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Una lágrima en la Orestíada

“Todas las guerras provocan un terrible desorden y no hacen sino malgastar vidas y cosas. La humanidad lleva miles de años de guerras y, sin embargo, parece que cada vez se empiece desde el principio, como si se tratase de la primera guerra en la historia”.

Ryszard Kapu?ci?ski

Por Javier Correa Correa

jcorreac@ucentral.edu.co

Los dos ojos anegados. Del izquierdo se deslizó una lágrima que se negó a rodar por la mejilla y cayó amplia, orgullosa, en el escenario. Se desprendió del alma de Clitemnestra o de Camila Valenzuela, no se sabe, aunque la primera esperaba a Agamenón en Grecia y la segunda estaba en la Casa Teatro Nacional, en Bogotá.
Fue durante la presentación de la obra Orestíada, de Esquilo, una adaptación del inglés Robert Icke, quien nos transporta al año 2023, cuando se vive no la guerra de Troya sino en Ucrania y Palestina, dos países asolados por Rusia y por Israel, en una demostración del salvajismo de esta humanidad empeñada en autodestruirse y en impedir el futuro.
Las lágrimas de Clitemnestra o de Camila Valenzuela son, tal vez, por todas las guerras que se ensañan desde las mentes perversas, como las de Putin y Netanyahu, apoyadas por otras mentes perversas para las que la vida no vale nada. Ni para qué mencionarlas.

Empecé estas líneas pensando en la reseña de la obra, con la actuación de Juan Camilo Prada como Agamenón, Camila Valenzuela como Clitemnestra, Erik Joel Rodríguez Franco como Orestes, Matilde Acevedo como Electra, Alejandra Giraldo como la Furia… Pero el bombardeo de un campamento de refugiados por parte de Israel, dizque para combatir a Hamas, me volvió a traer a la realidad. Porque centenares de personas fueron destrozadas por las bombas.
En la Guerra de Troya no había bombas, pero la humanidad se ha especializado y ahora utiliza misiles “inteligentes”, bombas químicas, drones, fusiles con miras telescópicas, tanques con orugas y cañones, explosivos para ser enviados a los hospitales donde se debían recuperar los heridos de otros atentados…

Esquilo se queda corto en la trilogía Agamenón, Las coéforas y Las euménides. No sé qué habría escrito hoy, en Palestina y Ucrania cercanas a Grecia, pero yo me quedé sin palabras. El alma entristecida por el horror del genocidio en Ucrania y en Palestina me impide seguir escribiendo.
Al director y el elenco de la obra, felicitaciones. Y disculpen por esta digresión, pero no lo pude evitar. Como a Clitemnestra o Camila Valenzuela, también se me escapó una lágrima.

Ficha técnica

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