En cifras de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) el consumo mundial de carne, para el 2021, superó los 328 millones de toneladas. Y en Colombia, para el censo bovino del mismo año, casi alcanzó una cifra de 28 millones de cara al público respecto a su trabajo interno o a los efectos que tiene.
Autor: Núñez Pulido Laura Natalia
La responsabilidad de la industria ganadera en la crisis ambiental nunca deja de ser alarmante; aquí otra cifra: El ganado vacuno es el mayor emisor de gases de efecto invernadero, representando al menos el 62% de todas las emisiones.
Según detallan informes de la FAO, la ganadería también carga con responsabilidad en la contaminación de agua, con microorganismos y residuos de medicamentos que son suministrados de forma masiva a algunos tipos de ganado, por lo que las demás estadísticas no son aliviadoras. ¿Que si puede haber un consumo ético, ambientalmente hablando? Habrá que ver, porque la industria ganadera va más allá del agua contaminada y los gases de efecto invernadero —que, como ya hemos visto, son alarmantes—: Producir una hamburguesa con carne animal drena un aproximado de 1695 litros de agua. ¡Compartamos unas en familia! ¿O no?.
Greenpeace, ONG ambientalista internacional, señala el cultivo de soja, relacionado a la ganadería y a su exportación dentro del mismo gremio, como uno de los grandes motivos de hechos como ese.
¿Será que el sabor y las vidas cuestan todo lo anterior? Según estudio respaldado por ONU Medio ambiente el consumo de carne es una de las formas más destructivas en las que dejamos una huella en el planeta. Así que vayan alistando su bicicleta para ir a la tienda en busca de proteína de origen vegetal.
Porque de verdad y con seriedad, la industria ganadera es de las que mayor responsabilidad ambiental carga entre sus monederos. Es el agua —contaminada o empleada—, es la deforestación, son los gases de efecto invernadero. Son muchas complejidades y me surge la pregunta de desde qué parte de crisis ambiental decidimos pararnos y cómo decidimos hacerlo.
La recomendación es, entonces y entre otras ya disueltas en éstas letras, exigir a las grandes industrias, las contaminantes de forma tan irresponsable y preocupante, que tengan una comunicación honesta con el público. Tal vez así podamos tomar decisiones más reales y conscientes en torno a nuestras éticas individuales y, también, colectivas como sociedad. Está muy bueno y provechoso reducir la huella ambiental a nivel individual, pero no nos olvidemos de las grandes industrias ni de cuestionarlas cuando se requiera, porque estamos en tiempos desesperados, aunque las industrias se nieguen a expresarlo y asumirlo como tal.
La vida está en muchas formas. Nosotros sólo somos una de ellas y nos estamos olvidando de la responsabilidad y el poder que poseemos con cada una de las decisiones que tomamos.
Decidir: ¿qué decidir?