Por: Nicolás Rodríguez Cárdenas
Estaba ese día sentado con diferentes amigos en la sala de mi casa, en mi mano derecha había una cerveza Delirium Tremenz Black Barrel Aged conmemorativa, mientras hablábamos de la calidad de vida que queríamos tener más adelante, las horas pasaban mientras esperábamos la confirmación de un servicio en Quindío que realizaron diferentes Scouts de Bogotá.
En mi mano izquierda un cigarrillo a la mitad y el cenicero completo hasta el tope de colillas viejas y nuevas que advertían las horas que habíamos pasado allí sentados, debatiendo, compartiendo y riendo. Por alguna extraña razón contaba los minutos, como si a mis adentros sintiera que algo estaba mal.
La llamada la recibí a las 8:14 de la noche, no recuerdo muy bien lo que escuche o cómo lo escuche, dentro de mi cabeza retumbaban las palabras, línea, accidente, volcamos, nos volcamos, mi rostro pasó de un rosado alegría a un blanco pálido, un blanco miedo, me sentía en ese momento acorralado, enojado y estupefacto al no entender lo que había sucedido.
Para esos instantes yo hacía parte del comité de comunicaciones Scouts de Bogotá que se encargaba de la materialización de las ideas del consejo regional, las ayudas de los campamentos y los diferentes servicios por parte de la región junto con la implementación de campañas de marketing.
Los diferentes amigos que estaban reunidos ese día conmigo también tenían cargos tanto a nivel regional como a nivel nacional, promoviendo los espacios seguros donde los jóvenes del movimiento Scout se lograran desarrollar a plenitud, por este motivo fue un momento de inimaginable para todos en esa sala.
Solo había silencio, nadie hablaba nadie decía nada, era oscuro y lleno de miedo, mi cigarrillo se consumía solo, mientras pensaba qué hacer, cómo hacerlo y dónde ir, no tenía a quién llamar, las cabezas de la región y la nación estaban reunidas en mi sala y no sabíamos por dónde empezar.
Miré a Andrés – parte de la jefatura Scout– y recordé que dentro de ese bus iban cuatro miembros activos de mi grupo, la preocupación empezó a subir, ya no era miedo, era rabia y dolor, no entendía que sucedía, no tenía las herramientas para afrontar que mis muchachos, a los cuales se les inculca el servicio estaban heridos o posiblemente muertos.
Las horas pasaban, no teníamos información, no sabíamos que había sucedido, a las 9:50 llega a mi celular la llamada del presidente Scout nacional, informando que lo que había sucedido era un exceso de velocidad por parte del conductor del vehículo de transporte que provocó que el bus se volcara en la vía que conecta Cajamarca con Ibagué.
Después de finalizar la llamada recibí una nueva, la que me contaba que Luisa, Julián y Juan David que hacían parte de los chicos que fueron desde el grupo al servicio, estaban siendo transportados al hospital Federico Lleras en la ciudad de Ibagué por traumas faciales y espinales.
No sabia como reaccionar a esa noticia, por un lado, estaba tranquilo que los habían encontrado y por el otro, el dolor me aplastaba el corazón al no saber la situación real de su salud.
Dentro de los múltiples contactos empecé a llamar a diferentes jefes de la región del Tolima para que me ayudaran a saber de ellos y averiguar qué había sucedido y me mantuvieran al tanto de su estado salud.
A la madrugada del 17 de septiembre del 2019 las noticias no mejoraban, no ayudaban, ya sabíamos que Julián había sufrido traumas faciales, Juan David y Luisa traumas espinales que comprometían su movilidad, hasta el punto de no saber si lograrían caminar otra vez.
En esos días fue dado de alta Julián, Juan David tenía la espina fisurada, pero podía mover sus extremidades, pero Luisa, Luisa no respondía, sus extremidades inferiores no daban señales neuronales, ni nerviosas, los médicos en ese momento decían que podía deberse al trauma y esperaban que recuperara su movilidad pronto.
Han pasado tres años desde esas incontables 128 horas, donde todo se detuvo, donde el tiempo no existió, donde solo recuerdo oscuridad, miedo, rabia, angustia, soledad y dolor, tres años han pasado, tres años donde Julián necesito una reconstrucción facial, donde Juan David ha pasado por ocho intervenciones quirúrgicas y donde Luisa, Luisa sigue sin poder caminar.
Para conocer a Jonhson Cansario, director regional de adultos en el movimiento y jefe de grupo región Bogotá, click aquí