La letra con sangre no entra



Por: Carolina Ladino

¿Te castigaron en algún momento porque no aprendías a leer? ¿Crees que actualmente son necesarios los castigos físicos al niño tanto en la casa como en la escuela para que aprenda? ¿El término “agresión” entre educador y alumno está todavía latente en el medio educativo? ¿Estás de acuerdo con el dicho “la letra con sangre entra”?

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En la época de mis abuelos, el famoso dicho “la letra con sangre entra” era literal, es decir, estaba bien visto que un profesor agrediera física, emocional y psicológicamente a un alumno, si creía que no estaba esforzando lo suficiente, se pensaba que era la mejor manera de corregir y formar.

Realmente, con tan solo escuchar este dicho, debo decir que suena tan absurdo y demasiado cruel, que no debería existir, quién se la inventó daba a conocer su manera de ser inhumana.

Según me cuentan mis abuelos, su profesor en las clases los golpeaba con una regla o con lo que encontrara, les hacía moretones o brotar sangre.

Muchas veces con el consentimiento del padre de familia, pues el niño era “rebelde” en casa y creían que en la escuela con la mano dura del profesor, se enderezaba el comportamiento y la recomendación diaria al maestro era “¡dele duro! que la letra con sangre entra” .

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Asimismo, comentan que por esa época, años 50 y 60, los maestros eran muy respetados, considerados los mentores y educadores del niño, aunque la pedagogía no estaba tan enfocada en el aprendizaje académico, sino en reprenderlos y castigarlos cuando fuera necesario.

A mi parecer, los maestros eran unos castigadores, no educadores.

Me pregunto, ¿cuáles eran los derechos del niño y del estudiante en esa época? La respuesta es clara, no los había. Comparando esa época con la actual, se puede ver que el sistema educativo se encontraba en pañales y hubo mucho que hacer para mejorar las falencias.

Con esto en mente, el sistema educativo en Colombia se actualiza. Los cambios se originan a partir de 1989, cuando la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la Convención sobre los Derechos del Niño y fue ratificada en Colombia por la ley 12 de 1991, donde establece la protección contra todo tipo de violencia en un menor.

A partir de este momento, el sistema educativo cambia radicalmente y da un giro de 180°, surgen leyes y decretos que defienden la protección del menor, con limitaciones en la labor docente, que prohíbe rotundamente el maltrato a un estudiante.

¿Se imaginan lo que pasaría donde hoy en día en las instituciones educativas se siguiera implementando este tipo de castigos en los niños?

Para nadie es un secreto que en la relación enseñanza-aprendizaje prima, durante siglos, un modelo de superioridad e inferioridad, donde hay más una relación de poder autoritaria que de aprendizaje, dictador en lugar de orientador o educador, lo cual, hace que me cuestione en varios aspectos:

¿Qué es más importante? ¿El aprendizaje del alumno? ¿Una experiencia motivadora? ¿Mantener el interés del educando? ¿O reafirmar el status quo del profesor?

Ahora bien, como observamos anteriormente, hay quien defiende que con mano dura, se aprende y ¿cómo no?, después de 50 reglazos, seguramente que ya tenías que aprender o será que después de tanto maltrato el ser humano se vuelve masoquista y le gusta.

“A mí me pegaron y no me ha pasado nada”, “a nadie le hace daño un regaño para corregirlo”, “La chancleta con la que me pegaba mi mamá funcionó”, “los niños de ahora son incontrolables y hace falta mano dura”, “yo prefiero un maestro con mano dura y que no se la deje montar”, “agradezco los castigos en la escuela porque me enderezaron”…

Estos son algunos comentarios que por parte de los abuelos, padres de familia e incluso maestros en pleno siglo XXI, se siguen escuchando en nuestro diario vivir.

“La letra con sangre entra” dicen, considero que con esta frase muchas personas justifican y naturalizan la violencia como método de enseñanza, a pesar de que el castigo físico se prohibió en el país hace más 20 años en los centros educativos.

Y es que la idea actual que los maestros tienen del concepto “maltrato” se queda corta, pues según Imelda Arana, de la Comisión de Asuntos para la Mujer de la Asociación Distrital de Educadores (ADE), “se le maltrata a un menor desde que se le niegue un cupo en el colegio, se le saque de clase, se le pegue o se le dirija en términos agresivos”.

En ese sentido, ¿qué consecuencias sociales y psicológicas podría tener a futuro un estudiante cuando ha sido maltratado tanto en el hogar como en los centros educativos?

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Según Gilberto Ladino, Licenciado en Básica primaria y Magíster en educación, dice lo siguiente: 

“Como alumno en mi infancia experimenté la metodología tradicional, había maltrato físico que en su momento resultaban traumáticos, difíciles de superar, generando miedo e inseguridades frente a la vida social, por eso, hoy en día como docente, profundizó en los valores humanos, soy más consciente de que la pedagogía educativa debe invitar al buen trato e interrelación comunicativa entre estudiante y docente”.

 

En este punto, al leer tantos testimonios, entrevistas e historias, no puedo evitar recordar que cuando tenía siete años, tuve una profesora veterana que se distinguía por llevar el lema de “la letra con sangre entra” a sus clases; en una ocasión, cuando me “enseñaba” a restar, la profesora cogió una regla, me pego en la espalda y después en las manos.

Resulta paradójico que en pleno siglo XXI, se siga implementando esta modalidad de castigo en las instituciones educativas, porque uno al escuchar el dicho de “la letra con sangre entra”, pensaría que fue en tiempos de antaño donde solo los abuelos fueron los que vivieron algo así.

Por eso, me resulta pertinente mencionar a Sandra Melo, Psicóloga de la Educación, quien asegura que a través de una buena comunicación, todos los niños entienden y pueden modificar su comportamiento. 

y Agrega, que “hay otras metodologías en la educación que es a través del diálogo, entender lo que expresa el niño, aprender a negociar con él, y siempre mediante la comunicación hacerle entender que hay cosas no negociables como robar, matar o maltratar”.

Lo anterior, está muy afín con la ley general de educación de 1984, donde se recomienda que el estudiante sea el centro de aprendizaje y la metodología de enseñanza esté encaminada en la formación integral, fomentando los valores y no la violencia.

Según las reflexiones de la experta, “lejos de corregir un problema, el castigo aumenta […]”. Eso quiere decir que, promueve cierto sentimiento de desdén y desprecio en los niños y algunos alumnos hasta transforman esa necesidad de venganza en un sentimiento de culpa.

Por eso, hoy en día, los programas curriculares emanados del Ministerio de Educación recomiendan trabajar las emociones comportamentales del educando, integrando las áreas fundamentales.

En términos generales, considero que la evolución en la educación ha sido impresionante, viendo que en la época antigua no existía algo tan básico como un manual de convivencia y que hoy en día es primordial en las instituciones educativas, se vuelve fundamental llevar a cabo unos acuerdos para orientar a la comunidad educativa.

Sin lugar a dudas, este dicho “la letra con sangre entra” está mandado a recoger, gritarle y pegarle al joven no son formas eficaces de disciplina o comunicación, porque la violencia genera más violencia. 

Es fundamental buscar estrategias de diálogo para llegar a unos acuerdos y un método de enseñanza efectivo.

Finalmente, retomo las palabras del filósofo y matemático griego Pitágoras: “educad a los niños y no será necesario castigar a los hombres”.

Los invito a que escuchen un fragmento de la entrevista en el siguiente audio:

Descubre los retos a los que Magdalena Vargas, se ha visto enfrentada en su quehacer docente: El reto de educar en pandemia

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