Por Javier Correa Correa
En febrero de 2022, Rusia invadió a Ucrania, dizque para restablecer la democracia, según Putin. Y según el presidente Zelenski, él defiende el territorio, amenazado por Rusia desde hace siglos.
Ambos se declaran salvadores, una figura mesiánica utilizada por muchos genocidas, y eso cala en la gente, porque una parte del mundo apoya a uno y la otra, al otro.
Igual sucedió con Napoleón en Francia, con Stalin en Rusia, con Hitler en Alemania, con Franco en España, con Mussolini en Italia, con Amín Dadá en Uganda, con Pol Pot en Camboya, con Nixon en Vietnam, demasiados para que estas líneas puedan albergarlos.
Pero es válida una pequeña mención de varios siglos, con un tal Alejandro que invadió tantas regiones que la historia lo ensalza como Magno, y pretende olvidar que crucificó a decenas de hombres frente al mar, en Gaza, Palestina, para que murieran insolados. Hoy hay otro no tan magno, que bombardea Gaza cada que le provoca, con la excusa de un libro religioso que supuestamente le otorga el derecho de hacerlo, además porque, entre 1939 y 1945, Hitler y sus secuaces persiguieron y asesinaron a millones en vergonzosos campos de concentración. Muy parecidos a los campos que han sido construidos con el respaldo de lo que la ONU llama ejército de ocupación en Jerusalén, que es de Palestina. Netanyahu es otro que se presenta como un mesías, aunque en su religión el Mesías aún no ha llegado. Llegan, sí, firmados “con amor” por niñas de Israel, los misiles que matan niños en Gaza.
Aclaro, como siempre lo hago, que no soy antisemita y que tengo aprecio a muchos judíos, los democráticos y ubicados al lado de la humanidad.
El periplo por el mundo llega a Nicaragua, donde Somoza se campeaba y sonreía y celebraba cuando sus aviones bombardeaban León, Estelí, Matagalpa. Y como hoy Ortega se campea mandando a la cárcel a quienes democráticamente alzan la voz de protesta. Y con la excusa de combatir a las internacionales bandas criminales de los Maras, el salvadoreño Bukele manda a campos de concentración a miles de hombres que son sometidos a vejámenes, tal vez por eso de la Ley del Talión, que no es lo mismo que la ley del Derecho Internacional Humanitario.
Desde el 11 de septiembre de 1973, un traidor escondido bajo una capa y tras sus gafas oscuras, después de matar al Presidente Salvador Allende, torturó, desapareció y asesinó a miles de chilenos que sabían de la traición. También lo hizo Fujimori en Perú, quien por fortuna paga en prisión las violaciones a los derechos humanos.
Y como también lo han hecho en Colombia otros, el más reciente de los cuales es mejor no mencionar, pero cuyo nombre salta a la memoria con el número 6.402.
Es interminable la lista, para horror de la humanidad. Imagino que el mismo diablo debe verse en apuros para escoger quién se ha de sentar sonriente en su hombro. Amén.