Chavela Vargas “la dama del poncho rojo”; fue una reconocida cantante del género popular del siglo XX, que saco la ranchera de ese machismo en México, el país de natal de este género musical.
Por: Stefany Sanabria Robayo
Reconocida por su voz desgarradora, acompañada por su guitarra, un poncho rojo y su fiel amigo el alcohol; con cada canto lleno de sentimiento era capaz de sacarte lágrimas y llegar a tu corazón.
Llena de rebeldía la costarricense nacida el 17 de abril de 1919, siempre demostró su descontento por los estereotipos y prejuicios de padres divorciados y un país machista, apartando de su vida las vestiduras femeninas reemplazadas por un pantalón y camisa, haciendo de estas motivos de discusión y la fuerza para volverse más macha que cualquier otra persona. No era mexicana pero su corazón y sus sueños la guiaron hacia la “Tierra de machos”; con tan solo 17 años chavela adopta la nacionalidad mexicana haciendo su camino un poco más fácil, sin saber que sus decisiones la convertirían en su peor enemiga.
La ranchera, un género musical que partió de una revolución para demostrar la igualdad social entre 1930 y 1970; en busca de apoderar aquel pueblo con canciones arrabaleras y de cantina; fue protagonista de desamores y amoríos prohibidos en muchas ocasiones, pero si mostramos el otro lado de la moneda este mismo género era aquel que denigró a las mujeres y en sus canciones las declaraba como un objeto más para esos hombres que deseaban a gritos demostrar su poder y hacer ver a las mujeres como culpables.
Fue con esta ranchera de los 50 que se cruzó Chavela Vargas; sus principales rivales, El Maestro Lara, Pedro Infante, Jorge Negrete y Jose Alfredo Jiménez, de quien por su simpatía y gusto por el cálido acompañamiento de la música regional y unos cuantos tequilas en sus parrandas, decidió compartir una amistad que la ayudó para dar a conocer su voz y sentimiento en cada composición; pero, más allá de su reconocimiento artístico, chavela decidió abrirle paso a la puerta del amor, un amor que compartió con muchas mujeres y que fue fiel testigo e inspiración de muchas de sus canciones pero también abrió paso a la soledad, que aunque no se sentía en momentos de pasión y farra, si toco las puertas de la Vargas demasiadas veces.
Y es que como no, si en cada parranda su fiel compañía era la soledad, pero a veces era reemplazada por mucho alcohol, y unas ganas locas de dedicar una canción a una fiel acompañante de un reconocido hombre de alta alcurnia; así era su vida, una vida loca, que cualquiera en no tan sano juicio sería capaz de envidiar, pues su facilidad para encantar a las mujeres y robarles el corazón, era como un talento de nacimiento recargado con una chispa de amor en sus melodiosos cantos; pero al final de todo aquello solo quedaba su fría y triste soledad.
Llena de giros, la vida le demostró que el amor y el canto eran uno solo, pues a sus 70 años junto a malas decisiones y su adicción por el alcohol, había hecho de sus cuantos lujos un terreno quebrado y sin valor; ya no era capaz de sostenerse para sobrevivir, pedía sobras e incluso se colaba en algunas fiestas para poder llenar su barriga, pero no lo hacía solo por eso, también, por unos cuantos tequilitas que la inspiraban a cantar.
Dejó atrás sus maravillosas fiestas, pero nunca olvido a las musas dueñas de su inspiración, junto a ellas está la reconocida Frida Kahlo, a quien dedicó La Llorona y fue esta canción y unas cuantas más la que la llevaron a poder rehacer su vida artística en España junto a su abogada Alicia Perez, quien la acompañó en su proceso de superación y desintoxicación, hasta el día de su muerte el 5 de agosto del 2012. Luego de 10 años de su partida aún escuchamos sus cantares y aunque algunos no reconocen su voz solo basta con adentrarse un poco en su historia y saber que el sentimiento en su música no se improvisa y que su voz es inigualable.
Por último, solo quisiera pedir que después de cumplir mis sueños, metas y caprichos, pueda decir frente a una cámara “Pregúntame lo que quieras, pero no de dónde vengo sino a dónde voy” Chavela Vargas; documental Chavela, de Catherine Gund y Daresha Kyi.