Si alguna vez nos hemos quejado del frío de Bogotá, del ruido incesante y perturbador y de los pequeños espacios en los que habitamos, podemos evidenciar que estos no son tan intratables como creemos, al conocer un ejemplo de adaptación al medio y de supervivencia como lo es el de residir durante 18 años en una cámara subterránea de dos metros de largo, por un metro y medio de ancho, en el centro de la ciudad; así es como vive Darío González, conocido como “lucas” o “el topo humano”, proveniente de una familia boyacense y nacido en 1953 en Armenia.
Por: Violeta López Camargo
La razón por la cual vive en esta alcantarilla, ubicada en la carrera 7 con 26, fue por un intento de suicidio, en el que se inyectó una sobredosis de heroína con la esperanza de morir en este lugar sin que nadie se diera cuenta. Por su fortuna, sobrevivió a este episodio y, desde ese momento, adaptó esta cloaca convirtiéndolo en su “Penthouses Centro Internacional Tequendama” como él lo menciona.
Su cuarto está herméticamente cerrado, es como una olla a presión; ya que por esta área pasan los cables de fibra óptica de una empresa de telecomunicaciones. Para oxigenar el espacio consiguió un filtro de agua por donde entra el aire y el tubo sale por uno de los orificios de la puerta, usa un ventilador con baterías para dosificar el aire y dominar la claustrofobia y mide el nivel de oxígeno con velas encendidas. Para evitar que se le inunde, colocó tejas a la medida dejando un espacio al costado para que circulen las aguas negras y puedan caer en un tarro. Gracias al flujo de electricidad que pasa por las paredes, alejó a las ratas y para protegerse ubicó tablas como aislante, permitiéndole amoblar su cama, con una colchoneta y con varias cobijas, acompañado de un radio pequeño.
Diariamente sale en las horas de la mañana a reciclar y vender sus artesanías, transita por la carrera séptima, es reconocido por los vendedores y demás habitantes de calle, cuida a los comerciantes del sector hasta altas horas de la noche y se asegura de evitar el hurto de las tapas de las alcantarillas. Se identifica con las personas pacíficas, busca que la gente cambie, se distrae con la armónica y la flauta, su música favorita es el rock y le gusta la natación.
Es increíble como, entre bromas, expresa las cosas; asombrándonos con su conocimiento sobre la historia de los sitios emblemáticos del lugar que lo acogió. Su alegría irradia cada vez que cuenta su vida, a pesar que habita en un lugar no digno para vivir, es resiliente en adaptarse a las situaciones adversas de forma positiva, teniendo en su refugio tranquilidad y libertad.
Muchas veces caemos en el consumismo extremo para garantizarnos una óptima calidad de vida, pero este relato nos muestra que lo más importante no es el exceso de elementos y lugares costosos para poder disfrutar de esta, sino estar en un entorno donde tengamos y podamos brindar afables relaciones humanas.