Aunque la calidad del aire en Bogotá, al momento de escribir estas letras, es moderada y aceptable; algunos contaminantes pueden significar un riesgo moderado para la salud de una cantidad muy pequeña de personas que no suelen ser sensibles a la contaminación del aire.
Por: Edith Carolina Bohórquez Lemus
Según el Índice Bogotano de Calidad del Aire y Riesgo en Salud (IBOCA), en febrero de 2023 se reportó una acumulación de contaminantes sobre la ciudad que ha generado incrementos de concentración de material particulado en ciertas zonas, los cuales pueden ser perjudiciales para la salud de los ciudadanos. Debido a esto, la secretaria de ambiente en Bogotá, Carolina Urrutia, levantó algunas medidas restrictivas después de declarar, el pasado primero de marzo, la Alerta Fase 1 por contaminación atmosférica. Dentro de las medidas se encontraban la restricción de vehículos de transporte de carga, la implementación del sistema actual de pico y placa para motos, la restricción de vehículos particulares y motos el día sábado, entre otras.
Para entender a fondo esta problemática, habría que aclarar en este punto que la contaminación del aire en Bogotá no es un problema momentáneo y aislado, sino que es un problema recurrente que ha demostrado anteriormente efectos sobre la salud de las personas. En los meses de enero, febrero y marzo se tendió a agudizar esta problemática en la ciudad gracias a las condiciones meteorológicas que dificultaron la dispersión de contaminantes atmosféricos; a esto también se le tiene que agregar la presentación de eventos ocasionales de quemas e incendios forestales. Sin embargo, no se pretende culpar del todo a la meteorología, ya que el problema radica principalmente en la existencia de fuentes emisoras. Existe una sobrecarga de fuentes de emisión por parte de vehículos diésel, los cuales en su mayoría no cuentan con sistemas de control de emisiones. Claramente las medidas de choque tomadas por la administración distrital, no apuntan directamente hacia estos vehículos.
A esto se le agrega el problema de vías que, en gran parte, no están pavimentadas y contribuyen a levantar polvo, lo cual incrementa las concentraciones de material particulado. Habría que sugerir la pavimentación del cien por ciento de las vías y promover programas permanentes de limpieza y mantenimiento vial, al igual que mitigar el polvo en las construcciones y, por supuesto, insistir en la siembra de más árboles y zonas vegetales dentro de Bogotá.
Para nadie es un secreto que la renovación de la flota de buses del servicio público. que incluye a Transmilenio, SITP Y SITP provisional, nunca se culminó en la ciudad. Es importante replantearse la adopción de sistemas de control y tecnologías más limpias en vehículos pesados. Sin embargo, como este tema está demorado, por ahora sería oportuno aumentar los operativos de control en vías públicas y el control estricto de una adecuada inspección técnico mecánica. Las medidas correctivas de control también deberían incluir a las industrias que utilizan combustibles sólidos (carbón) y líquidos (fueloil), pues estas también son importantes fuentes de material particulado.
También es oportuno proponer la articulación del trabajo en conjunto de los sectores de salud, movilidad, mantenimiento vial y planeamiento urbano para el diseño e implementación de medidas efectivas de orden interinstitucional que tengan una permanencia durante todo el año y no sólo durante los meses emergentes, a esto se le llama una política de prevención. Igualmente, es importante optimizar los canales de comunicación de la autoridad ambiental y de salud para que la población obtenga información verídica y oportuna sobre los riesgos a los que se expone y las prevenciones que debe tomar.
Por último, es absurdo depender de unas buenas condiciones meteorológicas del momento para mantener una buena calidad del aire en la ciudad. Pensar en una política de prevención, es pensar en medidas correctivas de largo alcance que ayuden realmente a solucionar de raíz el problema de contaminación en la ciudad. Pensar de esta forma permite una mejora real y continua del sistema de transporte público de la ciudad que, además de combatir la contaminación ambiental, dignifique la condición humana de sus usuarios en vez de incentivar la compra, por parte de estos, de más vehículos de uso particular.
Por ahora el trabajo que resta es largo, por esto mismo es inaceptable que esta y las siguientes administraciones le den largas a estas mejoras necesarias para hacer de Bogotá una ciudad sostenible con un medio ambiente que pide a gritos un respiro.