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RELATO DE UN PUENTE

Crónica por: Nicole Castro, Isaboth Jiménez, Paula González y Andrés Suarez.

María Pérez a sus 62 años, una ciudadana más de la fría capital, narra su experiencia trabajando como vendedora ambulante al lado del puente peatonal de la avenida 68 con américas.

Ella lleva 20 años en el lugar, presenciando múltiples sucesos en torno a los siniestros viales y la delincuencia que se manifiesta en las dos localidades que une el puente; Kennedy y Puente Aranda. Esta ubicación, diariamente es transcurrida por miles de personas desde su construcción en el año 1944, facilitando la movilidad de los Bogotanos y así mismo dándole paso al avance en la ciudad; además que con transcurso del tiempo se rodearía de importantes empresas comerciales, impulsando aún más el tránsito por el lugar.

Entre muchos de los beneficios de esta obra para la ciudad, María encontró la oportunidad de sacar a su familia adelante por medio de su puesto de trabajo en el lugar, al llevar tanto tiempo allí ha sido testigo de cosas negativas como positivas, del avance y la imprudencia como una característica de los peatones que suelen arriesgar su vida cruzando la avenida, la cual consta de 4 carriles mixtos de norte a sur y viceversa, tornándose totalmente peligrosa para cruzar sin más, de ahí la suma importancia de que los peatones utilicen el puente de manera correcta. 

Uno de los sucesos que tiene sumamente presente la señora María, es del año 2012 donde por varios meses operó una banda delincuencial en el puente peatonal, a plena luz del día atacaban a los transeúntes, despojándolos de sus pertenencias de valor, tales sucesos se presentaban a diario. Al bajar del puente, los peatones muy asustados y nerviosos relataban a María y a más vendedores lo que había sucedido, para esos días el ambiente del lugar se había tornado muy pesado, a pesar del gran flujo de gente la desconfianza iba en aumento al pasar por el puente, y estar a los alrededores.

Esta banda no solo operaba en el puente peatonal sino también en los buses a mano armada, además que estaba conformada por 8 personas que tenían muy clara la estrategía que aplicaron por meses, en la que en un momento María se vio involucrada sin llegarse a imaginar que a diario estaban cerca suyo, al acecho, aquella famosa banda delincuencial.

Para el mes de mayo de dicho año, María se encontraba trabajando como de costumbre, era cierto que para esos días solía escuchar muy seguido testimonios de robos en el puente, pero hasta el momento no había presenciado nada con sus propios ojos, nada que estuviera a su alcance. Sin embargo, en el fondo sentía gran incertidumbre por lo peligroso que se había convertido su lugar de trabajo; tanto que todas las mañanas se encomendaba a Dios y corría el riesgo de estar allí para cumplir con sus responsabilidades como madre cabeza de familia. El alto índice de delincuencia ya estaba en el ojo de las autoridades, y de los medios de comunicación que causaban aún más pánico en la ciudadanía frente a tal problemática, que tenía influencia hasta en el aumento de accidentes viales en la avenida y en el propio comercio al debilitarse las ventas. Definitivamente no era un panorama muy alentador, tanto para María como para sus colegas, los demás vendedores ambulantes que se situaban alrededor que optaron por cerrar más temprano por cuestión de seguridad, medida que aún conservan. Después de una mañana muy calurosa, el cielo se tornó totalmente gris y muy frio, María se encontraba en su puesto, en compañía de su hija y su nieto de brazos, atendiendo a las pocas personas que pasaban ese día, la soledad predominaba a eso de las 3:00 pm, ella alistándose para la franja horaria en que había más flujo peatonal. Cuando de lejos escuchó unos gritos, se interesó pero no puso atención, cuando se escuchaban más cerca notó que provenían de la rampa ubicada al costado con sentido norte, fue justo cuando volteo a mirar atrás a ver qué pasaba, vio a una mujer muy bien vestida, alrededor de 35 años forcejeando con un hombre alto, de un aspecto muy malicioso el cual con una mirada de furia y exaltadamente le  repetía varias veces que soltera el bolso, ella solo gritaba pidiendo auxilio a lo que María reacciona  y empieza a pedir ayuda de forma angustiada, cuando al girar a su izquierda estaba otro hombre de estatura media y piel morena empuñando un arma y apuntando a María, diciéndole que no fuera “sapa” y que se callara. La primera reacción de la vendedora fue correr a su hija del lugar, ambas se paralizaron, María sintió por un momento como la vida se le iba, solo pensó en lo mucho que amaba a sus hijos, derramando algunas lágrimas y manteniéndose en silencio. Acto seguido, los dos asaltantes huyen tras haber cumplido su objetivo, María seguía ahí de pie paralizada, luego aterrizó de nuevo al momento tras escuchar los fuertes sollozos de la mujer que había sido robada. A pesar de todo, ella asistió a la mujer afectada ofreciéndole agua, la mujer solo lloraba y aseguraba que le habían hurtado una extensa cantidad de dinero que era sumamente importante. Desde ese día María y su familia optaron por no volver a intervenir en estos actos que se presentan a diario en cualquier rincón de Bogotá.

La repercusión directa de la delincuencia se vio en el aumento de imprudencia por parte de los peatones, que por miedo optaban por cruzar la avenida, de igual manera lo hacían los ciclistas, e incluso yendo con niños pasaban de tal manera.

María nos da a conocer que después de dos años de pandemia, en el cual su único ingreso se vio afectado, llegó con una mentalidad de poder empezar de nuevo, pero también tenía claro que la delincuencia y los accidentes viales podrían aumentar o disminuir en dicha zona.

Actualmente, encontramos a María en el mismo lugar, al igual que más vendedores, denotando que aún existe cierto temor por la inseguridad que nunca falta en la ciudad. Los vendedores suelen ser muy esquivos con temas que representen delincuencia por miedo a también verse afectados, ya que, sus puestos están consolidados en el sitio y no sería una gran ventaja para ellos irse del lugar. 

Hoy en día, el panorama del puente peatonal de la 68 con américas no es tan desalentador, pero como bien nos dicen algunos colegas de María la delincuencia siempre está presente en la ciudad. Sin embargo, vemos un contraste donde nos indican que en realidad el puente está bien, lo malo son los ciudadanos que circulan el sitio con otra intención. Es cierto, que la irresponsabilidad se presenta a nivel general en Bogotá, y claro está que este puente no es la excepción, en noticias e imágenes se evidencia como muchas personas entre, ciclistas, mujeres embarazadas, mamás con niños en brazos, adultos con menores de edad y adultos de la tercera edad, evitan pasar el puente. Pero actualmente, por las obras que se están realizando a lo largo de la avenida 68 han obstaculizado el paso imprudente de los peatones, disminuyendo en gran parte. Pero, la señora María nos relataba que aun así hay peatones y ciclistas que cruzan por el puente vial de las américas, un panorama mucho peor.   

Un Puente, testigo de millones de historias, protagonista de muchas de ellas, dos localidades de gran extensión territorial que se unen por unas de sus avenidas más importantes. Su infraestructura un poco curiosa, angosta para la cantidad de personas que lo pasan, un puente que ha estado en estado crítico y ha sido arreglado para seguir en funcionamiento, un lugar que nos da conocer historias del común, del día a día en el caos que es Bogotá, está vez nos permitió conocer la experiencias de María Pérez, quien agradeció por estar allí y ser una parte fundamental de la locación, pues como vendedora ambulante contribuye en la construcción colectiva de significados de la ciudad.

La información que se evidencia en esta crónica, fue procesada por varios filtros para saber si lo contado era verídico, lo cual nos llevó a descubrir que muchos escritos informativos del lugar están muy limitados para el año en que ocurrieron los hechos, debido a que los anexos que se encuentran vía internet contienen información que es muy corta o de noticias muy recientes.

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