Por: Tania Alexandra Casallas Cardenas.
En Colombia, la protesta ha sido una forma clave de resistencia. El paro nacional entre el 2019 y el 2021, que inició como un cacerolazo, marcó un hito por su extensión y violencia. El documental A través de la lente rota, dirigido por Erick Gómez, recoge testimonios que buscan preservar la memoria social a través del arte y la verdad.
Desde la promulgación de la Constitución Política de Colombia de 1991, Colombia reconoció el derecho fundamental a la protesta como una herramienta legítima de participación ciudadana. Esta carta magna, compuesta por un preámbulo, 13 títulos, 380 artículos y 67 transitorios, establece la estructura del estado, los deberes y derechos de los ciudadanos, así como la organización del poder público.
En particular, el artículo 37 consagra que “toda parte del pueblo puede reunirse y manifestarse pública y pacíficamente”, limitándose únicamente bajo los términos establecidos por la ley.
Tomada de: France 24 – Carlos Jasso / Reuters
Este derecho, ampliamente ejercido por diversos sectores sociales como mecanismo para expresar descontento o exigir cambios estructurales, ha sido protagonista de múltiples jornadas de protesta en el país. Sin embargo, en numerosos casos, estos escenarios han derivado en enfrentamientos entre los manifestantes y las fuerzas del orden, anteriormente conocidas como el Escuadrón Móvil Antidisturbios, ESMAD, y actualmente denominadas Unidad de Diálogo y Mantenimiento del Orden, UNDMO, desde 2023.
Dichas confrontaciones han generado una serie de denuncias por violaciones a los derechos humanos, especialmente durante el paro nacional de 2021, hecho que ha sido documentado y condenado por organismos como la Organización de las Naciones Unidas, ONU. Estas tensiones evidencian la complejidad de garantizar el equilibrio entre el orden público y la libre expresión, en un país donde la protesta continúa siendo uno de los principales canales de resistencia y lucha social.
Del estallido social de 2019 al paro masivo de 2021
El conflicto comenzó el 21 de noviembre de 2019, cuando centrales obreras, estudiantes, comunidades indígenas, campesinas, LGBTIQ+ y otros sectores salieron a protestar contra reformas pensionales, laborales y educativas impulsadas por el gobierno del presidente Iván Duque. Los reclamos incluyeron también el asesinato sistemático de líderes sociales y la exigencia de mayor inversión en educación pública.
Al día siguiente, el 22 de noviembre, se decretó un toque de queda en Bogotá – la primera vez en más de 40 años- como respuesta a disturbios aislados en ciudades como Cali y Bogotá.
Tomada de: El Espectador – Mauricio Alvarado Lozada
Durante esa jornada, se vivieron incidentes graves; reportes de saqueos, disturbios y la muerte del joven manifestante, Dilan Cruz, tras un disparo del ESMAD, quien se convirtió en símbolo internacional de la brutalidad policial. Las protestas alcanzaron dimensiones inéditas, con cacerolazos masivos en más de 10 ciudades colombianas, ejecutados por millones de personas en rechazo al gobierno Duque y su agenda, así lo afirmó el canal internacional de noticias France 24.
Las protestas retomaron fuerza cuando el Comité Nacional del Paro convocó una movilización nacional contra la reforma tributaria propuesta por el gobierno Duque. En los primeros días se registraron miles de manifestaciones y un uso desproporcionado de la fuerza; el ESMAD intervino entre el 65 % y 85 % de las protestas hasta el 30 de abril.
Tomada de: The New York Times – Federico Rios
Según ONU y CIDH, entre abril y julio murieron al menos 63 personas en el contexto del paro; 44 fueron verificadas como civiles muertos por acción estatal, en su mayoría jóvenes de barrios pobres y en ciudades como Cali y Bogotá.
El abuso policial dejó huellas físicas y emocionales profundas: Amnistía Internacional documentó más de 100 traumas oculares por disparos dirigidos al rostro de manifestantes en ciudades como Florencia, Bogotá o Medellín. Además, se reportaron al menos 80 homicidios en medio de las movilizaciones, con responsabilidad directa del ESMAD en 44 casos. También se denunciaron violencias de género, incluidas agresiones sexuales, cometidas contra mujeres y personas de la comunidad LGBTIQ+ .
A través de la lente rota
El documental A través de la lente rota, dirigido por el docente y realizador Erick Gómez Ramos, reconstruye de forma íntima algunas de las heridas del paro nacional de 2021 a través de dos relatos centrales: Gareth, activista que pierde la visión del ojo izquierdo por un disparo del ESMAD, y Luisa, fotógrafa que documenta la resistencia urbana. Años después, ambos se reencuentran en una sesión fotográfica que busca transformar el dolor en memoria colectiva a través del arte.
Este proyecto fue seleccionado entre más de 40 propuestas para la beca para la producción de documentales del Sistema de Medios Públicos RTVC. Gracias a este respaldo, la producción fue financiada, asesorada y distribuida por RTVC Play, lo que garantiza el acceso gratuito a las audiencias colombianas. La compañía Primutaf S.A.S. asumió la producción ejecutiva del documental, asegurando calidad técnica y narrativa.
Más que un retrato testimonial, a través de la lente rota funciona como una herramienta de memoria social; la imagen, los testimonios y el simbolismo construyen un acto de resistencia narrativa. Esta obra propone reflexionar sobre el rol de la comunicación y el arte como herramientas para cuestionar la impunidad, preservar historias silenciadas y construir sentido en medio del dolor que -de otra forma- podría ser olvidado.
La historia reciente de Colombia no puede entenderse sin escuchar las voces que salieron a las calles durante el paro nacional. Las protestas que iniciaron en 2019 y culminaron en 2021 no fueron hechos aislados, sino manifestaciones legítimas de un país que exige equidad, justicia y respeto por los derechos humanos. Por medio de documentales como A través de la lente rota, estas experiencias encuentran un espacio para permanecer vivas en la memoria colectiva, transformando el dolor en relato, y la represión en arte comprometido.
Este fue el tema central de Concéntrika al Oído, un espacio donde la reflexión se convierte en conversación, y donde se amplifican los relatos que invitan a mirar más allá de la superficie de los hechos. En este contexto, el cine documental se convierte en un ejercicio de comunicación con propósito, en una forma de periodismo visual que no se limita a registrar hechos, sino que interpela al espectador y lo invita a hacerse parte activa de la construcción de una sociedad más consciente, crítica y empática.
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