Machismo en Colombia, un verdadero problema que se refleja en la sociedad

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El Machismo en Colombia es uno de problemas más reflejados en la sociedad, teniendo en cuenta que es un comportamiento de superioridad que ejerce el hombre ante la mujer. La persona que es machista va creando esa enemistad frente a la mujer desde la niñez de acuerdo al entorno en el que fue creciendo.

 Por: Nataly Serrano

Según el análisis de la violencia de la accidentalidad del Instituto Nacional de Medicina Legal mencionan que en el país diariamente se reportan 44 casos de abuso contra las mujeres en diferentes departamentos pero estos casos de violencia se reflejan más en Bogotá, Medellín, Valle del Cauca, Santander y Atlántico, así mismo, en el año 2016 10.644 mujeres fueron lesionados por su pareja sentimental y en el 2017 durante los meses enero y febrero se reportaron 1.446 mujeres lesionadas por sus parejas, de esta misma forma dentro del feminicidio los datos arrojan que en el año 2016 y 2017 se han presentado 345 casos de feminicidio, las mujeres más afectadas en el año 2017 están en un rango de edad de 25 y 39 años y también aparecen 24 muertes donde 12 mujeres fueron asesinadas con armas corto punzantes, 4 por asfixia, 4 con arma de fuego, 3 por golpe corto contundente y 1 por golpe contundente.

De esta misma forma, las cifras de la secretaría de la Mujer de Bogotá indican que en Bogotá cada hora más de 12 mujeres son víctimas de violencia causada por hombres, los casos de abuso en 2016 donde más se presentaron fue la localidad de Kennedy con 1.884 mujeres, en Ciudad Bolívar con 1.364 y en Bosa con 1.201 mujeres. En cuanto al feminicidio en el 2016 109 mujeres murieron en hechos violentos causados por sus parejas sentimentales y se presentaron en el sur de Bogotá en las localidades Ciudad Bolívar, Kennedy y Rafael Uribe Uribe, en 2017 en enero y febrero 18 mujeres fueron asesinadas y por último, en la localidad donde más se siguen presentando estos problemas es en Ciudad Bolívar.

Todos estos casos de abuso contra la mujer se siguen presentado constantemente en Colombia.

“De Armenia no nos vamos ni por el putas”

ArmeroTragedia

La calma

Escondido entre sus amplias y majestuosas montañas se encuentra el Eje Cafetero. Impetuoso, lleno de secretos, virtudes y gente “berraca” como se autodenominan. Esta tierra que no descansa, que ha provisto a su país del mejor de sus productos y divide sus hermosos y exuberantes paisajes en tres departamentos, también tiene tragedias por recordar…

Irene Páez define en una sola palabra lo que vivió el lunes 25 de enero de 1999: pánico. Con el acento paisa bien arrastrado y los recuerdos intactos, 17 años después se acomoda para hacerle frente a uno de sus momentos más dolorosos, de esos que parece que se estacionaran e hicieran frente de batalla en los ojos que si dan alargue a la situación, se desbordarán en lágrimas. Omite detalles que sabe que la harán volver a aquel día que hubiera sido como cualquier otro, pero sin previo aviso, la tierra decidió estremecerse.

Fue un día cálido, como cualquier otro en la capital del Quindío, la más cínica tranquilidad se extendía por toda la ciudad. El centro, a reventar por su comercio y zonas de vivienda se invadía de paz y tan solo unos murmullos que se daban por la multitud, que pedía a gritos la hora de almuerzo, lograban interrumpirla.

La tormenta

El reloj de repente se detuvo. Avisaba que era la 1:19 pm y que por 25 segundos consecutivos el suelo no dejaría de temblar ni por un instante. Casas destruidas, barrios enteros que desaparecieron debajo de los inmensos escombros, una nube de polvo que enceguecía y un centenar de familias que suplicaban a un ser supremo por misericordia y piedad.

Irene, como buena paisa fue criada y educada por una familia numerosa, bastantes hermanos, tres hijos e infinidad de sobrinos. Aun a pesar de esto, su mamá es y sigue siendo hoy a sus 86 años, su cómplice y su gran debilidad. Para ella, es el ser que le dio la vida, el más importante. Para mí, el milagro viviente llamado bisabuela. Durante la sacudida, la numerosa familia se encontraba almorzando en el mismo recinto, sin embargo, la abuela faltaba, producía un vacío terrible y una desesperación que se traducía en pasos apresurados de un lado al otro.

Edificios irreconocibles, escombros y cuerpos eran ahora parte del paisaje artificial que 6,4 grados en la escala de Richter creó. El resultado final: lo que fue el hogar por muchos años se desvanece ante los ojos de Irene, sin dejar dicho ni siquiera un simple gracias, despojando de cada una de sus pertenencias por tres días a la familia entera, desde la abuela en adelante, tomando gaseosa y agua en un andén sin una sola pared encima.

Con un recuento que supera los 2000 muertos y los centenares de heridos, Armenia quedó situada en la ruina. Sus barrios de historia y tradición desaparecieron, el centro de la ciudad se derrumbó, policía, bomberos y demás se privaron de cumplir su labor de ayuda a la gente porque el gigantesco terremoto también se los llevó a su paso. Horas después una réplica fuerte volvió a cobrar más víctimas que buscaban entre toda la basura y el desorden, a tantos seres queridos a los que hoy cada 25 de enero lloran.

La numerosa familia le sirvió de refugio a Irene, a su esposo, sus hijos y a Steven, el sobrino al que en medio de la tragedia se le olvidó que tenía una pierna fracturada y corrió, con yeso en pierna o pierna en yeso hasta encontrar a su abuelita en medio de dos de los muros de su frágil casa. La osadía de perderlo todo no se lo desea a nadie, es volver a construir una casa, un hogar sin medios ni recursos, como si las condiciones geológicas pidieran a gritos que remodelaras tu vida pero no te dieran nada para hacerlo, e incluso te lo quitaran todo.

“Y es que ¡eh, Ave María!, cada vez que lo recuerdo me dan ganas de irme pa’ la droguería a buscar las pasticas pa’ los nervios”. Con esta frase nos deja saber que su humor nunca se ha ido, más bien a lo largo de los años ha ido incrementando y que durante todo ese fatídico año perdió impulso.

1999 para cada colombiano puede significar algo distante a la realidad del otro cuando lo oye. Sin embargo, para los que sienten a su país o tan solo se mantienen informados, este no solo fue el último año de una década y de todo un siglo, fue también el paso a acontecimientos que marcaron y marcarán a una Colombia que hoy trata de ser diferente con sus múltiples esfuerzos por llegar a la paz y la reconciliación.

El cambio

Para los paisas ese año trae marcado en mayúsculas y con un tono especial la palabra tragedia. Hoy, cuando tantos años han pasado, la bonita Armenia todavía sigue en un proceso de recuperación. Aun así quedan restos de su vida pasada, edificios que nunca fueron demolidos y lugares que nunca fueron reconstruidos hacen parte de la hoy orgullosa capital que muestra en esos pequeños detalles que salió adelante.

Tratados fallidos de paz, secuestros y más secuestros, oportunidades para conciliar y el asesinato de un periodista que cambió la forma de hacernos ver el mundo mediante la caja mágica, son algunos de los hechos que le dolieron al país en el innombrable año. Pastrana, ELN, FARC, Jaime Garzón, entre otros fueron el tema de discusión de cada uno de los 365 días que pasaron y que hoy traen consigo memorias que la nación desea que no se olviden, por el simple hecho de que no se repitan.

Actualmente Armenia vive uno de sus mejores momentos arquitectónicos, la reconstrucción trajo consigo innovaciones y la gobernación puso un esfuerzo de magnitudes enormes para entregar predios y obras que aunque no son suficientes, han traído de nuevo lo bonito de la ciudad capital del Quindío.

Irene vive feliz, sabiendo que hay cosas por dejar atrás, muertos por llorar y recordar, situaciones que hay que dejar pasar como aquel enero en el que sintió que todo se venía abajo, tanto literal como metafóricamente y que el pasado trae consigo pruebas para el futuro. Hoy se sienta en un sillón viejo a contarme un poco de su alarmante pero feliz historia, sin un solo rasguño, sin uno de los suyos muerto en lo que por un momento pareció un campo de guerra pero con miles de recuerdos y vivencias que yacen en los ya hoy extintos escombros de lo que alguna vez fue su casa.

Sin embargo, no todos contaron con la misma suerte; familias enteras murieron, dejando así desamparadas a cientos de personas que hoy dividen su mundo en un antes y un después de la dolorosa fecha, cultivos completos se perdieron, el campo sufrió la ausencia de su olor característico a café y la “verraquera” se vio forzada a ceder ante el dolor.

El Eje, ubicado entre la división de varias placas tectónicas está acostumbrado a vivir este tipo de alarmantes sucesos pero no a sucumbir ante ellos. Según varias fuentes expertas, en Armenia y en sus aledaños se podría llegar a vivir de nuevo la tragedia con un porcentaje alto de probabilidad de que lo mismo ocurra. Decirle eso a quienes hoy residen allí no va a obtener reacciones de angustia como muchos podrían llegar a pensar. Irene y otros tantos, levantaron su bandera en este territorio y como en aquel momento se dijo, hoy lo repiten con la misma dignidad y orgullo por su pueblo: “De Armenia no nos vamos ni por el putas”.

Por Nicole Castaño

La magia de un pueblo está en su gente: Pandi

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Más allá de sus lugares turísticos, lo importante para cualquier pueblo está en el carisma y en el valor humano de su gente. Tal es el caso de Pandi, un municipio ubicado en el departamento de Cundinamarca. Su gente es muy servicial, nos atendieron muy bien y tal es el caso de que no tuvimos ningún problema para realizar el recorrido con un guía turístico. El clima fue el propicio para que se llevara a cabo todo lo planeado.

Pandi ofrece varios lugares turísticos como son la piscina natural, el puente natural, los jeroglíficos del Helechal y la plaza donde queda ubicada la Iglesia de la Salud. El municipio, fundado en 1793, cuenta con una historia importante de sus ancestros, escrita con el transcurso de los años.

Lenguaje no sexista, ¿fenómeno cultural o gramatical?

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ACN se une a los #16DiasDeActivismo contra la violencia hacía las mujeres.

Para comprender a fondo el problema del lenguaje sexista usado en redes sociales es necesario profundizar en un problema social que persiste desde hace siglos en nuestra sociedad, y por supuesto, en nuestro país. Colombia es un país con una tradición fuertemente católica-conservadora y es necesario decir, que, desafortunadamente, es también un país con una tradición machista.

Es claro que hoy día las mujeres se enfrentan a diferentes conflictos en su vida diaria. A la hora de buscar un empleo, en el momento de elegir sobre su cuerpo y su sexualidad, cuando deciden sobre su vida sentimental e incluso cuando se ven enfrentadas a la ropa por usar o el maquillaje que se “debe” llevar. Así mismo, podemos decir que ahora se tienen muchas más libertades de las que se tenían hace algunos años años.

A pesar de lo anterior, vale la pena pensar en qué tan equitativo es el mundo y la sociedad actual para los géneros. Cabe la pregunta sobre los derechos de la mujer y como estos han venido avanzando e se han institucionalizando con el paso del tiempo. Podría pensarse que en el siglo XXI, donde los avances tecnológicos son predominantes, un momento trascendental de la globalización, donde las conexiones entre diferentes culturas, comunidades y conocimientos es evidente, la violencia de género es algo del pasado y completamente inexistente por estos días.

Sin embargo, puede pensarse también, que muchos de estos nuevos recursos con los que contamos hoy en día no son más que una forma de ocultar una violencia de género, que se ha venido modificando a medida que la sociedad se ha transformado. Es innegable que para la mayoría de la sociedad colombiana es reprochable un caso de violencia física en contra de la mujer, pero ¿acaso ocurre lo mismo en otros tipos de violencia? o por el contrario, estos otros casos son invisibilizados e incluso normalizados debido a diferentes acciones que hoy día entendemos como comunes y a las cuales no les planteamos ningún tipo de cuestionamiento.

Si partimos a hablar del lenguaje sexista, podemos encontrar diferentes casos, no solo en redes sociales, sino en la vida diaria. Para muchos, son simples necesidades de algunos la insistencia en el no uso genérico del masculino; sin embargo, los mismos recursos morfosintácticos pueden evitar el uso del lenguaje de manera sexista. Un ejemplo de esto, podría ser el uso masculino en las terminaciones en los sujetos particulares cuando bien se puede hacer uso de la terminación femenina; o el uso genérico masculino de algunas palabras al hablar de un colectivo, cuando bien se puede hacer el desdoblamiento, evidenciando la presencia de sujetos masculinos y femeninos;  así mismo ocurre cuando se habla de las profesiones y se evidencia solo a los sujetos masculinos, creyendo que dentro de esta generalización entran también los femeninos.

Tal vez, en un primer momento, pueda parecer que no hay mayor importancia en el uso de estas palabras; sin embargo, al preferir usar el masculino en todas las denominaciones, se está viendo a la mujer o al sujeto femenino, como un apéndice del hombre, ya que evidentemente se le está dando menos importancia a este género; otro ejemplo que sutilmente puede verse es el hecho de que siempre se resalta al hombre dentro de una oración y en segundo lugar se ubica a la mujer, dejándola relegada. Es necesario que se entienda la importancia de cada una de ellas, y que una mujer al ser esposa, novia, acompañante, no pasa a ser la segunda de su compañero, sino que tiene la misma importancia que este.

Y es imposible dejar pasar la carga que se lea asignan a ciertas palabras con las cuales se quiere hacer referencias despectivas hacia una mujer. Es común escuchar insultos con frases como “perra”, “zorra”, “loba”, que son dichas con el único objeto de denigrar a las mujeres y de culparlas, muchas veces, por tomar decisiones libres sobre su cuerpo y sobre su sexualidad. Es necesario evidenciar la carga negativa que se le asigna a estas palabras y que en muchas ocasiones, contrasta por completo con el significado que socialmente se carga al hacer referencia a un sujeto masculino llamado por ejemplo “zorro”, haciendo referencia a su audacia y perspicacia.

Si pasamos ahora a abordar el espectro de las redes sociales, también es posible evidenciar ciertos elementos que podrían catalogarse como lenguaje machista y por supuesto, sexista. Recordemos la denominación que hace Ferdinand de Saussure del lenguaje, donde evidencia que este se diferencia de la lengua y el habla porque aborda otra serie de procesos que pueden incluso ser psíquicos y usa algunas otras herramientas para poder realizar la comunicación. Al hablar entonces de lenguaje sexista, no podemos quedarnos en las meras reglas escritas, sino que debemos entender que este lenguaje va mucho más allá.

En diferentes lugares de la red encontramos diferentes tipos de publicaciones, referencias, páginas, con cierto tono de burla hacia la mujer, o hay caso donde se lleva a cabo una normalización de la violencia y una perpetuación de los estereotipos que han sido socialmente impuestos sobre esta. Muchas veces esta serie de publicaciones simplemente quedan veladas tras un manto de “humor negro” o excusadas por la frase recurrente en estos últimos días de “simplemente es libertad de expresión”. Cabe preguntarse ante estos hechos ¿hasta dónde puede llegar la denominada libertad de expresión?

 

Además encontramos un fenómeno muy recurrente en los últimos años y es el equiparar los actos machistas y las páginas que se dedican a este tipo de publicaciones, con los diferentes movimientos feministas, desprestigiando, por supuesto a estos últimos y llegando a creer que las activistas consideran que es necesario generar algún tipo de superioridad de las mujeres sobre los hombres.

Aquí abrimos paso a otro elemento importante que es la pervivencia de la violencia de género y del lenguaje sexista debido a que las mismas víctimas lo han perpetuado. Para muchos es un frase de cajón y también burla, el hecho de que las feministas digan que las mujeres somos hijas del patriarcado. Es por esta misma razón que muchas veces nosotras como mujeres, somos perpetuadoras de una violencia, que parece no tener fin.  Y aunque sin duda, es necesario que esta problemática sea visible; el problema del machismo, la violencia de género y el lenguaje sexista no puede seguir circundando solo a las mujeres, como en ocasiones se quiere hacer.

El culpar a la mujer de ser “machista”, solo hace que esta sea constantemente Re victimizada; que se le culpe por ser objeto de estereotipos, estigmas y rechazos a los cuales ha sido sometida a lo largo de la historia.

Exponer el problema es la principal solución que se puede encontrar. Las mujeres hemos sido forjadas en ambientes machistas, donde se nos obliga a tener un comportamiento en específico, donde la ropa a usar debe ser de determinada manera; ambientes en los que se nos han impuesto ideales y metas de vida que incluso muchas veces no vemos como propias pero que simplemente aparecen allí por el único hecho de ser mujeres.

Es importante, entonces, que antes que nada seamos nosotras conscientes de que hay un violencia de género arraigada a la sociedad y que entendamos que muchos veces, con seguridad, nosotras mismas hemos sido víctimas de ella. El primer elemento importante a la hora de acabar con esa violencia y también con el lenguaje sexista, es dejar de normalizar las burlas, el humor negro, los insultos e incluso el uso excluyente del lenguaje; así mismo los estereotipos, los estigmas, etc. Es fundamental que nos hagamos dueñas de nuestra vida y sobre todo que demostremos nuestro inconformismo.

Las personas no pertenecen a nadie evita expresiones como
Las profesiones
Palabras despectivas

Por: Natalia Bustos.

Aborto Ilegal en Colombia

Un impulso la ayudó a decidir, pero sus secuelas permanecen…

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Por: Alejandra Amado

En aquel noviembre del 2015 para Amanda Vásquez apenas iniciaba su tortuoso camino; recuerda bien la fecha porque así quisiera olvidarla su memoria no lo permitiría. Lo que para muchas mujeres era sinónimo de felicidad, en ella generaba una gran angustia y rechazo.

Aquel viernes, con mayor precisión el primero del mes de noviembre apenas “si” podía cerrar los ojos, sintió que su cuerpo era más ajeno que nunca porque ahora también le pertenecía a alguien más; consintió con sus manos tibias su vientre, mientras pensaba el camino a elegir, acostada en su cama; Amanda, a diferencia de otras madrugadas, se sentía acompañada, extraña, diferente, su humor había cambiado y se debía en sí a algo tan especial como difícil de asumir en su posición. Se imaginaba en todos los panoramas posibles, pero en todos estos se sentía perdida, por última opción consideraba el aborto y al investigar las terribles consecuencias que hablaban de posibles infecciones, complicaciones inmediatas, mal estado de salud e incluso la propia muerte, prefería dejar a un lado esta alternativa.

Sin embargo y en su contra, pesaban las repetitivas palabras de su familia en las que siempre con gran insistencia recalcaban cada propósito que tenían con ella, para su desdicha la familia Vásquez tenía ese tinte conservador que más bien parecía medieval, donde la concepción de familia solo podía ser posible si había un matrimonio de por medio. A sus 19 años, Amanda recordaba las enseñanzas de sus abuelos, sobre todo “El viejo Lucio”, que era proveniente de una familia también conservadora, donde no se le permitía trabajar a la mujer y el hombre debía ser la cabeza del hogar cumpliendo así con el mismo, pero bajo sus leyes, de esa misma forma funcionaba su familia; esa en la que también se encontraba la esposa de Lucio, Ana, la abuela de Amanda, que siempre sumisa y sin refutar acataba cada una de las órdenes de su esposo.

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Ese había sido el ejemplo de familia que pesaba en la cabeza de Amanda y aunque ella había crecido con algo más de libertad para tomar sus propias decisiones, debido a que para su fortuna la criaron sus abuelos en compañía de su madre Emilia, siempre creció viendo no solo ese aire de superioridad de Lucio sobre Ana, sino también los constantes desplantes que Lucio hacía a Emilia, su madre, por el hecho de haber sido una mamá soltera; es por esto que siempre les había prometido que llegado el momento sería “una señorita de casa”, así tal cual, como el ímpetu machista en el cual se regía su familia, esa que ya tenía su vida planeada o al menos gran parte de ella.  

Todo hubiera marchado según dichos planes, excepto algo imprevisto, jamás imaginó que de algo considerado pasajero como una relación que quería fuera diferente a la que siempre había visualizado de sus abuelos; surgiría algo tan eterno como una letra plasmada en un libro…

En su mente repetía que haría lo necesario para no defraudar a su familia. Fue entonces lo que dio inicio a su solapado camino. “No recuerdo ni como llegué, físicamente mi cuerpo estaba ahí, pero mis pensamientos estaban en la reacción de mi familia sobre mi embarazo”, rememora Amanda mientras esperaba en aquella sala fría, con largos pasillos y gente deambulando de un lado para otro; ella escuchó que repetían su nombre un par de veces. “Así que, sin estar segura, decidí, ingresé a esa habitación, para mí oscura, ni siquiera pensaba en mí, ni siquiera pensando en aquel ser que ahora dependía de mí”, de este modo lo recuerda. Y sin dar mayor detalle de su aborto, en su memoria inmortalizó la fecha de aquel suceso que marcaría su vida para siempre.

Evoca no haber sentido sus piernas, en aquel momento, sus manos temblaban y el corazón le latía más fuerte que de costumbre, todo en su cuerpo era incierto, solo había algo, tan solo una forma que se percibía con más precisión y estaba dentro de su vientre, así que lo acarició por última vez con sus dos manos a manera de despedida. A penas había aprovechado su gestación cinco semanas, pero sentía un lazo tan profundo que rebasaba cualquier expectativa y su impulso solo le permitió despedirse por unos minutos.

En Colombia desde el año 2006 se estipulo en el congreso que la “Intervención Voluntaria Del Embarazo” (IVE) se puede practicar dentro de los parámetros legales, pero en escenarios específicos: 1) Cuando la gestación afecta la salud física o mental de la madre, 2) En efecto si se evidencia que el feto presenta algún tipo de malformación y 3) Cuando la gestación es causa de un incesto o violación. Fuera de estos tres acontecimientos, el aborto no es concebido como legal en el marco de la justicia colombiana; y al parecer a Amanda no la favorecía ninguno de estos tres panoramas o al menos así lo sintió en su momento, sin embargo, su plan gestado por un impulso ya estaba siendo ejecutado.

“En aquel salón oscuro, lo hice, saqué una parte de mí de una manera dolorosa, pude haberlo hecho de una manera más fácil, pastillas o tal vez una inyección, pero sentía que, si mi bebé iba a sufrir, yo debería sufrir peor, de otra manera no hubiera sido justo.” Fue lo más desgarrador que escuche decir a Amanda sobre aquel momento.

Tal vez si un grupo Feminista” que defiende el aborto, hubiese escuchado su historia, avalaría su posición desde la perspectiva del derecho de la mujer a decidir sobre su cuerpo para su propia realización; pero, por otro lado, si otro de los grupos “Feministas” que defiende la vida y reniega del aborto hubiese sido quien conociera su historia, tendría que aportar bajo su perspectiva, el poco beneficio al hacerlo y tener que pasar por una situación, en la cual la única lastimada es la mujer. Todos estos comentarios son apreciaciones perspicaces desde miradas subjetivas que para Amanda no tenían más valor que los prejuicios morales de su familia.

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“El Departamento Administrativo Nacional De Estadística” (DANE) arrojó un reciente reporte indicando que en Colombia 1 de cada 5 madres es adolescente, y en este marco Amanda Vázquez también hace parte del 8% de los embarazos adolescentes que termina en aborto.

Innato permanece este recuerdo en la mente de Amanda y ahora, prudente para referirse al tema, trata de reponerse de aquellas heridas que son invisibles a los ojos, pero no al alma, y aclara con voz firme, mirada fija, y seriedad, que no pretende generar lastima en nadie, solo afirma que “aquellos que se creen justicieros y moralistas de la sociedad, no deberían juzgar situaciones como está, la gente creé que es fácil tomar este tipo de decisiones o que las mujeres que optamos por este camino, no tenemos sentimientos o no nos importa; lo que ignoran es que jamás volvemos a ser las mismas y que en el fondo una parte nuestra se muere con la vida que acabamos”, concluye.

Han pasado casi dos años y desde entonces Amanda a veces imagina cómo hubiera sido su bebé, trata de adivinar cuál hubiese sido su sexo y de construir momentos que nunca llegaron, tan efímeros como el tiempo en su mente. Luego, vuelve a la realidad, esa que ella misma construyó y aunque no siente que sea un orgullo su elección, tiene claro que aquellas secuelas quedarán inherentes en su vida.

¿Conocemos los tipos de violencias que existen contra las mujeres?

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ACN se une a los #16DiasDeActivismo contra la violencia hacía las mujeres.

El imaginario colectivo en la mayoría de las veces cuando se habla de “violencia de género”, se asocia inmediatamente con golpes o lesiones físicas contra una víctima. Gracias a la constancia y arduo trabajo de muchas mujeres en nuestro país, como lo son Jineth Bedoya (periodista), María Currea (politóloga y feminista del siglo XX), Fabiola Calvo (periodista y docente), Ofelia Uribe (periodista), Florence Thomas (psicóloga) y muchas mujeres más; han logrado desmitificar y mostrar realmente la cara de la violencia en Colombia.

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Como es evidente, la violencia contra las mujeres muchas veces se disfraza, se gesta de forma invisible y silenciosa en las familias, en los entornos laborales,  en las relaciones afectivas, y en las mismas relaciones cotidianas. La  importancia desde la academia en la construcción colectiva de una sociedad libre de violencia contra las mujeres y las niñas es necesaria. Es vital que los medios de comunicación también comiencen a repensarse cómo constructores positivos de información, a dar un maje acertado y evitar la construcción periodística y productos publicitarios que pueda llegar a naturalizar expresiones de violencia por razones de género.

La Violencia hacia las mujeres en los medios de comunicación.

Realizado en el marco del  Programa Regional “Ciudades Seguras: Violencia contra las Mujeres y Políticas Públicas” UNIFEM. Córdoba, Argentina. Año 2007

El imaginario colectivo en la mayoría de las veces cuando se habla de “violencia de género”, se asocia inmediatamente con golpes o lesiones físicas contra una víctima. Gracias a la constancia y arduo trabajo de muchas mujeres en nuestro país, como lo son Jineth Bedoya (periodista), María Currea (politóloga y feminista del siglo XX), Fabiola Calvo (periodista y docente), Ofelia Uribe (periodista), Florence Thomas (psicóloga) y muchas mujeres más; han logrado desmitificar y mostrar realmente la cara de la violencia en Colombia.

Es común escuchar expresiones como no puedes hacerlo sin mi permiso, la ropa que usas no me gusta, debes reportarme tus movimientos, cuando el conyugue genera manifestaciones de chantajea o amenaza; son expresiones claras de violencia contra la mujer. Y gracias a que en  Colombia existen diferentes organizaciones encargadas de mediar en el tema de los derechos de las mujeres, se ha podido permear el ámbito jurídico y legal en nuestro país con el fin de dar las garantías de ley necesarias para una vida plena y libre de violencias para todas las mujeres y niñas.  Con el fin de promover la construcción de nuevas generaciones y de mujeres autónomas y libres, tenga presente y reconozca estas 5 tipologías de violencia contra la mujer:

La violencia física se entiende como el daño o lesión ocasionando a la víctima con una intención voluntaria de humillar, dañar o someter a una mujer. Actos como empujar, apretar, golpear, cortar, quemar, etc. Sin importar la gravedad de la lesión, sea interna o externa, se considera como violencia física.

La violencia sexual se da con el sometimiento corporal de la víctima a la voluntad del agresor, quien a su vez obtiene satisfacción con el hecho de agredir y transgredir el cuerpo de una mujer. Es importante aclarar que la violencia sexual no solo implica la genitalidad. El acto de manosear, obligar a la victima a mantener relaciones sexuales sin el mutuo consentimiento y sin importar que existan o no vínculos afectivos, causar agresiones a través de la fuerza física y rebajar a la mujer a una condición de inferioridad; se considera como violencia sexual.

La violencia psicológica es tal vez una de las más complejas y por lo general se manifiesta de forma silenciosa manteniéndose por largos periodos de tiempo. Suele ocurrir que a mujer no es consciente de las agresiones psicológicas a las que está siendo cometida por parte de su pareja, de un familiar o desde al ámbito laboral. Las burlas constantes, los comentarios hirientes y despectivos, la humillación y mucho más, generan la destrucción progresiva del autoestima de una mujer. En la mayoría de los casos cuesta reconocerse como víctima de este tipo de violencia tan común en nuestro país y en el mundo.  

No es tan común hablar de la violencia económica. Esta se presenta cuando por ejemplo y por razones de género, un hombre salarialmente gana más que una mujer en el mismo lugar de trabajo, teniendo la misma preparación académica, carga laboral  y desempeñando el mismo rol. Es decir, se atenta contra la economía de una mujer por el hecho de ser mujer. Se considera como un delito y como un atentado a los derechos humanos.

La violencia patrimonial es un tipo de violencia psicológica que se presenta cuando el victimario atenta contra algún bien o pertenencia de una mujer. Es decir, esta modalidad de violencia se presenta cuando por ejemplo el agresor rompe el teléfono celular de la víctima con el fin de evitar que ella tenga contacto con más personas,  retención de los documentos de identidad, esconder o destruir correspondencia  o información de importancia y demás. Esta modalidad de violencia es más común de lo que creemos y genera inmensos daños psicológicos a quien la padece.

Como evidente, la violencia contra las mujeres muchas veces se disfraza, se gesta de forma invisible y silenciosa en las familias, en los entornos laborales,  en las relaciones afectivas, y en las mismas relaciones cotidianas. La  importancia desde la academia en la construcción colectiva de una sociedad libre de violencia contra las mujeres y las niñas es necesaria. Es vital que los medios de comunicación también comiencen a repensarse cómo constructores positivos de información, a dar un maje acertado y evitar la construcción periodística y productos publicitarios que pueda llegar a naturalizar expresiones de violencia por razones de género.

Blibliografía:

Red colombiana de Periodistas con visión de género

http://www.redperiodistasgenero.org/

La Violencia hacia las mujeres en los medios de comunicación.

Realizado en el marco del  Programa Regional “Ciudades Seguras: Violencia contra las Mujeres y Políticas Públicas” UNIFEM. Córdoba, Argentina. Año 2007

Por: Magaly Sánchez y Catalina Acero.