Por: Jose Escobar Romero – jescobarr3@ucentral.edu.co
El pasado 22 de octubre de 2025, miles de colombianos participaron en el Simulacro Nacional de Respuesta a Emergencias 2025 —una jornada convocada por la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD) que pone a prueba la capacidad de respuesta del país ante emergencias tales como: sismos, inundaciones, incendios y otros escenarios críticos.
Este ejercicio no es únicamente una práctica logística de evacuación, sino que representa también un gran desafío de comunicación estratégica, teniendo en cuenta que, en una emergencia, la diferencia entre control y caos, o entre vida y tragedia, muchas veces pasa por los mensajes que se envían, por las rutas que se conocen, por la claridad de las instrucciones.
En este sentido, reconocer por qué y cómo las estrategias de comunicación son fundamentales para la prevención y atención de emergencias es un elemento fundamental para mitigar y contener los impactos que estas situaciones pueden desencadenar.

Comunicación como primera línea en emergencias
La comunicación no espera a que ocurra el desastre, sino que se hace viva antes, durante y después de cada evento crítico. El contexto colombiano, en donde nuestra geografía enriquecida por montañas, llanuras y costas, a lo que se suma la diversidad social, representa un escenario propicio para la manifestación de múltiples amenazas, por lo que las campañas de prevención no pueden quedar en lo abstracto.
Cuando las rutas de evacuación se conocen, los mensajes de alerta llegan al momento preciso y la población entiende qué hacer, la comunicación deja de ser un acompañante y se convierte en protagonista, de manera tal que una comunicación débil o tardía puede convertir un simulacro en un caos y una emergencia real en una tragedia de grandes proporciones.
Un mensaje eficaz para emergencias debe combinar claridad, brevedad y oportunidad, tal como sucedió en Bogotá, donde gracias a la labor de la Secretaría Distrital de Gobierno se anunció con antelación que el simulacro se realizaría el 22 de octubre a las 10:30 a.m., e invitó a las organizaciones para inscribirse, participar y recibir constancias descargables de esta actividad de entrenamiento.
Ese tipo de anticipación responde a que la audiencia conozca cuándo, cómo y por qué la adecuada participación de estas jornadas es de aporte al afrontamiento de situaciones reales de emergencia, y para lograr este objetivo, se hace necesario que los mensajes usen un lenguaje accesible, evitar tecnicismos innecesarios, señalar claramente rutas, puntos de encuentro y roles de cada actor, pues sin estos componentes, incluso el mejor plan técnico puede fallar porque la gente no sabrá qué hacer.
Estrategias de comunicación preventiva: antes del simulacro
La prevención es el terreno en donde la comunicación estratégica tiene mayor impacto. En Colombia, los simulacros nacionales no solo activan alarmas: implican campañas informativas, capacitación, registro presencial o virtual, difusión en medios y redes sociales. Por ejemplo, el portal del simulacro describe que la jornada busca promover la autoprotección y que la participación ciudadana es clave.
Esta fase preventiva requiere mensajes adaptados a distintos públicos: familias, empresas, escuelas, comunidades rurales, personas con discapacidad. Las entidades territoriales —departamentos, municipios— deben activar canales, preparar brigadistas, comunicar rutas y luego asegurar que los mensajes lleguen en lenguajes claros.
Una estrategia efectiva debe combinar medios tradicionales (radio, televisión, prensa) y digitales (redes sociales, aplicaciones, mensajería instantánea), no obstante, en zonas rurales de difícil acceso, los mensajes vía radio comunitaria pueden marcar la diferencia. Al mismo tiempo, las oficinas de gestión del riesgo deben segmentar la audiencia: por edad, localidad, nivel educativo, idioma (en zonas indígenas o afrocolombianas) para adaptar el mensaje y asegurar la mayor comprensión posible.
Comunicación durante la emergencia: roles y canales sincronizados
Cuando suena la alarma, la eficacia de la comunicación se mide en segundos y la coordinación entre entidades públicas, privadas, brigadas de emergencia y la comunidad exige que los mensajes estén sincronizados, teniendo claro ¿quién emite la orden? ¿qué canal se activa? ¿qué ruta se sigue?; en este orden de ideas, el documento oficial de la UNGRD indica que este simulacro evaluará también los sistemas de alerta y comunicaciones.
En Bogotá, a diferencia del resto del país que realizó la actividad a las 9:00am, la jornada tuvo lugar a partir de las 10:30 a.m., y esta ventana temporal exigió que los medios, redes, emisoras locales y gestores comunitarios estuviesen activos, listos para comunicar sobre la evacuación, rutas, puntos de encuentro y precauciones, de manera precisa, para no generar confusiones con las indicaciones dadas para otros territorios.
Para que el mensaje durante la emergencia funcione, es vital que cada actor tenga definido su papel: la autoridad que transmite la alerta, la emisora que reenvía, el coordinador que confirma rutas, el líder comunitario que orienta a la gente en el punto de encuentro. Los canales deben estar abiertos, redundantes (radio, SMS, altavoces) porque en una contingencia algún canal puede fallar y la información debe fluir de manera constante, no sólo hacia la ciudadanía, sino también hacia los equipos de rescate y atención.
Comunicación posterior al evento: análisis, memoria y mejora continua
La etapa post-emergencia es tan importante como las anteriores, y en este punto, la comunicación sirve para evaluar, corregir y aprender de las formas en que se afrontaron las situaciones críticas. Y es por esto que la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres exige que los territorios participen y luego presenten informes de evaluación, para cerrar brechas y establecer planes de acción que permitan mitigar el riesgo en futuros eventos.
Una cobertura bien comunicada tras el simulacro ayuda a generar confianza, mostrar resultados, evidenciar falencias y rendir cuentas a la ciudadanía, ofreciendo datos para ajustar protocolos, mejorar rutas o refinar mensajes futuros que fortalezcan la cultura de prevención y aporten a la reducción de un riesgo real.
Una buena estrategia de comunicación posterior incluye la publicación de informes, infografías accesibles, videos resumen y encuentros comunitarios para compartir los resultados y comunicar lo que se hizo, lo que funcionó y lo que no, con lo que se busca fortalecer la credibilidad institucional y convertir el simulacro en una herramienta viva de aprendizaje colectivo.
El valor de la formación profesional para la comunicación del riesgo
La gestión comunicativa de emergencias no es improvisación: exige competencias técnicas, éticas, pedagógicas, razones por las que estudiar una carrera profesional —como Comunicación Social, Gestión del Riesgo, Ciencias de la Información— dota al profesional de conocimiento sobre audiencias, medios, narrativas, tecnologías, protocolos de emergencia, por lo que las iniciativas de formación en medios y gestión del riesgo están en expansión.
Quien está formado profesionalmente entiende que no basta con emitir un comunicado, sino que se debe saber qué canal usar, cómo segmentar, cómo medir el impacto, cómo trabajar con comunidades vulnerables, cómo evaluar riesgos, y para ello, la formación profesional permite diseñar campañas de prevención, gestionar sistemas de comunicación de crisis y coordinar equipos interdisciplinarios para el manejo de crisis.
Las universidades preparan hoy a los profesionales con habilidades en análisis de riesgo, planificación de comunicaciones, uso de plataformas digitales, gestión de crisis, ética informativa, trabajo comunitario, entre otros temas, y esa formación permite que ante un simulacro o una emergencia real el profesional en comunicación actúe con agilidad, rigor y humanidad.
Cultura de prevención y comportamientos ciudadanos
La comunicación no solo informa, sino que también debe transformar comportamientos, y cuando un simulacro invita a la ciudadanía, enseña rutas, conciencia riesgos, promueve autoprotección, se construye una cultura de prevención. Durante la más reciente jornada de prevención, la Gobernación de Cundinamarca señaló que los 116 municipios participaron en el simulacro del 22 de octubre, reforzando la cultura de autoprotección en su territorio.
La participación activa de familias, comunidades, escuelas, empresas, etc., convierte los protocolos de prevención en prácticas cotidianas, naturalizando convicciones en los ciudadanos que deben estar en capacidad de decir: “yo sé qué hago”, “yo participo”, “yo estoy preparado”, reduciendo así vulnerabilidades reales en caso de tener que atender una situación de emergencia particular o masiva.
La clave está en la repetición y la permanencia, pues no basta con un simulacro anual, sino que se requiere de campañas continuas que incluyan talleres en colegios, acciones comunitarias y comunicados periódicos, convirtiendo la comunicación preventiva en un hábito, con lo que la prevención deja de ser una obligación puntual y se vuelve un modo de vida.
Comunicación, formación y resiliencia
El simulacro del 22 de octubre de 2025 ha sido una cita con la prevención, la autoprotección y la solidaridad, pero para que ese ejercicio rinda frutos, las estrategias de comunicación deben estar bien diseñadas y correctamente ejecutadas para generar una amplia participación ciudadana, planeación que se fortalece gracias a la formación profesional en comunicación, gestión del riesgo, ciencias sociales y tecnologías de la información, desde donde se proporcionan fundamentaciones indispensables para que esos mensajes no se queden sólo en el papel, sino que lleguen, movilicen y salven vidas.
En el fondo, la comunicación en emergencias no es solo transmitir un mensaje: es conectar con personas, despertar conciencia, generar acción, fortalecer comunidad. Y en ese puente —entre la alerta y la respuesta, entre el simulacro y la vida— está el valor de estar preparados, de tener profesionales formados, de creer que la información puede ser, literalmente, el elemento que haga la diferencia.
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