Quijotadas. El legado de Diana Marcela Morales

Por Javier Correa Correa

jcorreac@ucentral.edu.co 

“Entonces fui la Rosa amarilla de la hermandad de la rosa. He ido cambiando de color y de clan de pertenencia, comprendiendo que la primera Rosa ya fue y que la de hoy ha ido madurando y cumpliendo sus sueños”.

Diana Marcela Morales

Se puede decir que Diana Marcela Morales fue una médica antropóloga que se entregó con pasión a las ciencias exactas y con alegría a las ciencias sociales. Con pasión y con alegría. Se puede decir que creció mucho más de lo que la academia ofrece y permite. Se puede también decir que exploró la literatura, como lectora incisiva que se gozaba las letras clásicas y las de última generación que iban siendo publicadas y buscaba con asombro en los estantes de las librerías y de las bibliotecas. Compartimos dos tertulias, en las que leímos muchos y variados libros, y forjamos una amistad que trascendió las letras impresas en caracteres negros sobre papeles blancos. 

Diana Marcela Morales lectora / Crédito Javier Correa Correa

Como lectora crítica, Diana Marcela Morales nos ayudaba a sus amigos a revisar las frases más complicadas y las más sencillas, para cargarlas de ritmo y profundidad. Mi tercera novela, Muerte en el anticuario, casi podría decirse que la escribimos juntos. Primero, porque cuando le comenté el proyecto de una historia que se desarrollaba en el almacén Antigüedades Cancino, me contó que un amigo suyo, con el hermoso apellido Lucero, había muerto al frente del local, en plena calle, en eso que hoy llamamos falsos positivos. Abogado tímido, combinaba su trabajo profesional con la búsqueda de libros escasos, que les vendía a sus colegas, docentes y amigos. Una tarde cualquiera lo sorprendió la muerte, a la que le tenía un miedo espantoso.

Le mostré a Diana Marcela la primera versión de la novela, y con un tímido pero seguro timbre de voz, llena de respeto y de afecto, me invitó a reescribirla. Por fortuna, le hice caso. 

Generosa, me compartió Me voy a ser feliz, no sé cuándo regrese, su primera novela, y muchos de sus cuentos, que releí para ajustar mis ideas y plasmarlas en este breve texto.

En un evento lleno de afecto se realizó el lanzamiento del libro El legado de Rosa. Una trilogía, que recoge las novelas “Me fui a ser feliz, no sé cuándo regrese” y “Rosa amarilla”, así como “Cuentos de amor y vida”, “Reflexiones” y “Poemas”. El libro es fruto del trabajo de tres personas cercanas a la autora: su hermana Clemencia, su amiga del alma Alma Helena Ramos Cuervo, y yo.

Fue una labor de varios meses, durante los cuales recuperamos de su computador las obras que los expertos llaman de autoficción, varias de las cuales habíamos leído y otras tantas que se abrieron como los pétalos de las tres rosas de la carátula del libro. Una labor de edición que, claro, se basa en el respeto de los originales, que por fin dejaron de ser inéditos.

Nacida en mayo de 1959, y tras eso que llaman una penosa enfermedad que como médica y antropóloga sabía que avanzaba terca e inclaudicable, Diana Marcela Morales trascendió en diciembre de 2022. Yo estaba lejos, frente a una playa de verano, y cuando recibí la noticia me dirigí a las olas para que una lágrima se fundiera con el agua del mar.

Cada rato recojo el libro que atesoro y paso las hojas con alegría y respeto, con afecto, admiración y gratitud, pues Diana Marcela Morales es, en presente, una amiga.

Colofón

Esta columna de las Quijotadas es la número 100. La primera vio la luz en 2016 en un periódico impreso, y le siguieron otras en periódicos virtuales de la Universidad Central, como Aula & Asfalto y Concéntrika, y en mi blog. Hay de análisis político, social, cultural, nacional e internacional, como todo lo que se funde en este mundo convulsionado y en mi mente que, por fortuna, no deja de sorprenderse. Había pensado escribir algo sobre esa historia personal de la opinión, pero estoy seguro de que referirme al libro de mi amiga Diana Marcela Morales es algo que me enaltece.

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