En América Latina, existe un número superior a 95 millones de estudiantes que asisten a las más de 10 mil instituciones, las cuales brindan más de 60 mil programas de formación, según los hallazgos del estudio Momento Decisivo: La Educación Superior en América Latina, del Banco Mundial. Además, se han presentado ascensos de un 21% en el año 2000 al 43% en el 2013 frente a los jóvenes que tienen la posibilidad de mantener una educación inicial, primaria y secundaria básica. Sin embargo, aunque se refleja una diferencia notable en cuanto a los niveles de educación y el acceso a la misma, los resultados que se publican anualmente por el Instituto de Estadísticas de la UNESCO no son alentadores. De acuerdo al informe presentado, más de la mitad de los jóvenes en América Latina y el Caribe no alcanzan los estándares de suficiencia requerida en la capacidad lectora para el momento en que concluyen su educación. Según el estudio, 36% de los niños y adolescentes de la región no cuentan con los niveles de lectura adecuados, ubicando a los países latinoamericanos y caribeños en el tercer puesto de los indicadores de estudiantes con problemas de comprensión lectora clasificado por regiones, organizados de menor a mayor porcentaje.
por: Sara Juliana Rivera Cely
A partir de estas estadísticas, es sumamente importante realizar una crítica frente a dos puntos clave: el fallo en las metodologías educativas y el desinterés creciente frente a la importancia de la lectura.
La educación actualmente presenta una incapacidad al momento de dotar a los estudiantes un aprendizaje crítico y razonable antes las circunstancias que demanda el hoy. Esto se debe a distintos factores como la construcción de una formación impositiva, en la cual se toma como objetivo el obedecer, mas no el indagar, el cuestionar y el efectuar frente a problemas sociales que serán vitales en el proceso del estudiante a corto, mediano y largo plazo; la falta de capacitación de los docentes para ocuparse de niños y jóvenes con determinadas características psicosociales, motoras, entre otras; problemas de infraestructura que pueden degradar el amor por el aprendizaje; y situaciones socioeconómicas de los estudiantes que son limitantes al instante de la compra de materiales didácticos, libros y demás. Asimismo, se deben revisar los currículos educativos, y el procedimiento acertado para la aplicación de contextos, ya que no se puede exigir una alta calidad lectora a los jóvenes, si no hay una visión integral del sistema educativo.
Por otro lado, es posible que la caída de los índices de lectura se deba a las nuevas tecnologías que ofrecen múltiples plataformas a los usuarios, ocasionando que la lectura pase a un segundo plano, y proyectando un mensaje indirecto en el cual se sobrepone el entretenimiento en lo “aburrido”. También, este desinterés hacia los libros se presenta por la falta de incentivos y el reducido acceso a la literatura en cuestiones económicas, imponiendo una brecha social. Para respaldar esta idea, es importante mencionar el alce en los precios de los libros, el cual ha sido de un 20% en los últimos años. Según indicó la propietaria de la librería Wilborada 1047, Yolanda Auza, libros importados que antes se vendían en $60.000 hoy oscilan los $80.000.
Por esto y más, es necesario renovar planes educativos, discursos y estrategias con el fin de proponer el placer de la lectura y su importancia, y elevar el mensaje a los niños y jóvenes de cómo esta favorece el aprendizaje, retrasa el envejecimiento mental e incluso se transforma en el antídoto contra la soledad, la ignorancia y la esclavitud a la que se encuentran condenados aquellos que no se arriesgan a vivir más que su propia realidad.