Por: Andrea Rivera, Danna Pinzón, Jhon Cruz y Michelle Calderón
Teusaquillo es una localidad que se caracterizó por el tipo de habitantes que empezaron a establecerse, pues bien entrados al siglo XX se identificó por pertenecer a las élites y a familias de buen nombre. Con el tiempo, se consideraron las casas como portadoras de valor histórico, por lo que se clasificaron como Casas Patrimonio Cultural. Sin embargo, una casa sometida a esta valoración requiere de una gran responsabilidad, pero también de un complejo mantenimiento sometido a las regulaciones gubernamentales, lo que conlleva a que algunos propietarios prefieran dejar caer la casa, pero más allá de eso, ¿qué complicaciones, retos y responsabilidades tiene un propietario con el patrimonio y la ciudad? Juan Castellanos nos comparte su relato.
Para entender lo que significa un patrimonio cultural en Teusaquillo es importante recalcar su importancia histórica para Bogotá. Teusaquillo es el primer barrio burgués y su construcción la encabeza el arquitecto austríaco Karl Brunner quien, ya era director del departamento de Urbanismo. Este barrio entre 1930 y 1940 contaba con servicios exclusivos como: acueducto, alcantarillado y alumbrado público. Siguiendo un estilo inglés y francés, las casas presentaban jardines y antejardines, comedor separado de la sala, cocinas amplias, el uso de cedro para la construcción de los interiores y el ladrillo para los exteriores. Además, muchos personajes políticos nacionales habitaron estas casas. Era un lugar donde solo familias adineradas podían vivir, puesto que se construían casas preciosas y de alta demanda, siendo así en su momento el barrio más prestigioso de la ciudad. Sin embargo, en los años 60 y 80 con la reconstrucción de la avenida Caracas, se presenta una migración de las familias que habitaban estas casa, asimismo la mala administración e indigencia que se presentó debido a la comercialización de la zona.
Es de conocimiento cultural que Teusaquillo sea un lugar de prestigio y gente acomodada, sin embargo, algunas de estas casas se ven en completo abandono; fachadas deterioradas, pintura caída dando un esbozo de lo que algún día fue. Es aquí donde nos preguntamos, en una localidad tan reconocida ¿Por qué estás casas tienen dicho aspecto? O mejor aún, ¿cómo viven los propietarios de estas casas? Ello nos motivó aquel día, lunes festivo, a caminar por la calle 56 con cra 15 para explorar más a fondo este terreno. Encontramos un barrio con pinta colonial, las estructuras arquitectónicas tan características las delata. Este barrio cuenta con un cubículo para el guardia de seguridad, Juan, quien fue un contacto clave para llegar a Juan Castellanos, dueño de una de las casas patrimoniales.
Al dar una vuelta por el vecindario se pudieron observar arbustos, casas grandes e imponentes con jardines, garajes amplios y perros muy alborotados, al parecer, una gran polémica para el barrio porque en una esquina en una casa con rejas negras había una hoja blanca pegada al lado de la puerta en la que tenía un mensaje poco claro por su calidad en la letra, por lo que se puede deducir que llevaba tiempo, pero hacía referencia a los asuntos entre la casa y los perros de esa casa.
Luego de hacer un breve recorrido por el barrio, le preguntamos a Juan, un hombre de estatura promedio, muy amable, qué vecino, según su criterio, podría concedernos una entrevista respecto a su experiencia viviendo en una casa patrimonial, y fue ahí cuando nos indicó a dos candidatos.
Entendiendo que era un festivo y estaba lloviendo, las posibilidades de que nos concedieran una breve charla no eran muy altas, la primera señora, Dora, nos rechazó. Juan, al evidenciar la mala noticia, dice –Díganle al señor de esta cuadra –señalando con su índice detrás de su cabeza – Yo creo que él sí se baja a conversarles, si quieren yo los acompaño porque él no tiene timbre, yo lo llamo y ustedes le explican – Nos dijo al bajar de su asiento en el cubículo y nos acompañó hasta la casa.
Juan batió con su sable la reja de la casa y después de un chiflido le indicó con señas al dueño de la casa que bajara. Luego del sonido de varios perros, el dueño salió y con una sonrisa nos saludó. Después de una afectuosa presentación, Juan Castellanos accedió a dicha entrevista.
Él es un señor de estatura que no pasa de 1.65, está entre los 70 y 80 años, vestía una chaqueta marrón y pantalones negros, desprendía un fuerte olor a cigarrillo y café. Vive con un hermano y tres perros.
Castellanos compró su casa patrimonial hace 12 años cuyo costo fue de 200 millones de pesos – A mí esa casa me la entregaron vuelta nada, me tocó hacerle un montón de arreglos, cambiar el piso, las puertas, los vidrios, poner sanitarios – señalaba imaginariamente los espacios, pues la conversación sucedió bajo un paraguas entre la frontera de su reja con terminaciones puntiagudas – Cuando me la entregaron, el piso de la sala tenía un hueco de aquí hasta acá – más o menos 1 metro y pico señaló – Entonces tuve que taparlo y cambiar esa madera. Comentó que esos arreglos le costaron alrededor de los 20 millones de pesos y no había sido fácil repararla; sin embargo, al contar que prácticamente la había reconstruido no pudo evitar expresarlo con nostalgia en sus ojos.
Al preguntarle qué ventajas y desventajas se tenía al vivir en un bien de interés cultural, nos comentó que; por un lado, los servicios como la luz, el gas y el agua le llegaba por el valor de Estrato 1; la empresa de aseo público LIME se encarga mensualmente de ayudarle a mantener del jardín y los arbustos de enfrente; y tiene un descuento del 50% en el impuesto predial anual. Por otro lado, cada tres años se ve en la responsabilidad de enviar fotos de la casa, tanto internas como externas para comprobar que no se le ha realizado ningún cambio.
Los cambios que puede realizar son los internos, mientras que, en cuestión de lo externo, se debe mantener la fachada tal y como estuviese, esto se refiere a: mantener la arquitectura, materiales (madera, ladrillo, mármol, vidrio), arborización, entre otros. Pues el incumplimiento de este punto tendrá como consecuencia desde la abolición a los beneficios y descuentos prediales, hasta la suspensión de la construcción, imposición de multas, orden de restituir el inmueble a sus condiciones originales, o demolición.
Se le preguntó a Juan, qué tan factible es que el Instituto Distrital de Patrimonio Cultural aprobará una modificación de la fachada, a lo cual respondió que tenía que estar deteriorada, de lo contrario, no se le permitía ninguna modificación o era muy difícil su aprobación.
Agregó que las casas residenciales son más difíciles de entregar, puesto que cuando las quieren comprar entidades privadas o constructoras, las quieren demoler, pues su manutención es delicada, cara y vigilada.
En general, Juan Castellanos parece estar satisfecho con su hogar que ha construido a puño y pulso, pero las responsabilidades que conlleva conservar una casa patrimonial son exigentes con respetar el valor histórico que le representa a la ciudadanía.
Con un apretón de manos para Juan, el celador y para Juan. El propietario, nos despedimos. Al momento de tomar algunas fotos al barrio como registro fotográfico de nuestro paso por el lugar, una señora en bata y pantuflas que estaba hablando por teléfono dentro de su jardín alzó la voz y dijo:
-¿Estas fotos para qué son?
-Le estamos tomando fotos al barrio – Danna dibujó un círculo con sus dedos y respondió en un tono tranquilizante.
-¿Pero vienen de alguna entidad? – Preguntó algo preocupada.
-No, señora, son estudiantes – Salió a defendernos amablemente Juan, el ahora amigo celador.
Al parecer, los dueños mantienen una preocupación constante de ser visitados sorpresivamente por el IDPC, y no es para menos.
En general, evidenciamos que poseer una casa patrimonial requiere muchas responsabilidades y entendemos que el dinero que se debe invertir no es para nada económico, debido a que se debe mantener una estructura y buscar materiales específicos, que no son del todo fáciles de obtener. Así como requerimientos, estas casas traen consigo algunos beneficios para los propietarios, como descuentos y colaboraciones en ámbitos legales que cualquier casa del común no tiene.
Por otro lado, se debe entender que mantener la estética de la ciudad es algo complicado y acarrea mucho trabajo y reglas de las cuales no se hablan, porque como Juan Castellanos nos comenta, para poder realizar cualquier tipo de cambio, las casas deben estar deteriorándose o al borde de la destrucción. Las personas nos quejamos del hecho de ver las casas dañadas y maltrechas, sin saber los conflictos internos que pasan los dueños de estas casas, únicamente nos preocupamos porque el lugar se vea bien para las fotos o para los turistas, nos hacemos de la vista gorda con los problemas económicos que pasan sus dueños.