amenazar, sin mayor repercusión que el show mediático.

Queda claro que nos falta mucho para lograr la libertad de prensa real y que, como sociedad, debemos recorrer todavía un largo camino para aprender a respetar y a usar todas las herramientas que nos incluyen dentro de la construcción de la opinión pública, éste es nuestro deber como ciudadanos. El problema de la censura es que creemos que afecta solo a los periodistas o medios, pero realmente nos involucra a todos. La vemos reflejada también en la indolencia e indiferencia frente a hechos que marcan de una u otra manera nuestra historia, como las amenazas, los asesinatos a líderes sociales o el uso negligente de las redes sociales. Debemos entender que la información que no nos llega es igual, o más relevante, porque la censura también es un mensaje que se transmite a la población, el problema es que aún no tomamos una posición contundente al respecto.

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