Homenaje póstumo a uno de los pensadores más influyentes del campo comunicacional
Por: Jose Escobar Romero – jescobarr3@ucentral.edu.co
El 31 de octubre de 2025 el mundo académico recibió una noticia que golpeó con la fuerza silenciosa pero profunda de una pérdida histórica, al conocerse el fallecimiento de Armand Mattelart, el teórico belga-francés que dedicó su vida a descifrar las tramas invisibles del poder comunicacional en la construcción social.
Sus estudios sobre la industria cultural, la geopolítica de la información, la vigilancia digital y la globalización de la información lo convirtieron en una de las voces más respetadas de la comunicación contemporánea en Universidades, centros de investigación y redes de estudios latinoamericanos de Chile, México, Argentina, Colombia y Europa, desde donde se expresaron sentimientos de consternación y gratitud por la huella que dejó.
Su partida no sólo cierra un capítulo en la historia teórica de la comunicación, sino que abre un llamado a continuar pensando el mundo desde la crítica, la ética y el compromiso social, entendiendo además que estos pilares se hacen cada vez más necesarios y fundamentales ante las dinámicas del mundo contemporáneo en el que la polarización es reinante.

Mattelart llegó a Chile en 1962, invitado por la Universidad Católica, pero fue durante el gobierno de Salvador Allende cuando su pensamiento tomó forma política y cultural con mayor claridad. En 1970 publicó, junto a Ariel Dorfman, su emblemático texto “Para leer al Pato Donald”, un análisis mordaz sobre la ideología presente en la cultura de masas y la influencia simbólica de Estados Unidos en América Latina.
El libro, que fue prohibido tras el golpe militar de 1973, se convirtió en un hito mundial y aún hoy es referencia obligada en estudios de comunicación y cultura, de manera tal, que este periodo chileno marcó su visión crítica sobre el imperialismo cultural, las relaciones de poder y los modos de producción simbólica.
Pese a las persecuciones y la censura, el texto circuló en América Latina y Europa, impulsando movimientos académicos y culturales alternativos, gracias a su capacidad para leer la industria cultural desde el Sur global, por lo que Mattelart se convirtió en un precursor de la crítica comunicacional latinoamericana.

La comunicación como un pensamiento político
Tras exiliarse en Francia, Mattelart se vinculó a la Universidad de París VIII y al Centro Nacional de la Investigación Científica (CNRS), en donde desarrolló numerosas obras que hoy son referentes, entre las que destacan: La comunicación-mundo (1992), Historia de la sociedad de la información (2001), Un mundo vigilado (2009) y Cultura de masas y modernidad (1994), obras que han sido traducidas, algunas de ellas, a más de 20 idiomas.
Durante su estancia en Francia consolidó un programa de investigación que vinculaba comunicación, economía política, geopolítica, cultura digital, seguridad y vigilancia, generando redes teóricas que generaron que su voz se convirtiera en un faro para los investigadores que buscaban comprender cómo operan los poderes globales en la era de las redes.
A pesar de tener que permanecer en Europa, Mattelart mantuvo lazos con universidades y colectivos de investigación en Colombia, México, Chile, Argentina y Brasil, gracias a sus participaciones en congresos de ALAIC y FELAFACS, así como a los prólogos para libros de investigadores jóvenes que escribió, con lo que fortaleció el diálogo Sur-Sur.
Mattelart insistía en que la comunicación nunca debía entenderse como técnica neutra, pues para él, era “el nuevo territorio de disputa del poder global”, y por eso su trabajo analizó cómo las grandes corporaciones mediáticas moldean imaginarios, establecen agendas y condicionan democracias, cuyo enfoque lo convierte en uno de los fundadores de la economía política de la comunicación, corriente clave para comprender la estructura mediática contemporánea.
Sus estudios también rastrearon cómo la globalización intensificó desigualdades comunicativas, creando “zonas visibles” y “zonas invisibles” en el mapeo informativo mundial, desde donde, a inicios de los años 2000, ya alertaba sobre los riesgos de los sistemas de vigilancia masiva que hoy conocemos como big data, plataformas de rastreo y capitalismo de la atención.

Faro ético y teórico
Para Mattelart, el periodismo tenía la tarea de desenredar los hilos del poder, no reproducirlos. Insistió en la importancia de comprender quién controla los medios, qué intereses mueven la información y qué narrativas se imponen. Sus ideas influyeron en procesos de alfabetización mediática, análisis de medios y formación de comunicadores.
En Colombia, facultades de comunicación de universidades como la Universidad Central, la Universidad del Valle, la Universidad Javeriana, la Universidad Nacional, la Universidad Santo Tomás o la Universidad Externado, han incluido su obra en cursos de comunicación y poder, teoría crítica, análisis político o estructuras de medios, reconociendo la vigencia de sus planteamientos ante la concentración mediática y los desafíos digitales.
Su legado pedagógico invita a que las escuelas de comunicación formen profesionales con criterio, ética y capacidad de análisis estructural, sobrepasando las habilidades técnicas o instrumentales para llegar a un terreno más analítico, crítico y social.
Mattelart no observó la globalización como un fenómeno inevitable, sino como una construcción política, y así lo deja expresado en su obra La comunicación-mundo, en la que analiza cómo las redes transnacionales de información generan asimetrías decisivas en cultura, economía y democracia.
Su mirada permitió comprender cómo conglomerados tales como Disney, Time Warner o News Corporation se posicionaron como actores geopolíticos, así como los peligros de un mundo donde unas pocas empresas controlan la narrativa global, por lo que la vigencia de Mattelart crece en tiempos donde plataformas como Meta, Google y TikTok configuran imaginarios sociales y hábitos de consumo informativo.

Militancia intelectual y compromiso social
Su pensamiento dialogó con autores latinoamericanos como Jesús Martín-Barbero, Néstor García Canclini, Paulo Freire y Eliseo Verón, cyua influencia se evidencia en movimientos de comunicación popular, radios comunitarias y colectivos de alfabetización mediática en toda América Latina.
Mattelart defendió las formas alternativas de comunicación que emergen desde los territorios, especialmente en países atravesados por desigualdad y conflicto. Su obra se volvió un referente para comprender cómo las comunidades producen sentidos, construyen ciudadanía y resisten imaginarios dominantes, logrando ser reconocido como uno de los teóricos que articuló el pensamiento crítico europeo con luchas culturales latinoamericanas, generando una corriente híbrida y profundamente humanista.
En sus últimos años, Mattelart reflexionó sobre vigilancia algorítmica, concentración de plataformas y manipulación emocional de audiencias, y aunque no vivió plenamente la explosión de la IA generativa, dejó advertencias claras sobre las tecnologías que capturan datos, vigilan comportamientos y afectan derechos ciudadanos.
Su análisis del capitalismo de la vigilancia lo convirtió en un precursor de debates actuales sobre privacidad, control social y desigualdad informativa. Dejó un llamado: la tecnología no es neutra; reproduce intereses. Por ello, estudiar comunicación sigue siendo vital para comprender el entramado político del ecosistema digital.

Presencia, diálogos y cátedras
Colombia mantuvo un vínculo especial con Mattelart. Participó en eventos de la Red Colombiana de Facultades de Comunicación (AFACOM) y en seminarios organizados por universidades públicas y privadas, como por ejemplo, la Cátedra Unesco, en donde sus textos circularon ampliamente orientando procesos de análisis de medios, investigación en conflicto y paz y cursos sobre geopolítica informativa.
Su reflexión sobre la violencia simbólica, la propaganda y la información en contextos de polarización resultó particularmente influyente en estudios sobre la guerra colombiana y la construcción de memoria. Sus ideas siguen nutriendo debates sobre concentración mediática, alfabetización digital, desinformación y comunicación para la paz.
Armand Mattelart fallece físicamente, pero su pensamiento continúa vivo, inquietante, luminoso. Fue un intelectual que entendió que comunicar es también ejercer poder, disputar sentido, construir democracia. Su obra invita a mirar el mundo con sospecha y esperanza simultáneas: sospecha ante los poderes que moldean lo que vemos; esperanza porque siempre existen voces alternativas capaces de resistir y transformar.
En tiempos de polarización, plataformas dominantes y narrativas fragmentadas, Mattelart sigue siendo una brújula ética y teórica. Su legado no es solo académico: es humano, político y necesario. Por eso este homenaje no es un cierre, sino una puerta abierta para seguir leyendo, cuestionando y reinventando la comunicación desde la crítica y la sensibilidad social que él nos enseñó.
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