Una célebre frase de Joseph Goebbels, quien fue ministro de propaganda nazi y
era conocido por su talento como orador, dice: «Miente, miente, miente que algo
quedará; cuanto más grande sea una mentira, más gente la creerá».
Es posible que, como joven, te sientas bombardeado por ideas que promueven la
“libertad”, el “empoderamiento” y la “igualdad”. Aunque estas palabras suenan
bien y parecen positivas para nuestra sociedad, rara vez indagamos en la raíz de
las ideas “progresistas” de este siglo.
Estamos enfrentando una batalla cultural que mucha gente no percibe. Esta
batalla se infiltra en la vida de las personas, cambiando sus pensamientos y
redireccionando sus comportamientos. Los jóvenes estamos expuestos a una
cantidad abrumadora de información y, junto con ella, viene la presión de tener
una opinión sobre todos los temas. Comprendo que es fácil ser engañados porque
la sociedad ha disfrazado los valores como antivalores; por ejemplo, en muchos
casos, la rebelión se ha disfrazado de “libertad de expresión”.
Para no ser engañados, necesitamos buscar la sabiduría, pero déjame aclararte
que la sabiduría no es lo mismo que la inteligencia, y tampoco puedes confundirla
con la astucia.
Es difícil imaginar una generación más confundida que la nuestra en cuanto al
amor. Las palabras se han manipulado tanto que han perdido su poder original.
Las palabras tienen el poder de crear realidades y moldear el pensamiento.
Hemos sido presas de nuestros deseos, con eslóganes como “placer sin límites”,
muy conocido en Colombia.
Sin embargo, si le das rienda suelta a tus deseos,
perderás la capacidad de disfrutarlos, como ocurre al comer chocolate todos los
días: el exceso te hará aborrecerlo.
El exceso de cualquier cosa te roba la capacidad de disfrutarla, por eso siempre
es necesario establecer límites para no convertirte en esclavo de tus propios
instintos. Pero claro, eso no te lo dirán tus cantantes de reguetón favoritos.
Como joven, me he preocupado por la falta de identidad (tener claro quiénes
somos) y propósito (saber hacia dónde vamos).
Esta carencia se observa claramente en aquellos jóvenes que no se aceptan a sí mismos e intentan ser como los demás, la generación del antifaz, temerosos del rechazo y de no pertenecer a un grupo determinado. Muchos no tienen posturas claras debido al miedo a lo que otros puedan pensar o decir de ellos. Se trata de personas que no aceptan sus talentos ni su apariencia física y que son adictas a la aprobación externa.
En nuestro interior, siempre ha existido una búsqueda constante por descubrir quiénes somos realmente, y esta es una cuestión que ninguna ideología, construcción social u opinión puede resolver por nosotros.
Nos han vendido la idea de que el éxito se trata de tener carro, casa y beca, y que
cuanto más posees o ganas, más exitoso y atractivo serás. Nos dejamos llevar por
la vida y permitimos que otros determinen lo que vamos a hacer. Sin embargo,
vivir con propósito es mucho más que eso: es estar convencidos de quiénes
somos, de lo que venimos a hacer en esta vida y llevarlo a cabo. Además, implica
estar comprometidos a hacerlo con excelencia, al punto de dejar un buen legado a
las generaciones futuras. Claro, esto tampoco te lo dirán los famosos tiktokers e
influencers que ves a diario.
Me pregunto hasta dónde llegaremos con tantas ideas woke que se están
convirtiendo en leyes. A veces parece que estamos nadando contra la corriente, y
tengo que confesar que, en este mundo de la inclusión, me he sentido excluida.
Sin embargo, he decidido ser una luz en esta humanidad en decadencia, porque
creo firmemente en la importancia de defender y promover valores que fortalezcan
nuestra sociedad y los principios fundamentales que nos definen como seres
humanos, aunque defender la verdad nos genere abucheos de la gente, estoy
convencida de que es necesario mantenerse fiel a nuestros principios, y es a eso
a lo que llamo a esta generación.
Terminaré citando un fragmento de una canción de uno de mis compositores y
cantantes favoritos, Willy González, más conocido como Redimi2 (Harto, 2023):
Okey, digamos que me auto percibo un retrógrada.
Pero no quiero ser un nómada, para nada.
Quiero vivir mis principios libremente.
Sin miedo a que mi integridad sea amenazada.
Harto de que al niño la mente se le retuerza
De Netflix metiendo sus escenas a la fuerza.
Harto de la Agenda 2030 y sus poderes.
De hombres ganando en competencia de mujeres.
Harto de la censura, el algoritmo y su discrimen.
Harto del ataque en contra de la familia.
Y del intento de legalizar la pedofilia.
Estoy harto y no lo puedo evitar…
Solo permítanme expresarme.
Harto, ¿hasta dónde vamos a llegar?
Mucha presión, tengo que desahogarme.
Willy González (2023) Harto, álbum Maverick
Artículo producto de ejercicios académicos. No es oficial de la Universidad y las afirmaciones u opiniones emitidas a través de ellos no representan necesariamente a la Institución.
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