16 de abril
El sol me ciega, el viento árido se cuela en mis pulmones y me roba el alimento. Ya perdí la cuenta de cuánto llevo aquí, la ropa se me cae a trozos y no sé si es un alivio o una tortura, en el día el sol nos sofoca con sus cuarenta grados centígrados, la noche nos entumece bajo cero. Comer es un lujo, o ¿un premio? Mi última cena constó de una pequeña rebanada de pan con mermelada y un té cuyo sabor era más bien insípido. Y para colmo… aquella comida solo estuvo en mi estómago por un par de horas. A causa de la maldita jornada esclavista la acabé vomitando.
Por: Kevin Andrés Vargas Rodríguez
Pero, ¿cómo terminé aquí? Aguantando los tratos inhumanos de los jeques esclavistas propietarios del supuesto evento sinónimo de gozo, igualdad, alegría… una alegría alcanzada a partir de nuestro sudor y sangre, incluso de nuestra vida. Desde mi llegada han muerto unos diez o quince, tal vez más. La verdad, mi único deseo es no perecer aquí junto a los demás. Si trato de refrescar mi memoria, solo podría recordar las necesidades de mi hija, la luz de mi vida, por ¡Allah!, ella es mi todo y ya no se cuánto llevo sin verla. Como a mi padre y a mi madre, como a mi hogar, como a mis amigos, con quiénes irónicamente me reunía a jugar fútbol; y ahora, el fútbol es la razón por la cual veo borroso, me ahogo al andar, tengo mis manos astilladas, mi dedo meñique fracturado, ampollas en los pies, algo similar a una hernia discal, el cuello inflamado por el estrés, el estómago vacío y el corazón roto. Ellos me lo han quitado todo, y sus míseros cinco reales catarís como pago por la “cortísima” jornada de 18 horas de trabajo, no son suficientes para volver con mi niña y cumplirle con mi responsabilidad paterna… ¡sí!, Fue eso lo que me trajo aquí, el poder asegurarle a ella el futuro con el cual yo no fui premiado, ella es mi razón de seguir aquí… claro, eso y las cadenas puestas en mí por los “empleadores” durante la noche.
17 de agosto
Hace tiempo no hablo contigo, pero hoy te pondré al día. Para empezar, me he ido acostumbrando a todo esto, la comida es escasa y aunque esto es un calvario, al menos he logrado hacer amigos. De hecho, uno de ellos hoy ha evitado mi muerte tras agarrarme de la barba (la cual ya llega hasta mi esternón).
Recuerda, mi función aquí es la de remachar las láminas de metal cuya utilidad es mantener en pie el techo de los campos en los cuales se enfrentarán las mejores selecciones del mundo. Como te contaba, esta mañana uno de los chicos me ha sujetado por la barba tras yo perder el equilibrio y casi caer al más allá, pero por fortuna, mi frondosa bola de bello facial ha servido de agarre para aferrarme a la vida y a la esperanza de verte de nuevo, mi niña. En fin, lo de fantasear mejor me lo guardo para las noches. Bueno, como iba diciendo, En estos meses, hemos hecho tres estadios, ¡tan colosales! Acaparan las miradas de quienes pasan medianamente cerca; y con cerca me refiero a ,más o menos, unos diez kilómetros. Yo también quiero ver desde la lejanía cuál ha sido el resultado de nuestro arduo trabajo, acompañado de ti y de dadi (abuela en Urdu, lengua hablada en Pakistán).
20 de noviembre
El sonido del silbato marca el inicio del partido inaugural de mundial de fútbol, en el campo están la anfitriona Qatar y el combinado ecuatoriano, tras clasificar con cierta polémica. Las gradas son un espectáculo… tristemente, un espectáculo bajo el cual se encuentran los cadáveres de aquellos cuyo destino fue la esclavitud, el maltrato y la dejadez de la élite. Este texto es tan solo una pequeña fracción de los escritos de alguien cuyos sueños se desvanecieron entre los arcos, las redes, la cal y la pelota.