Por mucho tiempo se ha instruido en torno a la importancia de la familia, manifestando que esta es la institución más trascendental de la sociedad y es una comunidad de amor, santuario de la vida y ambiente de humanidad, como bien es declarado por la iglesia.
Por Valery Sofía Portal Zorro
Resulta casi imposible considerar que en un grupo social primario se puedan presentar situaciones de abuso o maltrato entre los emparentados, bien sea por consanguinidad o afinidad. No obstante, la violencia intrafamiliar es más común de lo que se puede pensar, se presenta de modo psicológico, físico y sexual, mayoritariamente los agredidos son mujeres y niños, sin exceptuar que los hombres también llegan a ser víctimas.
Según cifras del instituto de Medicina Legal, en el año 2022 se reportaron 78.600 casos de violencia intrafamiliar en el país, comparado con el año 2021 hubo un aumento de 68,5% en el crecimiento de casos de violencia intrafamiliar en Colombia, donde la violencia de pareja obtuvo reportes con cerca de 37.569 casos y las mujeres fueron las mayores víctimas con un 77,74 % de casos de violencia intrafamiliar de todo tipo. En lo corrido del año 2023, se han registrado 45.472 casos de violencia intrafamiliar en el país, dándose un aumento significativo del 22% con referencia al año anterior.
Los datos indican que este fenómeno social va en aumento y que las mayores víctimas son las mujeres. El hecho de que sean más agredidas las mujeres no es nada nuevo, hay un trasfondo enorme donde unos de los tantos protagonistas son los factores socioculturales.
Son muchos y antiguos los ejemplos de desigualdades y discriminaciones hacia la mujer. En el año 400 a.C., las leyes de Bizancio establecían que el marido era un “dios” al que la mujer debía adorar. En la India, si un esposo moría, su mujer era quemada viva junto al cadáver, siendo esto una de sus obligaciones como esposa. En comunidades de Irán y Etiopía nacer mujer era una deshonra, incluso este vocablo era sinónimo de bajeza, debilidad y desgracia. En Francia, en 1359, se estableció que cuando un hombre mataba a su esposa en un exceso de cólera no era castigado, siempre y cuando se arrepintiera mediante juramento.
En Colombia, para el año 1938 se plasmó en el artículo 382 del Código Penal la exótica figura del uxoricidio por adulterio, en la que se dispuso que, si el homicidio o las lesiones las cometía el cónyuge, las penas por imponer se disminuían de la mitad a las tres cuartas partes. Este artículo fue eliminado con el código de 1980, pero esa ley creó uno nuevo para seguir mitigando transgresiones. Fue replicado en el artículo 57 de la Ley 599 año 2000 del Código Penal.
Diego Fernando Gacha, estudiante de derecho de la Universidad Central, dijo que la ira e intenso dolor está contemplado como una atenuante de la conducta de quien cometió el delito, donde si lo establecido es demostrado se puede reducir la pena hasta en una sexta parte. Un caso específico de ira e intenso dolor es actuar bajo la legítima defensa en caso de un homicidio culposo, donde se actúa con un sesgo mental por la reacción frente a lo que acaba de suceder. Dicho artículo sigue vigente.
Años de historia son los que acompañan estos patrones erróneos que se han transmitido de generación a generación.
Clemencia Rueda, una Comunicadora social y periodista, coordinadora de atención de población vulnerable en el Cauca, particularmente de migración, violencia basada en género, para la inclusión y la interculturalidad, dijo que para ella uno de esos factores socioculturales que han generado la violencia intrafamiliar especialmente centrándose en la mujer es la educación. Puesto que la cultura en la que se ha desarrollado la mujer, desde su niñez ha influenciado de manera directa en su comportamiento y manera de pensar en la actualidad.
Cabe mencionar que en el proceso de crianza se educa de distinto modo a los niños y niñas, desde su forma de vestir hasta los juegos que pueden llevar a cabo, “para el niño el carro y para la niña la muñeca”. Se instruye a las niñas para que sean personas frágiles, sumisas, inferiores y necesitadas de un hombre, “si sales vas acompañada”, a los varones no se les guía de esta forma, a ellos se les induce a tener un carácter fuerte e independiente. Esto genera una brecha enorme entre los sexos.
Otro de los factores se origina en la historia. La desigualdad frente a la mujer viene mucho antes de Jesucristo, en la biblia se dice que la mujer viene del hombre, ya que salió de la costilla de Adán, o que es una mujer la única causante de que el resto de los mortales fueran expulsados del “Paraíso Terrenal”, pese a que quien comió “el fruto prohibido” fue ella y no el hombre. Así reforzando el patriarcado.
Desde tiempos remotos, el mundo gira alrededor del androcentrismo, condenándolas a vivir en una sociedad en la que culturalmente se ha sobredimensionado el papel del hombre, aceptando y normalizando sus conductas violentas, perpetuando la violencia por creencias y mitos a las que son sometidas.