La Piel y mi Lienzo

Escrito por: Karol Alvarez 

¿Alguna vez te has preguntado el valor de un tatuaje en un cuerpo femenino? El tatuaje es un arte muy antiguo, que desde hace al menos 5 mil años, se ha desarrollado con diversas motivaciones: rituales, estéticas, posicionamiento social. 

Un conocimiento realizado y heredado para el género masculino, hasta finales del siglo XIX, cuando Maud Steven Wagner, una trapecista y contorsionista estadounidense que trabajaba en circos, conoce a su futuro esposo e instructor de tatuajes, Gus Wagner. Al pasar de los años, Maud se convirtió en una profesional en el arte de los tatuajes tradicionales a mano.

Aunque no lo crean, una historia similar se presenta hoy en día en Bogotá, o para ser más específicos, en la localidad de Engativá, en el barrio Villas de Granada. Un barrio pequeño con muchos árboles, niños y canchas de fútbol, con casas de varios colores que ahora son pastelerías, peluquerías, pollerías, carnicerías, negocios de ropa, zapatos, celulares, entre otros. 

Sin embargo, aterrizaremos en una tienda de tatuajes y piercings, menos mal ahora es más común ver estos establecimientos y que todos tus amigos estén tatuados, tanto por status, como por el uso de su corporeidad para expresión artística. De hecho, es raro ver cuerpos jóvenes que no hayan pasado por procesos decorativos al cuero. 

En este barrio conocimos la perspectiva de la tatuadora Natalia Fontecha, la cual comenzó su carrera aproximadamente hace 2 años y medio. Inspirada por su esposo que también es tatuador, juntos abrieron una tienda de tatuajes al igual que de piercings en aquel barrio.

Ella como madre y tatuadora, logra manejar su tiempo, así como su propio espacio, en donde puede desarrollar su arte en la piel de forma tranquila y segura. Si bien, no se da cuenta, pero está logrando una rebelión, resistencia y transformación a modo de madre trabajadora y profesional apasionada en el arte del tatuaje. 

 

Desde el amor va rompiendo las miradas juzgadoras, llenas de señalamientos a los cuerpos femeninos, dadas gracias a un sistema que cosifica la corporeidad femenina. Pese a esto, ayuda a los sujetos a decidir libremente sobre la expresión de sus recuerdos, ideas, sentimientos y gustos en la piel.

Por ello la narrativa de los diseños en los cuerpos depende mucho de la subjetividad y auto transgresión que realice cada uno. Algunos lo usan de catarsis frente a eventos traumáticos en sus vidas, como es el caso de un adolescente de 19 años que el primer tatuaje que se realizó fue el logo de la banda “Soda Estéreo” por la letra de la canción “mundo de quimeras”, porque cuando era pequeño casi muere, debido a una infección pulmonar que lo mantuvo hospitalizado, llevándolo a decidir tatuarse este símbolo como recuerdo a su resistencia. 

Por otro lado tenemos a una mujer de unos 30 años, cuyo primer tatuaje fue “el árbol de la vida” en las venas del antebrazo izquierdo, por la representación de los obstáculos que se van encontrando a lo largo de la vida. Pero en especial, la sensación de alejar su cuerpo de los rígidos e inalcanzables estereotipos de belleza y feminidad, generando una sensación de empoderamiento y control sobre su cuerpo.

Gracias a estas experiencias, Natalia menciona que no tiene un estilo propio, pues se considera más versátil en el momento del diseño, porque se enfoca en la confianza que han depositado en su trabajo, donde durante este proceso Natalia tiene el poder sobre el cuerpo del otre. 

La piel y mi lienzo

Además, le ha llamado la atención, como el arte del tatuaje ayuda a los sujetos a sentirse más seguros consigo mismos, rechazando la necesidad de una mirada aprobatoria externa, más bien confiando en gustos y decisiones propias.

“Una exteriorización de la realidad interna. Es ahí donde radica la importancia de la figura femenina en el mundo del tattoo”, esto según la revista digital Artistas No Musas, la lucha de las cuerpas viene de lugares cotidianos, del mismo modo que la mamá tatuadora, la cual, día a día, va llegando lejos con su arte a través de perseverancia, disciplina y creyendo en sí misma. 

 Necesitamos usar la tinta como el instrumento para resignificar la visión colectiva que se tiene de los cuerpos femeninos, resignificar las narrativas de una mujer tatuada como tabú, perteneciente a un mundo estereotipado creado por el sistema, resignificar el embellecer tu piel como algo superficial y darle la oportunidad a las cuerpas de salirse de cajón donde nos obligan a entrar de forma valiente y creativa.

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