Por: Tania Alexandra Casallas Cardenas. tcasallasc@ucentral.edu.co
En Colombia, mientras los noticieros nacionales concentran su atención en hechos de alto impacto mediático, las continuas violaciones a los derechos humanos en las zonas rurales quedan relegadas y casi invisibles. Informes recientes denuncian que comunidades campesinas siguen sufriendo desplazamientos y amenazas sin que esto llegue a las portadas.
Con el cierre de la primera mitad del 2025, el Institute for Economics & Peace (IEP) publicó su Índice de Paz Global (IPG). Este índice evalúa los casos de violencia reportados por cada país, así como la capacidad social para mantener la estabilidad. Para calcular la posición de cada nación, utiliza 23 indicadores cualitativos y cuantitativos obtenidos de fuentes seguras.
En esta oportunidad, Colombia ocupó el puesto 140 de 163 países evaluados, obteniendo la puntuación más alta en las categorías de refugiados y desplazados internos, así como en la tasa de homicidios.

Niño transportándose en bicicleta por zonas rurales
De igual manera, las cifras entregadas hasta el día de hoy por el Ministerio de Defensa Nacional refuerzan los aspectos mencionados por el IPG, pues hasta junio del presente año se alcanzaron 6.642 casos de homicidios intencionales, que se encuentran en su mayoría en las zonas rurales del país, lo que refleja un incremento del 3 % frente al mismo periodo del 2024.
Aunque el Índice de Paz Global suele generar titulares en distintos países, en Colombia su difusión ha sido limitada. Algunos medios nacionales se enfocaron únicamente en resaltar el puesto 140 y las cifras de homicidios, mientras que pocos profundizaron en las causas estructurales que llevaron a ese resultado. La mayoría de las notas publicadas fueron despachos breves basados en comunicados oficiales, sin mayor análisis sobre las implicaciones que estos datos tienen para las regiones más afectadas por la violencia.
Invisibilización mediática de la violencia rural y autocensura
Aunque el conflicto armado y la criminalidad en zonas rurales como Catatumbo o Chocó se intensifican; como lo revela el reciente ataque con dron por parte del Ejército de Liberación nacional, ELN, la prensa nacional abunda más en la especularidad urbana que en esta realidad rural. El enfoque de la conversación mediática se centra en eventos aislados o comunicados oficiales; mientras tanto, lo que ocurre día tras día en algunas de las pequeñas veredas permanece ajeno a los intereses comerciales.
Por otro lado, un informe de Freedom House; organización no gubernamental que se dedica a expandir y defender la libertad evaluando la situación de los derechos políticos y las libertades civiles. Subraya que la violencia contra los periodistas digitales continúa empeorando, incluso en las áreas rurales. De cierta forma, estas cifras conllevan a la prensa tradicional a una especie de autocensura, teniendo en cuenta la poca garantía de protección y la cantidad de razones para evitar reportajes profundos.
Los periodistas en regiones rurales, como Cauca, enfrentan una variedad de peligros, incluyendo:
- Amenazas.
- Violencias físicas.
- Intimidación.
- Acoso.
- Homicidio.
Alfonso Luna, director de Proclama Cauca y Valle, describe cómo su labor es una constante amenaza, esta área… fue elegida por los criminales… continuamos bajo todo tipo de amenazas y persecución. Los reportes de asesinatos como el de Frank Caro y otros comunicadores sociales en 2024, son algunas de las acciones que obligan al resto a autocensurarse. Esa autocensura amplifica la invisibilidad de la violencia; sin denuncias, no hay relatos, y sin relatos, el país no reacciona.
Justicia rural: lenta, selectiva e ineficaz
La justicia en territorios marginados sigue siendo un laberinto. A pesar de los mecanismos de protección, como la Unidad nacional de Protección, UNP, gran parte de los comunicadores rurales no tienen acceso real por falta de recursos. El acceso a esas garantías queda restringido casi exclusivamente a zonas urbanas, dejando a pueblos incómodos en la indefensión y abandono.
Tal es el caso de los líderes sociales, que según cifras de la Defensoría del Pueblo al 31 de mayo del presente año se registran 81 homicidios a líderes sociales, siendo el Cauca el lugar con más homicidios con una cifra de 16 casos. Aun así, las autoridades siguen sin abordarlos como parte de un plan sistemático; la narrativa oficial los reduce a hechos aislados.
Campesino caminando por zona rural
Ni la Jurisdicción Especial para la Paz, JEP, ni la Fiscalía priorizan la consolidación de la justicia rural. Los crímenes se investigan con lentitud extrema, y en muchos casos las comunidades ya no tienen confianza. Mientras esto ocurre, los medios urbanos siguen destacando cifras nacionales sin profundizar en su distribución territorial.
Voces que se alzan y siguen invisibles
Proyectos mediáticos rurales como las estaciones de paz de la Radio Televisión Nacional de Colombia, RTVC, consisten en llevar radio pública al campo. Sin embargo, su alcance es limitado debido a la falta de financiación, falta de corresponsales y desconexión de la prensa mayoritaria. Además, no existe un esfuerzo sostenido por parte de medios nacionales para cubrir lo que sucede más allá de las ciudades.
A pesar del riesgo, periodistas como Andrea Aldana, forzada al exilio por cubrir violencia rural, han mantenido el flujo informativo. Su testimonio evidencia que el silencio mediático no se debe a la ausencia de historias, sino a la imposición del miedo estructural.
En conclusión, la invisibilización de la violencia en las zonas rurales de Colombia no es un fenómeno aislado, sino el resultado de una cadena de factores que van desde el enfoque urbano y superficial de los grandes medios hasta la autocensura forzada por amenazas reales contra quienes intentan contar lo que ocurre en territorios olvidados. Las cifras del Índice de Paz Global y de entidades nacionales son más que estadísticas; son el reflejo de un país fragmentado, donde la justicia y la protección llegan tarde o no llegan, a las regiones más golpeadas.
Imagen en primer plano de campesino
Mientras no se cuestionen estas dinámicas mediáticas y judiciales, la violencia rural seguirá escondida entre titulares urbanos. Es por ello que durante el programa del pasado viernes 18 de julio, este fue el tema central que abordamos en Concéntrika al Oído, con la convicción de que visibilizar estas realidades es el primer paso para transformar el silencio en acción.
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