En familia siempre es mejor

Por Santiago Acosta

Hay cambios que a veces son necesarios en la vida, lo difícil no es tanto adaptarse
a un nuevo hogar, lo difícil es dejar una casa donde se cosecharon recuerdos
significativos, a un año del fallecimiento de mi abuela, quien fue una luz en nuestra
vida, cómo familia ha sido difícil afrontar su ausencia, decidimos mudarnos ante la
necesidad de un cambio de aire en busca de paz.


Durante el segundo puente festivo de agosto iniciamos el cambio a la otra casa, el
jueves 15, mi tía Viviana y mi prima Carla iniciaron a llevar sus cosas a la otra casa,
llevaban desde la mañana cargando el camión de mi abuelo, yo llegue de la
universidad alrededor de la tarde noche cansado y agotado por la jornada, mis ojos
lo primero que vieron, fue el camión cargado con cosas, ¡Llegó Santiago! gritó con
alivio Danna mi tía que es menor que yo.


“Venga me echa una ayudita” me dijo mi abuelo, le respondí que iba a hacerme un
café y ya les ayudaba a cargar lo poco que quedaba, en su tono bromista dijo: “pero
no se lo vaya a tomar”, un chiste necesario en un momento donde gran parte de la
familia estaba agotada, y esa risa es algo que no hemos perdido pese a los
momentos duros.


Con mi madre terminamos de empacar el viernes, Carlita y Dannita nos
acompañaron mientras guardabamos lo importante y tirábamos a la basura lo que
no nos servía, entre risas y nostalgia de fotos antiguas llegó el momento que
marcaría la última noche en nuestro apartamento, cuando el televisor sintonizó el
final de Pedro El Escamoso, así mismo sería apagado para ser desconectado y
guardado, marcó un silencio atroz en las habitaciones pero un gran ruido en
nuestras mentes por todo lo que venía al día siguiente.


Inició el día con todos los juguetes, tinto para el frío y a comenzar una jornada larga,
mi abuelo siempre incondicional y colaborativo, siendo ese héroe para sus hijos y
nietos, llegó para ayudarnos; junto a él, nos encargamos de los objetos pesados
mientras mi madre y Danna ayudaban a llevar las decoraciones que para mi mamá
tienen un valor especial.


Nos tomó un largo tiempo mientras cargamos el camión y llegamos a la otra casa
para acomodar todo en las habitaciones, mi abuelo tuvo que salir a su trabajo, algo
que significaba una dificultad para seguir adelante, la mudanza se convirtió en un ir
y venir constante durante esa tarde.


Después de almorzar pasamos a la antigua casa a recoger unas cosas, luego ir a
dejarlas a la nueva casa, para luego volver a salir a comprar otras. Sobre las 6 de la

tarde decidimos hacer el último viaje por el día, en el camino a la antigua casa
decidimos bromear con una carreta que mi abuelo nos dejó para cargar cosas,
saludamos a mi tío Rodrigo, quien era el único que se encontraba allí, como familia
nos respaldamos para ver cómo podíamos llevar la mayoría de las cosas por
apartamento para agilizar la mudanza.


Terminamos con el último viaje por ese día, mi tío y Danna regresaban a la otra
casa para seguir empacando, mi madre muy agotada se iba a descansar, después
de una ducha y cambiarme llegó el momento de relajarnos, un roscón y un café
fueron nuestra cena.

Al día siguiente desayunamos Vivi, Carla, mi madre y yo, al llamado de mi abuelo,
llegamos a la antigua casa para ayudar a cargar lo que faltaba de los otros
apartamentos y parte del taller que tiene mi tío, otra jornada larga comenzaba, unos
cargabamos el camión, otros llevaban cosas a pie y otros organizaban las cajas con
lo realmente importante y tirar lo que es basura, todos juntos, como familia,
llevábamos a cargo los últimos dos días de trasteo, de un fin de semana que se nos
hizo eterno.


El nuevo hogar empezó a tomar forma en cada una de sus habitaciones, mi abuelo
nos relató un sueño que tuvo con mi abuela, “Alcirita se vino con nosotros” dijo él,
sus retratos mostraban su presencia con nosotros, una mamá que no abandona a
sus hijos y nietos, dándonos fuerza para lo que quedaba.


El lunes festivo no fue diferente, pero en esta ocasión teníamos que lidiar con el
retorno a nuestras costumbres, para unos trabajo y para otros estudio, y a su tiempo
traer las cosas que se quedaron en la otra casa, finalizamos como solemos hacerlo
en estas ocasiones especiales, almorzando en familia, en un asadero cercano a las
6 de la tarde, un horario extraño, pero no cambia nada, las risas de unos seres que
los une un lazo inquebrantable.


El siguiente fin de semana, finalizamos con lo que hacía falta, realizar el aseo a la
antigua casa, entregar llaves, para que una nueva familia inicie con un nuevo ciclo,
mientras nosotros finalizamos uno para comenzar otro, parte del ciclo de la vida.
Mi madre con un tono triste me preguntó: ¿No te da nostalgia dejar la otra casa?
Sería un mentiroso si digo que no, allí construimos momentos inolvidables, cada vez
que paso por los alrededores, a mi mente vienen diferentes recuerdos, los cuales
me han construído como ser humano, en esa casa pase de ser un niño soñador a
un hombre que enfrenta a la vida sin miedo.


Así mismo, sucede con los miembros de mi familia, nostalgia por dejar la casa
donde pasamos un montón de navidades, cumpleaños, pero también la recordamos

a ella, Alcira Caicedo Lopez, nuestra mamá, mi abuela, una mujer guerrera que
peleó contra el cáncer hasta que su cuerpo dijo basta, pero nos enseñó a ser
resilientes, fuertes y enfrentar las diferentes adversidades.


Pero también viene a nosotros, ese día que lo cambió todo, el día que nos
aceptaron en la nueva casa; mi tía Vivi, dice que esos recuerdos nunca serán
borrados y vivirán por siempre en nuestros corazones, pero lo más importante, es
que estaremos en familia como lo hemos querido, construiremos nuevos recuerdos,
escribiremos nuevas páginas en una historia, y lo haremos juntos, porque en familia
siempre es mejor.

Artículo producto de ejercicios académicos. No es oficial de la Universidad y las afirmaciones u opiniones emitidas a través de ellos no representan necesariamente a la Institución.

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