Las pantallas ya son parte de la conversación pública y en las plataformas digitales, políticos y ciudadanos no sólo se informan, sino que se confrontan, organizan y reescriben la agenda en tiempo real; la comunicación política pasó de ser un monólogo de poder a una batalla por la atención, la credibilidad y la acción.
Por: Tania Alexandra Casallas Cardenas. tcasallasc@ucentral.edu.co
Desde un reloj inteligente hasta un televisor o un teléfono móvil, el internet ya forma parte de la rutina de gran parte de la población; su origen se remonta a la red experimental Advanced Research Projects Agency Network, ARPANET, en 1969, cuyo desarrollo técnico sentó las bases de la red global que hoy conecta millones de dispositivos.
Con la expansión de la red surgieron las primeras formas de sociabilidad en línea, la plataforma SixDegrees, lanzada en la segunda mitad de los 90, se reconoce como uno de los primeros intentos de red social con el objetivo de conectar a personas y familias en un espacio digital.

A partir de la década siguiente la proliferación de sitios y aplicaciones sociales transformó radicalmente los hábitos de comunicación y fue durante la campaña de Barack Obama, en 2008, cuando se generó la revolución política en la web al movilizar bases, facilitar recaudación y organizar participación ciudadana a una escala inédita, marcando un antes y un después en la relación entre campañas políticas y la población electoral.
Esa evolución tecnológica y social dio paso a lo que hoy llamamos comunicación política digital, entendida como el conjunto de prácticas, plataformas y estrategias que usan tecnologías en línea para difundir información, segmentar audiencias, fomentar la interacción y gestión de campañas. Más que canales nuevos, estas herramientas modifican las reglas de la actividad democrática, amplifican voces y movilizan acciones, pero también exigen nuevos criterios de verificación, ética y alfabetización mediática.
Cómo comunicar sin perder veracidad
La comunicación política digital es hoy un campo híbrido, pues combina herramientas técnicas (plataformas, algoritmos, análisis de audiencias) con prácticas narrativas (microvideos, hilos, lives, suscripción a contenido exclusivo) para diseñar mensajes que no sólo informan, sino que buscan mover, segmentar y medir reacciones en tiempo real.
Entre los aportes más claros de estas interacciones políticas está la capacidad de democratizar la agenda pública; plataformas y herramientas digitales permiten visibilizar problemáticas locales, articular comunidades y coordinar movilizaciones con rapidez, además de abrir canales directos entre gobernantes, organizaciones y ciudadanía que antes estaban difusos.

No obstante, esos beneficios conviven con riesgos estructurales en los que la lógica de la atención, los sesgos algorítmicos y la velocidad de difusión hacen del ecosistema digital un terreno propicio para la desinformación, la polarización y prácticas como el microtargeting sin criterios éticos claros.
Durante la mesa redonda de la presentación del libro Journalism, fake news & disinformation: handbook for journalism education and training, desde la oficina de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, UNESCO, expertos advierten que, sin marcos de verificación, educación mediática y límites regulatorios, la comunicación política digital puede amplificar imágenes engañosas, discursos de odio o campañas de manipulación que erosionan la confianza pública.
Movilización digital y desinformación en Colombia
En Colombia, la conexión a internet y el crecimiento de los accesos móviles han convertido a las plataformas digitales en espacios centrales de la conversación política. Hoy millones de colombianos consumen noticias, discuten sobre políticas públicas y participan en campañas desde sus teléfonos, tablets o computadores, una realidad que ha sido potenciada por el aumento sostenido de accesos móviles y la expansión de redes 4G y 5G en los últimos años.
Ese acceso masivo se traduce en una diversificación de tácticas y plataformas utilizadas por actores políticos y ciudadanía. Mientras X y Facebook siguen siendo escenarios de debate público y denuncia, redes emergentes como Tik Tok han pasado a jugar un papel central en la construcción de narrativas virales y en la captación de electores jóvenes.

La capacidad de movilización digital quedó en evidencia durante las grandes protestas nacionales, las redes sirvieron tanto para organizar marchas y divulgar denuncias de violaciones de derechos, como para poner en circulación imágenes y relatos que compitieron con los relatos de los medios tradicionales.
Por otro lado la violencia y el hostigamiento en línea hacia periodistas, líderes y activistas se han intensificado, generando autocensura y afectando la diversidad de voces en el espacio público digital. Los episodios de violencia digital aumentan el costo de la participación pública, y obligan a medios, organizaciones y plataformas a repensar protocolos de protección y respuesta.

Con todo, la comunicación digital política en Colombia opera hoy en una tensión permanente, por un lado, ofrece instrumentos inéditos de participación, visibilización y rendición de cuentas; por otro, exhibe riesgos reales para la verdad pública, la privacidad y la seguridad de quienes opinan.
La respuesta necesaria combina tres líneas de trabajo: fortalecer la alfabetización mediática en todos los niveles, exigir mayor transparencia y regulación sobre publicidad y segmentación política, así como robustecer mecanismos locales de verificación y protección digital que articulen a medios, academia y sociedad civil.
Natalia Urrego: comunicación digital política
Con el propósito de reconocer cómo ha cambiado la comunicación política con la integración de las nuevas alternativas digitales, nos acompañó Natalia Urrego Junca, periodista, presentadora, especialista en comunicación digital y jefe de comunicaciones de un concejal de Bogotá, quien es la protagonista de la entrevista que acompaña este proyecto.
Su trayectoria refleja cómo la comunicación política en Colombia ha cambiado con la irrupción de las plataformas digitales, un espacio donde los mensajes ya no solo informan, sino que deben generar interacción, confianza y participación. Además, muestra cómo los equipos de comunicación deben reinventarse constantemente para adaptarse a la velocidad y a los lenguajes de la era digital.
En Colombia, las dinámicas políticas han encontrado en las redes sociales un escenario clave para dialogar con los ciudadanos. Plataformas como X, Facebook, Instagram o TikTok no sólo permiten informar, también funcionan como espacios de debate, confrontación y organización social.

Tomado de: X(@NathuUrrego)
Los equipos de comunicación, y en particular los jefes de prensa, han pasado de ser gestores de comunicados a estrategas digitales que deben atender la inmediatez de las redes, adaptarse a lenguajes breves y mantener una interacción constante con diferentes públicos.
Para cerrar, queda claro que la comunicación digital política en Colombia es una herramienta de enorme potencial y, al mismo tiempo, una esfera de riesgos que exige responsabilidad. Fortalecer la alfabetización mediática, exigir mayor transparencia en la publicidad política y consolidar mecanismos locales de verificación son pasos imprescindibles para que lo digital contribuya a una deliberación pública sana y segura.
De igual manera, este artículo hace parte de un proyecto transmedia que busca abrir la discusión sobre los retos y oportunidades de la comunicación política digital. Si quieren profundizar en las estrategias, tensiones y experiencias prácticas que aquí solo se esbozan, los invitamos a ver la entrevista con Natalia Urrego y escuchar el episodio especial de Concéntrika al Oído ambos disponibles en el canal de Youtube de Concéntrika Medios, donde se amplían estas discusiones y se presentan reflexiones útiles para comunicadores, ciudadanos y autoridades.
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