Por: Camila Velásquez Duque
Todos deberíamos ir a terapia en algún punto de nuestras vidas.
Ir a terapia no es señal de debilidad, por lo contrario es el acto de valentía más contundente que podemos tomar ante la tristeza, la ansiedad, los traumas y la depresión.
Este es un espacio para pensarse uno mismo, para entender la forma en la que estamos viviendo, interrogar nuestros sentimientos, investigar el origen de nuestros dolores y encontrar una forma de reducirlos.
Muchos hemos escuchado la ignorante frase: “La terapia y los psicólogos son para los locos”. Hay personas que ven el hecho de buscar ayuda profesional como una acto de debilidad.
No existe una persona en el mundo que no tenga traumas y que se sienta las 24 horas del día y los 7 días de la semana bien consigo mismo y feliz con la vida que lleva. No digo que todos seamos infelices, solo que la felicidad no es permanente, es algo momentáneo.
Algunas malas experiencias a lo largo de nuestras vidas nos generan traumas, para algunos son manejables y para otros son demonios más difíciles de lidiar.
Cuando los demonios son tan grandes que salen de nuestras manos se convierten en trastornos o enfermedades mucho más graves como la depresión.
El escritor William Styron en su libro llamado ‘Depression’ aseguró que “No todo el mundo responderá de la misma manera a la depresión, esta tiene variaciones y muchas facetas sutiles, depende de la totalidad de las causas y respuestas de un individuo, que la panacea de una persona puede ser una trampa para otra”.
Muchas personas diagnosticadas y no diagnosticadas con depresión dejan de buscar ayuda de un especialista, por el hecho de que la sociedad los juzga por asistir a un ‘loquero’.
Según la OMS, el estigma en torno a las enfermedades mentales, los suicidios, disuade de buscar ayuda a muchas personas, más del 80% que padecen esta enfermedad no reciben ningún tipo de ayuda.
En el último medio siglo, la tasa de suicidios en todo el mundo aumentó en un 60%, cada 40 segundos una persona se quita la vida. Según la OMS (Organización Mundial de la Salud) al año son 800.000 personas en todo el mundo las que por suicidios y en este mismo tiempo se estiman unos 16.000.000 intentos de suicidio.
No todos los suicidios son por depresión, pero los estudios revelan que las personas que experimentan depresion severa tienen mas posibilidad de morir por suicidio que aquellos que no estan deprimidos.
La OMS encontró que los sistemas de salud no tienen los recursos para atender la salud mental como es debida y que el personal médico no está bien capacitado. Los gobiernos no han visto esto como un problema de salud pública y por ende no le han dado prioridad.
La depresión nunca es sencilla, no es algo que se ve, se siente.
Para iniciar hay dos formas de luchar contra ella: la terapia y los medicamentos, no todos necesitan ambos, como lo mencionaba el escritor Styron: “La panacea de una persona puede ser la trampa para otra”.
Todos necesitamos ayuda de diferentes formas y con diferentes medidas dependiendo de nuestras facetas, experiencias, variaciones y percepciones de la vida.
La mejor opción para ayudar a las personas que se sientan víctimas de traumas, vacíos, tristezas y que simplemente no saben como expresar lo que sienten es brindarles apoyo mediante profesionales.
Terapeutas que estén capacitados para escuchar y comprender los traumas de un ser humano, ayudarlos a encontrar un balance y una mejor percepción de la vida.
La terapia es la mejor exploración en la que a partir de preguntas y reflexiones se puede identificar que ocurre. Ahora, buscar terapia es como buscar una relación sentimental profunda con alguien, es importante que sea un profesional que brinde esperanzas de mejoría.
Tenemos que perderle el miedo a abrir nuestro corazón, a expresar lo que sentimos, aunque no lo expresemos con las palabras adecuadas en el primer intento, con el tiempo mejorará.
Se vale pedir ayuda ¡hazlo!
Te invito a ver la experiencia de Cecilia con su terapeuta. Una muestra de cómo la ayuda mediante el profesionalismo puede tener buenos frutos.
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